Su voz ya no retumba en el tabloncillo; se apoya más en gestos. Cojea con elegancia hacia una pequeña, le señala algo. Luego, la niña se eleva con gracia y pega a la pelota con fuerza exagerada. “Qué suerte yo tengo para encontrarme ‘Mireyitas’ como esta”, dice al saludarnos. Con 45 años en el ejercicio, en Cándida Jiménez Amaro nada es más poderoso que el don de pulir diamantes.