CAMAGÜEY.- Son tantos sus embrujos. Enamoran sus paisajes paradisíacos: una sabana centenaria donde pastan las reses y los caballos; un riachuelo sereno que reposa en temporadas de sequía y se des-boca cuando caen las primeras lluvias; un bosque copioso poblado de ejemplares de exóticos nombres y frutos que dan sombra a un productivo apiario; los sembrados y un palmar, esbelto, cubanísimo.

Acompañan el silencio de estas vistas el canto del arriero, el zorzal y el tocororo, y el insistente kikiriquí del gallo. El Asiento es el nombre que reza en la escritura de este paraje, pero bien pudiera llamarse La finca encantada, como ya la bautizan quienes la habitan.

Ubicada en el kilómetro 44 de la carretera a Santa Cruz del Sur, en Monte Grande, Consejo Popular Flor de Mayo, la estancia integral, perteneciente a la familia Cabrera Novoa y asociada a la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Pino Tres, presume (con resultados), además de su belleza, de títulos importantes: la condición de Finca de Excelencia, que le otorgó hace casi una década el Movimiento de la Agricultura Urbana y Suburbana y el ser el único Jardín Botánico de Frutales con que cuenta la provincia.

Apuntalan tantos logros, además de la tradición genética apegada al campo, el amor incondicional de Blancanieves Cabrera Novoa y Guillermo Villavicencio Flores (Willy).

A Blanca (cuarta generación de su casta) todos la conocen por la Gallega. No fue ella quien “haló” para el monte a Guillermo, sino a la inversa. “La conocí en Planta Mecánica (Empresa Militar Industrial Ignacio Agramonte). Los dos trabajábamos allí, soy de la ciudad de Camagüey. Nos unió la literatura, ella escribía novelitas y yo coordinaba el Taller Literario Ignacio Agramonte”, rememora Willy.

“Ya estábamos casados cuando llegó el Período Especial y tanto me dio para que nos mudáramos para acá con mis padres que un día terminé cediendo. Él no sabía nada del monte, ni cómo se siembra la yuca, y ya ve, hoy es todo un campesino”, asegura Blanquita.

Esta santacruceña de cuna suma a sus muchas labores la responsabilidad de ser, desde septiembre de 2020, la presidenta de la CCS Pino Tres.

“La cooperativa me ocupa la mayor parte del tiempo. Cuando logremos que funcione mejor entonces podré dedicarme más a la finca. Por ahora ayudo a chapear los frutales o el potrero de los puercos, atiendo el jardín y la casa. Si Willy no está, separo y tranco el ganado. El tiempo es muy poco, pero trato de dedicarle los fines de semana a la familia. Amo este lugar. He podido viajar y siempre vuelvo a mi tierra”.

“Cada proyecto lo emprendemos juntos. Siempre va a mi lado o delante”, asegura Willy, quien heredó del suegro el cuidado de un apiario fijo, hoy con 50 colmenas y una producción estable de dos toneladas de miel al año.

En tres caballerías de tierra, el matrimonio atiende 85 reses, 14 caballos, decena y media de cerdos (criollos fundamentalmente), también carneros, guineos, ocas, gallinas y pavos reales. Pretenden rescatar la cría de conejos. Suman al ganado y a los más de 10 000 litros de leche que entregan a la industria cada calendario como promedio los cultivos varios, donde fueron, antes de su extinción en ese territorio, integrantes del movimiento productivo de avanzada.

UN BOSQUE ÚNICO

Un recorrido por el bosque de El Asiento equivale a transportarse a otras latitudes. En su larga lista de 160 especies se encuentran ejemplares de averia, cerezo de cayena, ca-pulí, guayaba fresa, macadamia, nogal, dátil, anacahuita, pomarrosa de Málaga e Inchi o maní del Inca, entre otras muchas rarezas. Prestigian la colección ejemplares como el famoso baobab, el guáimaro y el birijí, especie en peligro de extinción.

El jardín botánico de frutales, único de su tipo en la provincia, también posee variedades más conocidas por los cubanos como mango, guayaba, coco, níspero, tamarindo, anoncillo, anón, chirmoya, guanábana, pera china y cítricos como naranjas y limones.

Hace casi una década que el doctor en Ciencias Adolfo Rodríguez Nodals (ya fallecido), entonces director del Programa Nacional de la Agricultura Urbana regaló a la pareja las semillas de la variedad número 100. Obtener la condición de jardín botánico fue solo un paso. Su meta consiste en mantenerla y seguir creciendo.

Según Blancanieves, en el afán de sumar nuevas especies han tocado muchas puertas, incluso fuera del municipio y de la provincia.

“Tenemos excelentes relaciones con el jardín botánico La Quinta de los Molinos, en La Habana, y el parque botánico de Camagüey. Con ellos intercambiamos ejemplares. Del de la provincia nos traen con frecuencia semillas, esquejes y posturas para que nosotros las desarrollemos y multipliquemos acá. Constituye un reconocimiento a la calidad y seriedad de nuestro trabajo”, apuntó.

Este par, destacado por sus prácticas agroecológicas y su labor incesante a favor de la conservación, encuentra en el bosque a un amigo generoso que garantiza alimentos, tanto para ellos como para los animales, néctar y polen para sus abejas.

ESCRITOR INSÓLITO

Villavicencio es campesino, pero también escritor de litera-tura infantil y promotor cultural en la zona. Encuentra en sus jornadas espacio para esos tantos menesteres. Le gusta escribir, por eso se integró a cuanto taller literario tuvo la oportunidad, pero su etapa más fecunda resulta su inspiración en los paisajes campestres, en sus animales y su gente. Todas las historias las redacta en versos.

“Yo no escribo en una computadora. Las ideas me vienen lo mismo cuando estoy halando la teta a la vaca que trabajando la tierra. Cuando llegan a mí las tarareo, las canto y al llegar a la casa las escribo en un papel para no olvidarlas y las guardo en una cajita. Después uno todo eso y armo el libro. El primero que escribí fue Daniel cuenta que, aún no publicado, aunque no pierdo las esperanzas. Luego vino El Gallinero Insólito, que reúne historias reales de los animales de la finca y de mis vivencias. Después nació Araña Nena, El gato bandido y el ratón ladronzuelo, y por último Olor a Guardarraya, que lleva el nombre de la peña infantil que tenemos en la escuela primaria Cándido González, de la comunidad. Ahora reúno las fechorías de los integrantes del gallinero para un próximo volumen”, explicó Guillermo.

Compartir libros con los niños deviene uno de sus grandes disfrutes, no importa si son escritos por él. Siempre que la situación epidemiológica se lo permita, volverá a poner sobre sus hombros una mochila “librero” y se echará al camino, camión particular mediante, para ir de escuelita en escuelita, de batey en batey, compartiendo la literatura con los más pequeños. Todo eso lo hace tan solo por el amor al arte, literalmente, por el placer de promover la lectura.

“En cuanto la COVID-19 me lo permita volveré a la carretera. En los lugares intrincados no hay librerías, ni llegan los eventos culturales, por lo cual resulta más importante lo que hacemos. Nuestro propósito es despertar la sensibilidad latente en los infantes. Ayudamos con la venta de libros, sin ningún interés económico. Y cuando los padres no pueden adquirirlos los compro y se los regalo, no puedo ver a un niño triste porque quiera un libro y no pueda tenerlo. En mis peripecias culturales también me acompaña siempre que puede Blanca, una excelente narradora oral”.