CAMAGÜEY.- Sus abrazos son profundos y su sonrisa sincera. Cuando conversa con los niños tal parece que le contara una historia. Les habla pausado, sereno, colocando minuciosamente los matices, articulando bien para que cada sonido tenga el tamaño justo. Y así lo hace desde cuando era una niña y junto a la pared humilde de su casa recostaba la pizarrita improvisada para dar lecciones a los postes de la cerca (que eran sus alumnos imaginarios). Allí se le iban las horas, jugando desde entonces, a enseñar.

No llegó a ser educadora de círculo infantil por un camino llano y recto. Zoila Castellano Basulto se enamoró joven y al terminar la secundaria básica se casó y se desvinculó del estudio. Cuando la economía del hogar necesitó de su aporte, con 17 años, comenzó a trabajar como auxiliar de limpieza en el círculo infantil América Latina y luego en el "Constructor Amigo".

“Todos los días, de camino para la casa, pasaba frente al círculo Sol Luminoso, ubicado en el reparto Julio Antonio Mella. Un buen día la directora, que me conocía de mi tiempo en el "América", me propuso trabajar como auxiliar pedagógica. Por supuesto que acepté, feliz. Matriculé un curso de auxiliares, me gradué y por muchos años desempeñé esa labor”.

“En el periodo especial, cuando muchas personas se fueron del sector para otros trabajos mejor remunerados y había déficit de trabajadoras, abrieron un curso para educadoras del nivel medio y allí aproveché para formarme. Ya llevo más de 35 años en 'Sol Luminoso' y puedo asegurarle que soy una mujer feliz. Me siento realizada, pues pude desarrollar toda esa vocación que desde la infancia tenía. Me encanta trabajar con los niños y con la familia.

“El día en que yo no vengo porque tengo algún problema, que son los menos, me falta algo. Me satisface tanto que cuando les narro un cuento a los pequeños, o les enseño una poesía al otro día los padres me digan que ellos hablaron de eso en casa. Esa comunicación la disfruto, es la vía por la cual me retroalimento, sé si están motivados, si están aprendiendo y les gustan o no las actividades que hacemos en el salón. Eso es lo que me nutre, lo que me hace sentir bien, que se acerquen, que conversemos sobre sus hijos.

“Esa interacción con los padres y madres, si la comparo con otros cursos, percibo que se ha debilitado y me preocupa. Entre ellos (la familia) y yo tenemos un lazo que nos une, y son esos pequeños. ¿Cómo no va a existir comunicación entre nosotros? ¿Cómo van a dejar a sus hijos a la entrada del circulo cuando llegan o chiflarles desde medio pasillo en la tarde cuando van a recogerlos?, sin un saludo, sin un diálogo para saber cómo anduvo el día. Eso me preocupa”.

“No sé si es por los tiempos tan agitados que vivimos, pero cada vez son menos los familiares que dedican un tiempito para intercambiar con nosotras. Si en el hogar no se le da seguimiento al proceso de aprendizaje no se avanza igual. Hay que llegar a la casa y hacer las cosas, pero también es necesario dedicarle un tiempo a los pequeñines y no es ponerlos frente al televisor o darles el celular para que no den qué hacer”.

Esta camagüeyana asegura que hay que tener mucha creatividad y ser multifacética para educar en edades tan tempranas; hay que cantar, bailar, pintar, contar historias y tener un corazón grande para darles amor sin dejar de ser exigentes e inflexibles cuando sea necesario. Paciencia, mucha paciencia es un componente en esa fórmula que no puede faltar para poder lidiar con tantos críos diferentes y con sus cunas, también diversas.

Anda por el “Sol” dando y cosechando amor. Ahora que la COVID-19 se empeña en poner distancias físicas que duelen, pero que sabe necesarias, imprescindibles, de vida o muerte, Zoilita guarda sus abrazos profundos para cuando todo esto pase. Lo sabe un sacrificio necesario para poder acortar lo más pronto posible ese abismo que la separa de los pequeños que tanto extraña, que son el bálsamo para su alma buena.

“El día en que yo no pueda venir a este círculo no se qué va a ser de mi vida, se lo digo de corazón. Cuando yo llego aquí pasa el dolor y las tristezas de los golpes que me ha dado la vida, porque está el niño que me dice te quiero, el que me da un beso, el que me abre sus brazos, el que me trae una flor. Este es mi refugio”.