Justamente en el año 1867, un grupo de independentistas radicales, portadores de la idea de emprender una revolución para librar a Cuba definitivamente del colonialismo español, reunidos en la casa del poeta Pedro Figueredo (Perucho) decidieron crear un canto de guerra.
Recoge la historia de aquella reunión del 13 de agosto nombres prominentes como el de Francisco Vicente Aguilera, Francisco Maceo Osorio y Pedro Figueredo Cisneros.
El 8 de mayo de 1868 Perucho, autor de la letra solicitada la entregó al músico Manuel Muñoz Cedeño, humilde director de orquesta, quien armonizó e instrumentó el himno.
El jueves 11 de junio de 1868, en la Iglesia Mayor de Bayamo, durante un solemne Te Deum con motivo de las festividades del Corpus Christi, ante la presencia de altas personalidades del gobierno colonial español, un gran número de fieles de la localidad, y con el consentimiento del párroco, se oyeron por primera vez en forma pública las notas de lo que a todas luces era una marcha de guerra y no la melodía religiosa habitual.
Cuando el 10 de octubre de 1868 estalla la guerra en el ingenio La Demajagua y Carlos Manuel de Céspedes, general en jefe de las fuerzas insurrectas se lanza a la manigua luego de liberar a sus esclavos, se toma como objetivo fundamental la ciudad de Bayamo en la que, una vez en manos de los cubanos, a las 11 de la noche del día 20, se firmó la capitulación de las fuerzas españolas.
Cuenta la historia, y la tradición oral que, a la entrada a la ciudad de las fuerzas revolucionarias, al frente de las que iba Perucho y su hija Candelaria, el pueblo, concentrado en la plaza de la iglesia Mayor pidió la lecha de la música que ya era conocida por todos, y de inmediato, su autor, las dio a conocer para que fueran entonadas.
Reza el texto original:
¡Al combate corred Bayameses,
que la patria os contempla orgullosa;
no temáis una muerte gloriosa,
que morir por la patria es vivir!
En cadenas vivir, es vivir
en afrenta y oprobio sumido.
Del clarín escuchad el sonido;
¡a las armas, valientes, corred!
No temáis; los feroces Iberos
son cobardes cual todo tirano
no resisten al brazo Cubano;
para siempre su imperio cayó.
¡Cuba libre! Ya España murió,
su poder y su orgullo ¿do es ido?
¡Del clarín escuchad el sonido
¡¡a las armas!!, valientes, corred!
Contemplad nuestras huestes triunfantes
contempladlos a ellos caídos,
por cobardes huyen vencidos:
por valientes, supimos triunfar!
¡Cuba libre! podemos gritar
del cañón al terrible estampido.
¡Del clarín escuchad el sonido,
¡¡a las armas!!, valientes, corred!
Sucedió que durante la Guerra se extravió la partitura original, pero como era del dominio público se mantuvo, aunque con algunas variaciones.
En el período de la Tregua Fecunda, a petición de José Martí, el maestro camagüeyano Emilio Agramonte Piña que formaba parte de la emigración revolucionaria que se preparaba para la Guerra Necesaria, transcribió la letra y música del Himno, publicados en el periódico Patria el 25 de junio de 1892.
Con el tiempo, y hasta nuestros días, se interpretan solamente las dos primeras estrofas, pero en ellas se encierra todo el espíritu de lucha y el independentismo que levanta por siempre a los cubanos para la lucha.
Solamente las dos primeras estrofas --en negrita-- constituyen la letra oficial del Himno Nacional.
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