Es un hecho y no un canto de sirena que la transversalidad del bloqueo nos afecta a todos los cubanos. Las cifras de su impacto no son repetitivas ni mucho menos, ascienden a medida que esta arbitraria política envejece como una vil maldición aferrada hasta los huesos de nuestra Revolución cubana. Las recientes votaciones en la Organización de Naciones Unidas (ONU), han demostrado a sus partidarios que el apoyo mundial a este desmedido genocidio ha sido nulo.
A más de 147 873 millones de dólares se han elevado los daños ocasionados por el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos a la Mayor de las Antillas. Sin dudas, un número elevadísimo que golpea al país desde cualquiera de los ámbitos medulares para su desarrollo. Imaginamos al presidente norteamericano, Jhon F. Kennedy aprobando la aborrecible ley, en febrero de 1962, y cuestionamos el concepto de libertad de su nación. Cuestionamos a las administraciones que siguieron esos pasos sobre la solidaridad, en su trato con la Patria de José Martí.
“Estados Unidos está con todos en la defensa de la libertad de Cuba (…). Ningún gobierno debe silenciar a sus críticos mediante violaciones de sus derechos humanos”, dijo el coordinador político de la misión de EE.UU. en la Asamblea, Rodney Hunter. Sus palabras son un enlace directo a la tortuosa relación, a lo largo de la historia, con nuestros vecinos del norte. Resume la manifiesta hipocresía de un Estado que nos ve como una fruta madura. Por el recelo de Girón, de las cerca de 243 medidas impuestas por Trump, de los más de 60 años sin temor a las 90 millas, mira por encima de sus espejuelos al estrado y dicta que “se opone a la resolución”.
Como reza el dicho, tantas voces no pueden estar equivocadas. Y la comunidad internacional definió a Cuba en las intervenciones de los mandatarios que dieron razones suficientes para votar por el “sí”. Se escucharon las voces de los representantes de Viet Nam, Rusia, China, Siria, Bolivia, Venezuela… quienes refirieron el ilógico cerco a una Isla que elabora sus propias vacunas para enfrentar la COVID-19, envía a sus equipos de médicos a los lugares más inhóspitos a enfrentar las enfermedades y colabora entre otras ramas, en el desarrollo del deporte y la educación.
La postura de Rodney Hunter, luego de mirar la pizarra, presumo haya sido similar a la de sus 29 colegas que ocuparon, desde 1992, su “esquina caliente”. Como observara el expresidente boliviano, el hecho de que las Naciones Unidas se encuentren en la tierra de las barras y estrellas, supone ya un alivio para los anfitriones y un plus en su favor para las decisiones allí tomadas. Sin embargo, aun bajo estas condicionantes, la verdad podrá ser secuestrada, pero no escondida. Y no habrá mayor foco de luz que la moral para mostrarla.
Los 184 votos que respaldaron la resolución contra el bloqueo evidenciaron que Cuba no está sola. Israel, fiel servil a las políticas imperiales, el Brasil de Bolsonaro, la Colombia de Duque y la Ucrania del comediante, actor… y ahora presidente, Volodímir Zelenski, protegen sus “compromisos” con la Casa Blanca. La nación de Abraham Lincoln sabe utilizar a conveniencia a las administraciones que separan a Latinoamérica, bombardean a Gaza o tratan de molestar, como piedra en el zapato, la Rusia gobernada por Putin.
“El daño humano del bloqueo es incalculable. La vida de ninguna familia cubana escapa de esta política”, expresó en aquel espacio el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla. Porque hay que sentir en el alma cuando conoces que las afectaciones en la salud, en tiempos de pandemia han aumentado a 198 millones 348 000 dólares entre abril y diciembre del 2020. Cuando escuchas de los daños en el sector agroalimentario por un valor de 330 millones 466 000. Cuando lees que los perjuicios monetarios y financieros arribaron a los 404, 2 millones. Esos, son solo algunos ejemplos.
Antes de finalizar su discurso, con clara indignación en su rostro, Rodríguez Parrilla manifestó con firmeza que “como el virus, el bloqueo asfixia y mata y debe cesar. íPatria o muerte! ¡Venceremos!”.
La vereda del triunfo será posible, solo si la labramos con el esfuerzo propio de los habitantes de nuestra tierra y la confianza colectiva de pensar con inteligencia nuestro país. De Estados Unidos, solo esperar la buena voluntad de su pueblo y los políticos que creen en los lazos de hermandad.
Según refirió la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, “un cambio en la política hacia Cuba no figura actualmente entre las mayores prioridades del presidente Biden”, dos personajes como el demócrata Bob Menéndez y el republicano Marcos Rubio no serán los mejores consejeros para el mandatario. Tampoco aquellos fariseos que lucran y engañan cerebros vacíos, con sembrar el sueño de una “independencia” capitalista para una Cuba comunista.
Ni muralla, ni trocha, el cerco estadounidense es invisible, pero sus consecuencias palpables. El pueblo, como siempre, será el mejor historiador de este muro de lamentos, agonías y limitaciones, pero destinado a sucumbir por la obra de quienes lo llevan en sus venas y lágrimas. Por quienes entienden como un antídoto, el solo sentirlo.