CAMAGÜEY.- Una foto se ha vuelto viral en las redes: mientras el presidente regresaba a la Casa Blanca, una mujer le mostró el dedo del medio de una de sus manos a la caravana presidencial. Ese rechazo se respira en buena parte de la población norteamericana, aunque los resultados que arrojan hasta ahora las elecciones muestran un país muy dividido. Y digo hasta ahora porque en las próximas horas no tendrá una definición.

 

 

Las encuestas vaticinaban una victoria más holgada de los Demócratas, pero lo cierto es que son solo eso, encuestas con un margen de error en el que puede pasar lo que hemos visto. Además, se trata de Trump, un fenómeno pocas veces visto, un presidente que conserva aun la base electoral que lo puso allí en 2016, el hombre de negocios que, según se autoadjudica, levantó la economía del país y su campaña lo mostró como el hombre duro que iba hacer a Estados Unidos grande otra vez, justo lo que quería oír el norteamericano de clase media.

Pero llegó el nuevo coronavirus, una crisis que la administración actual no pudo manejar a niveles aceptables y que le ha costado la vida a casi un cuarto de millón de norteamericanos. Esa, sin dudas, deviene la razón de mayor fuerza que tiene al Presidente actual al borde de ser el cuarto en la historia de esa nación en no conseguir una reelección.

Trump venció en tres estados claves, Ohio, Florida y Texas, se declaró vencedor y aseguró poco después que le habían robado la elección. En Twitter escribió: “Una por una, nuestras victorias comenzaron a desaparecer en Estados clave. Muy extraño”, y la red social del pajarito azul, que ya lo conoce por sus mentiras, ha advertido a los usuarios que ese tuit es una potencial información engañosa.

Biden prácticamente es el inquilino de la Casa Blanca por los próximos cuatro años, acompañado en la fórmula por la Senadora Kamala Harris. Por increíble que parezca, el ya candidato más votado de la historia política norteamericana no tiene la presidencia segura aún. Esta historia, en términos beisboleros, pica y se extiende, pudiera demorar horas, días y hasta meses.

Tal es la estrategia de Trump, reclamar y demorar todo lo que se pueda, llevar el proceso hasta la Corte Suprema, donde se sabe con ventaja. Cambiar el curso de los acontecimientos no es imposible, Bush lo hizo en el 2000, cuando se robó la elección en la Florida. Por eso ya intentó detener el conteo en varios estados e impedir incluso que se cuente el voto anticipado y el voto por correo, porque se presumen demócratas. Esta situación dividirá más al país e incluso pudieran darse escenarios violentos, que si ocurrieran en cualquier otra nación allí estarían ellos, como policías del mundo para condenarlos.

No por gusto la campaña del demócrata preparó desde hace semanas una operación legal sin precedentes, el programa de protección legal más grande de la historia, en la que modelaron todos los escenarios posibles para no ser despojados del triunfo. El equipo, que cuenta con dos exfiscales generales y cientos de abogados, está trabajando.

Cuba fue varias veces mencionada en la campaña, por eso tiene un significado extra para los cubanos. Además de constituir un acontecimiento mundial, se trata de dos modelos diferentes de relaciones con la mayor de las Antillas. El de Trump ya lo hemos vivido durante cuatro años, arreció el bloqueo, activó el Título III de la Helms Burton, multiplicó las sanciones y trabajó a ritmo de una medida semanal contra Cuba durante su presidencia, incluso en medio de una pandemia.

Dicha postura, hasta ahora, ha sido criticada fuertemente por el candidato demócrata. Tanto él como su compañera de fórmula Harris, han afirmado que reabrirán la Embajada en La Habana, retomarán las licencias para que las aerolíneas puedan viajar a los aeropuertos de las provincias y las licencias que permitieron varios de los intercambios entre 2014 y 2016. Ahora bien, no nos engañemos, más de esto le será muy difícil avanzar, los Demócratas cedieron espacios en la Cámara aunque mantienen la mayoría y el Senado sigue en manos republicanas ahora con mayor ventaja. Ello se revierte en que de concretarse la victoria de Biden, gobernará con una fuerte oposición, no solo en el tema Cuba, sino de manera general. Súmele que resultaron electos a la Cámara dos candidatos comprometidos con la extrema derecha del sur de la Florida, María Elvira Salazar y Mario Díaz-Balart.

Según datos preliminares, el voto cubano (a pesar de que la Florida la ganó Trump) valida que cada vez son más los que quieren una relación de respeto entre ambos pueblos, y aunque la extrema derecha preserva el poder que ha acumulado durante años, hay una parte creciente de esa emigración que tiene como proyecto de vida trabajar allá, acumular dinero y disfrutarlo en Cuba con su familia, ayudarla, como hacen muchos de los inmigrantes en Estados Unidos.

Algo debemos tener claro los cubanos en la Isla, las intenciones del Imperio contra Cuba seguirán siendo las mismas, eso no lo puede cambiar un presidente. Lo enunció Benjamín Franklin, uno de los padres fundadores de la nación americana, en 1767, nueve años antes de la declaración de independencia de las Trece Colonias, cuando planteó explícitamente la idea de colonizar el valle del río Mississippi, con un fin concreto, “ser usado contra Cuba o México mismo”.

Ese seguirá siendo el fin. Mientras existan grupos de poder imperiales que no nos perdonen haber hecho una Revolución auténtica en sus narices, no lo podrá cambiar Biden ni Trump. El objetivo es el mismo, por el carril uno o por el dos, con garrote o con zanahoria.