Caminar por la historia cubana es caminar sobre brasas. Especialmente si se trata de Guáimaro, donde se fundó la República en Armas, y donde cada piedra parece guardar una discusión inconclusa. Por eso, presentar a Ernesto Limia Díaz en Guáimaro tiene un simbolismo que no escapa a nadie. No solo por su trayectoria como historiador y ensayista comprometido con los desafíos de nuestra nación, sino también porque, al ser bayamés, su presencia aquí en esta tierra camagüeyana, en este Guáimaro que fue la primera capital de Cuba libre, reviste un carácter profundamente simbólico.