CAMAGÜEY.- El mismo día en que el Che inauguró la segunda etapa de la fábrica de alambre con púas en Nuevitas, el 12 de julio de 1964, Lina Amada Vázquez Anderson se inició como corresponsal voluntaria.
“Yo era la secretaria general del Partido en la fábrica, jefa de despacho, y con responsabilidades en el sindicato. Ya teníamos la costumbre otro compañero y yo de mandar a la radio todo lo que hacíamos, pero ese día nos dijimos: ‘vamos a escribirlo nosotros mismos’, y enseguida redactamos la nota dando la noticia. Desde entonces, todos, todos los días reportábamos por escrito.
“Tiempo después ya daba las noticias en mi propia voz. Una comisión nacional vino a Nuevitas y nos hicieron varias pruebas, luego nos mandaron los certificados a los que aprobamos como locutores. Incluso cuando tenía que salir del municipio, me grababan el material”.
Todavía hoy cada mañana Lina tiene un espacio en el noticiero de la emisora municipal. Su consagración de tantos años a ese medio, a pesar de ocupar importantes responsabilidades en cargos públicos, le mereció la Distinción por la Obra de una Vida a Radialistas, recibida junto al locutor y comentarista deportivo Luis Pantoja Roca, en la asamblea de balance anual de Radio Cadena Agramonte.
“Para mí fue una sorpresa. Me invitaron a la asamblea y ni quería ir, porque había fallecido un hermano mío. Pero tantas personas me insistieron y como no era nada festivo me decidí. Por Poco infarto cuando me llamaron para estimularme. Imagina, recibí mi primer reconocimiento cuando se cumplieron 10 años de colaboración, y otros como oyente, ¿pero como corresponsal?”.
—¿Cómo valora el trabajo de periodista?
—Admiro mucho a los periodistas, primero porque creo que son poco reconocidos, además, están presentes en cualquier circunstancia. ¿Cómo conoces lo que ocurre en los lugares que no estás?, ¿no es a través de ellos? A veces la gente está durmiendo y ellos redactando lo que vieron, lo que vivieron para poder contarlo, eso la gente no lo sabe.
—¿Le hubiera gustado estudiar esa carrera?
—En el año ‘63 estaba en la escuela provincial del Partido y coincidí con Armando Boudet, que era director de Adelante. Recuerdo que me decía: “Usted tiene estirpe de periodista, ¿por qué no estudia eso?”. Porque yo de pronto en cualquier pasillo decía: “¡Atención!... ¡Atención!...” y contaba lo que había sucedido en la escuela y las inmediaciones. Estudié magisterio y ejercí siempre como dirigente. Di clases voluntarias como alfabetizadora, luego en las aulas de seguimiento, pero me dediqué siempre a dirigir.
Lina fue secretaria regional de la Federación de Mujeres Cubanas, donde vivió el proceso de reordenamiento para la división político-administrativa; luego pasó al Partido y de allí al Poder Popular.
“Me encanta ayudar a solucionar los problemas de la gente, trabajar con las personas. Me metía en el puerto, en las fábricas... Cuando era secretaria de la Asamblea Municipal atendía Comunales y me iba con ellos y me sentaba dondequiera, con la gente “de abajo”, como se dice, y una siempre aprende hasta de los más humildes. Además, cuando se reconoce el trabajo se siente más compromiso por seguir haciendo.
“También dirigí a las milicianas, participé en los foros de ciencia y técnica, pertenecí al movimiento de mujeres creadoras porque me gusta crear, la cultura, y todo eso lo reporté, al igual que la suerte de estar muy cerca de Vilma; mi participación en el Primer Congreso del Partido”.
—¿Prefiere algún tema para escribir?
—Me encantan los asuntos históricos, pero escribo de todo: de los problemas sociales, el vínculo con el trabajo, el reconocimiento a las personas cuando hacen algo que los demás deben conocer, el papel de la juventud, cuando las fábricas cumplen aniversario, las efemérides, y la crítica cuando hace falta. De Fidel ni se sabe cuántos trabajos he hecho.
—Usted tiene su historia con Fidel…
—El 25 de enero de 1965 él entró a Nuevitas y llegó a la fábrica de alambre. De pronto veo a los trabajadores corriendo y yo corrí también. Entonces lo vi bajarse de un jeep, me quedé muda pero seguí corriendo. Él se sentó en el capó y la gente a decirle cosas, a pedirle... y él le decía a un compañero que tenía al lado “anota eso, y eso otro”. Se produjo un intercambio muy interesante.
“Entonces con el otro compañero del que le hablé mandamos la nota para la emisora, en un papelito que decía que teníamos a Fidel allí, así que él todavía estaba en la fábrica y ya estaba saliendo por la radio.
“Esa tarde-noche le habló al pueblo de Nuevitas, de tú a tú, y para mí ese momento, después de la libertad que nos trajo la Revolución, es la más alta condecoración que nos dio el Comandante”.
Y Lina habla entonces de su devoción por el proceso emancipador del ‘59, de cómo llevaba mensajes y apoyaba a los combatientes durante la lucha clandestina, y de sus vivencias como negra pobre antes de aquel enero.
“Como a dos casas del coliseo estuvo el consulado de la embajada norteamericana. Todas las mañanas veíamos desde mi casa cómo izaban la bandera norteamericana, y mi papá, un líder portuario, decía que aquello era como una bofetada para los cubanos.
“Tiempo después, con 17 años, trabajé allí como criada, ya no era consulado pero vivía la misma gente. Tenía que recoger la ropa que el señor iba tirando por todas partes cuando llegaba a la casa y hasta descargarle el baño, que tenía una palanquita en la pared. En esa misma casa donde fui tan humillada, años después estuvo la sede del Poder Popular donde ejercí como secretaria, una prueba de cómo la Revolución no anda mirando riquezas ni color, sino tu conducta.
“Me siento orgullosa de ser camagüeyana, de haber nacido en la tierra de El Mayor, de ser cubana. Y eso me compulsa a dignificar el lugar donde nací, me formé, porque ayudar a otras personas te hace crecer”.