CAMAGÜEY.- La galería de poemas de Joel Jover se amplía con Sed (Editorial Ácana, 2025), un libro que llega para saciar —y a la vez despertar— esa necesidad de mirar hacia dentro. Con la misma intensidad con que pinta, el creador camagüeyano entrega ahora un poemario donde las imágenes se respiran, se beben, se escuchan.

En el comienzo de la Jornada de la Cultura Cubana en Camagüey, la poesía volvió a tener el color del tiempo. En la sede de Sabor y Arte, el emprendimiento familiar que encabezan él y la también creadora Ileana Sánchez, se presentó un libro que, según sus propias palabras, “no es pequeño por el formato sino por la intención”. Y en esa humildad, en esa brevedad luminosa, está su fuerza.

“Es un libro que trata de hablarle a las personas sin rebuscamiento —dice—. Es un libro de imágenes, como si contemplaran un cuadro. La savia que transcurre en él es la idea del desencuentro, de la sed personal por lo que no se pudo o no se intentó. Es, por supuesto, un libro de la vejez. Como decía Reinaldo Arenas: hacerlo rápidamente antes de que anochezca.”

Cada verso de Sed parece venir de un silencio pictórico, de esos espacios donde Jover se detiene a mirar el mundo sin prisa. No escribe desde la técnica, sino desde la mirada: “Yo soy pintor —confiesa—. Ese libro está hecho con imágenes. No me considero escritor. Soy un lector que escribe.”

Su vínculo con la palabra no es nuevo. Antes, en Autorretrato con pez y mar de fondo, también publicado por Ácana, dejó una primera huella poética. Pero ahora la voz llega más serena, más íntima: “A estas alturas ya no pretendo nada. No por cansancio, sino porque la pretensión es como fabricar una imagen antes de haberla conseguido. Ahora me basta con mirar el patio lleno de hojas y entender que el viento pasó. Ya lo que quiero es estar tranquilo y en paz.”

La poesía de Jover no busca sustituir la pintura, sino completarla. Algunas imágenes, asegura, no podrían existir en el lienzo: “No es que la poesía sea lo que resta del pintor. Son cosas que no puedo hacer técnicamente en la pintura. Me doy cuenta de que hay ideas que no son para cuadro, son para escribirlas. A veces ha ocurrido al revés, como Autorretrato... que el poema se convirtió en cuadro, pero no es lo común.”

Como en su pintura, también en sus versos hay una contención deliberada. Los poemas de Sed son breves, precisos, como pinceladas que no necesitan más para revelar lo esencial: “Desde el principio supe que no podía escribir más que esto —dice—. Tienen que ser dos o tres versos, porque es la imagen. Cada poema funciona por separado, y ojalá toque el corazoncito de todos.”

En su obra, la poesía no es un complemento, sino una continuidad. Sed confirma que, para Joel Jover, el arte es una forma de respirar y de recordar: una galería interior donde los cuadros también pueden hablar.

En las palabras de presentación, el poeta Jesús Zamora enfatizó que “la poesía debe defenderse sola”. También se mencionaron las ilustraciones hechas por el propio autor, quien fue severo consigo mismo: “La ilustración es lo menos espiritual del libro.”

Jover tiene otros proyectos literarios. Trabaja en un libro de cuentos sobre los desencuentros de personas que debieron encontrarse —o no lo hicieron— en el momento justo. Una novela terminada, La retinga del Diablo, espera por su edición. El título —explica— viene del nombre de una pequeña bahía de Nuevitas donde los pescadores se refugiaban del mal tiempo, y también de un antiguo prostíbulo con igual nombre.

“La novela habla de todo eso. Tiene muchos guiños, más de cincuenta referencias a autores. Una persona pasa por La retinga del Diablo y dice: ‘Están pintando la fachada de rojo, pero esto era verde antes’. Es un guiño a La casa verde, de Vargas Llosa.”

Su relación con la literatura comenzó temprano, en su natal Nuevitas, cuando asistía al taller literario de Enrique Cirules. “Allí escribí un cuento, La escalera,  sobre un hombre que intenta subir tres peldaños para sentirse reconocido. Era mi propia sensación entonces: la necesidad de subir.”

Confesó que cada vez que hace algo relacionado con la literatura siente “el síndrome del impostor”, y se remitió a la escuela de arte: “Aprendí técnica, aunque no mucho —recordó—. Siempre he pensado que la técnica solo sirve para destruirla inmediatamente. En el arte, lo fundamental es romper la norma.”

La presentación de Sed reunió a amigos, escritores, artistas y lectores. En ese ambiente de diálogo y afecto, el público escuchó al pintor-poeta hablar de su obra con la serenidad de quien sigue creando desde la esencia.

“Como decía Picasso: ‘Yo no busco, encuentro’. Eso me basta. Encontrar la paz, la calma, y seguir mirando el mundo con curiosidad.”