CAMAGÜEY.-El artículo 1 de la Constitución de la República de 2019, define a Cuba como “Estado socialista de derecho”, y aunque no siempre lo mencionamos, a continuación de ese manipulado y atacado concepto agrega “y justicia social”, elemento que distingue a nuestro sistema y su vocación profundamente humanista.
Tales concepciones centran ahora mismo todo el quehacer del Estado y del Gobierno como acaba de reflejarse en el Séptimo Período Ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular. En ejercicio lógico y habitual, el Parlamento debatió durante cuatro intensas jornadas algunos de los más apremiantes asuntos de la nación, mas esta vez cada uno parecía conllevar al otro de manera natural y coherente unidos por la aspiración de conquistar toda la justicia posible, de construir juntos el bienestar.
Justicia social, participación popular, desvelo por los segmentos poblacionales en situación de vulnerabilidad, sacrificios individuales en pos del bien común, compromiso y voluntad de la mayoría del pueblo, se reiteraron en el análisis de cuatro nuevas leyes; en las causas y las consecuencias de la situación económica agravada por las agresiones del gobierno imperialista de los Estados Unidos; en el reconocimiento a la ciencia y la Salud Pública, cuya gente ha entregado vidas por la vida frente a la COVID-19; en la exigencia de un Ministerio de la Construcción que impulse más construcciones desde la eficiencia y el control; en la denuncia a la descarnada campaña de desestabilización que basada en manipulaciones se paga desde afuera y atiza malestares desde adentro.
Y es que hoy no podemos hablar de ninguno de esos temas sin recurrir a los demás; mucho menos sin convencernos de que al centro de tantos conflictos, sufriéndolos, pero también con las fortalezas para superarlos, estamos nosotros, la gente, el pueblo, la ciudadanía.
Podemos entender la grandeza del socialismo que nos empeñamos en defender, solo intentando desentrañar la “ilógica” matemática de un país que invirtió en servicios de salud y material gastable para atenuar los efectos de la COVID-19 unos 300 millones en los mismos casi dos años en que dejó de ingresar más de 3 000 millones de dólares, y mientras necesitaba como mínimo 250 millones para la operación y el mantenimiento del Sistema Eléctrico Nacional que colapsa y provoca apagones a pesar de contar con combustible para la generación de electricidad.
Asomándonos a la revolución que viven hoy algunos barrios desfavorecidos, unos se alarman y otros se comprometen. No nos precipitemos, esos lugares no los descubrimos ahora y no siempre se desatendieron por negligencia. El sentido del momento histórico que todavía estamos aprendiendo de Fidel convocó a mirar y a pensar distinto, y a decidir, y en ese camino andamos.
Hay que hablar y hacer por las comunidades, no con rebacheos de última hora o lechadas de pintura, sino con proyectos que transformen su entramado social desde sus propias potencialidades.
Para ello, como alertó una diputada en la última de las intervenciones del Séptimo Período Ordinario, hay que propiciar la participación popular, algo que debemos aprender a hacer, sobre todo las autoridades, que en ocasiones no están preparadas para dialogar, para respetar, para sumar.
Entendiendo que, como afirmó el Héroe de la República Gerardo Hernández, no cambiamos leyes para contar con un sistema judicial justo -ese ya lo teníamos-, sino para perfeccionarlo en pos de más justicia y más democracia, sin que ello nos libre de los ataques de los enemigos de siempre, estaremos aptos para conocer las normativas jurídicas, defenderlas y hacerlas cumplir, y también para actuar en consecuencia con la convocatoria del Presidente -también Primer Secretario del Partido Comunista cuyas líneas de acción chequeará el Parlamento en lo sucesivo- de no esperar cambios en las políticas imperiales hacia Cuba: “Nuestro desarrollo y el bienestar del pueblo tendrán que depender del esfuerzo que hagamos y de la inteligencia que aunemos”.
Justicia social, participación popular, desvelo por los segmentos poblacionales en situación de vulnerabilidad, sacrificios individuales en pos del bien común, compromiso y voluntad de la mayoría del pueblo… He ahí, al decir de Martí, otros “enlaces continuos e invisibles” que tejen el alma de la Patria.