Hay noticias que llegan como un abrazo a la distancia, y así resuena desde Chile la alegría de saber que dos músicos camagüeyanos dan continuidad a los intercambios culturales iniciados hace poco. En cada escenario donde se presentan, viaja con ellos la identidad de una tierra y la certeza de que la música es un puente que nunca deja de crecer.
Desde el 17 de septiembre, la cantante Liudmila Pardillo y el guitarrista concertista Michel Hernández participan en un intercambio cultural impulsado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y la Fundación Nicolás Guillén.
Liudmila, guitarrista concertista de formación, enfrentó una lesión que le impidió continuar ese camino, pero nunca dejó el instrumento ni la música: convirtió aquella prueba en una oportunidad para potenciar su voz. De la mano de su colega Michel encontró la fórmula para seguir entregando belleza. Así, el dúo ha sabido emocionar, conmover y enorgullecer a quienes lo han visto crecer en Camagüey y en Cuba, y ahora lo hace en Chile.
El primer concierto en Café Brasil abrió el camino: allí resonaron géneros diversos, desde la trova cubana hasta música brasileña, pasando por piezas que conectan con memorias compartidas en América Latina. El público los recibió con entusiasmo, coreando canciones que forman parte de la identidad de toda una región. Incluso la embajadora de Cuba en Chile, Rosario Rodríguez, estuvo presente, acompañando esa primera presentación.
Pero el viaje no se queda en los escenarios. Liudmila ha cantado en sitios cargados de historia, como la tumba de Violeta Parra, y ha rendido homenaje a figuras como Víctor Jara y Salvador Allende. Ha descubierto los contrastes de Santiago: una ciudad moderna, vibrante, donde conviven el lujo y la pobreza, donde los cerros y la Cordillera de los Andes impresionan con su majestuosidad.
Coincidiendo con las Fiestas Patrias, la delegación ha podido vivir la cultura chilena en su máxima expresión: música, bailes, platos típicos como la chicha, el vino, y la experiencia del “terremoto”. Todo ello ha marcado un fuerte contraste con experiencias anteriores en Europa, donde Liudmila no percibió tanta desigualdad social. En Chile, lo que más la ha conmovido es la conexión profunda del público con lo que transmiten en escena: esa capacidad de la música de volverse comunión y emoción compartida.
El camino continúa hasta noviembre, con presentaciones ya confirmadas como la del 4 de octubre en el Estadio Municipal Pedro Aguirre Cerda, junto a artistas chilenos de diversas regiones. Cada actuación es testimonio de un viaje cultural que, más que una gira, es un puente de solidaridad, memoria y esperanza.
Por la ventana, en la noche, la ciudad se convierte en un espectáculo. Las luces que parpadean bajo los cerros parecen un arbolito encendido, una constelación invertida que late al ritmo de Santiago. Esa visión nocturna acompaña el descanso después de cada jornada intensa, como un recordatorio de que también en la distancia brillan señales de vida, de futuro y de encuentro.
Podemos seguir la ruta de Liudmila y Michel a través de sus redes sociales, pero para los lectores de Adelante, ella se detiene y cuenta más: lo que vibra detrás de cada canción, la alegría de encontrarse con un coterráneo en otra tierra, vestido de identidad, sembrando música y tendiendo puentes.