CAMAGÜEY.- Hasta dónde llegará la escalada bélica que se ha producido en el Medio Oriente después del asesinato del general iraní Qasen Soleimani por un bombardeo autorizado por el presidente Donald Trump en las inmediaciones del aeropuerto de Bagdad, pienso que a pesar de todos los vaticinios nadie está en condiciones de responder esa pregunta.

Lo cierto es que tras la muerte de Soleimani las tensiones entre Estados Unidos e Irán han alcanzado una alta cota no experimentada antes en el conflicto entre ambas naciones que se había recrudecido ya a partir de la entrada de Trump a la Casa Blanca y la denuncia por este del tratado de no proliferación de armas nucleares entre la nación persa y el llamado grupo de los cinco países europeos y los Estados Unidos.

El ataque con misiles a la capital iraquí, en el que también fue asesinado un comandante de las Unidades de Movilización Popular de Irak desató disímiles reacciones a nivel internacional en las que ha prevalecido el llamado a la moderación, incluida la del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, (que desde luego no condenó abiertamente el crimen ) sabedoras todas de que en la volátil región del Medio Oriente, una chispa puede provocar un conflicto a nivel mundial de imprevisibles consecuencias.

En este contexto las declaraciones de las autoridades iraníes han sido contundentes en cuanto a que el crimen no quedará impune y que tendrá una respuesta consecuente con el acto victimario de uno de los hombres más queridos e importantes del pueblo persa y su Gobierno, y cuyas honras fúnebres fueron despedidas por más de 7 millones de sus compatriotas en todo el país.

De inmediato, los iraníes denunciaron el último de los cinco puntos que quedaba en pie del tratado de no proliferación y comenzarán a producir el uranio enriquecido, aunque dijeron no romper con la agencia que controla a nivel internacional la energía atómica.

Mientras, en Estados Unidos los tambores bélicos siguen repiqueteando con las declaraciones del Pentágono de que no retirarán de Irak sus tropas, como había decidido el Gobierno iraquí, después del bombardeo a Bagdad, denuncias del movimiento de tropas de los marines, a lo que siguió Trump, tras reconocer tácitamente el crimen del general iraní al llamar la acción cometida por su nombre, con amenazas a la nación persa de que cualquier acción contra el país norteño tendrá una “respuesta desproporcionada”.

Cabe apuntar que en medio de la tensa situación en la región las voces mayoritarias del mundo árabe condenan el asesinato del general iraní, con la excepción, desde luego, de Israel y Jordania, aliados incondicionales del Gobierno estadounidense.

Sobre las motivaciones de Trump para desencadenar la acción militar en el Medio Oriente, además de ser motivada para afianzar su permanencia en la región como garantía del dominio de la riqueza petrolera existente aquí, todos los especialistas coinciden en que ello fue un golpe de efecto para mejorar su imagen como hombre de fuerza defensor de los intereses del pueblo norteamericano, con vista a las elecciones presidenciales de noviembre.

Mientras, declaraciones van y vienen en tonos más o menos agresivos de ambas partes, en Irán continúa izada la bandera roja que significa una guerra santa musulmana contra el enemigo norteamericano.