El martes 1ro. de agosto de 1891 el periódico camagüeyano El Pueblo publicó en su tercera página, a la firma del redactor Francisco Gil, una crónica bajo el título de ”Camujiro a vuelo de pájaro”.

Una semana antes un grupo de jóvenes principeños organizó una cabalgata a las orillas del rio Hatibonico, lugar donde existía un rustico balneario de aguas mineromedicinales, en un tramo conocido por lo menos desde el siglo XVII como Camujiro, sitio tenido en cuenta por prestigiosos médicos dentro y fuera del país para tratamientos contra numerosas enfermedades, incluyendo la lepra.

Así que al amanecer del 1ro. de agosto el grupo se encaminó hacia el sur de la ciudad por la calle Real del Cristo, franqueando el cementerio y la sabana del Padre Porro hasta hacer alto frente al fuerte de Carrasco para identificarse con la guarnición que custodiaba en ese lugar el puente sobre el rio Tínima, siguiendo luego la marcha por La Cachaza camino bordeado de cercas de alambre y mayas al paso de varias fincas como La. Luz, El Colorado y La Larga,

Escribe el cronista: “Adelantamos por un portón con un cartel que dice Potrero Guirabito de D. Enrique Hortsman y más allá la finca San Antonio. Al fin llegamos al Camujiro. Sobre la puerta central un cartel que dice Entrada a los baños termales de San Rafael de Camujiro, del Dr. Emilio Xiques, 1883”.(1)

Luego de recrear el paisaje y describir la enmarañada vegetación que casi oculta el lugar, Francisco Gil pasa relación las construcciones que se mantenían en pie: “Una casa de grandes columnas y azotea con almenas de tosca fabricación, un silencio sepulcral sin pájaros que nos canten ni brisa que murmuren a la Naturaleza. Cruzan por nuestras mentes tullidos y leprosos sonrientes y alegres, restablecidos, curados batiendo palmas y entonando himnos hacia la prodiga salubridad de aquellos manantiales. La casa está vacía, una casa hecha de bofetones que se demuele a punta pies tiene el aspecto de un tejar circundada de pequeñas habitaciones todas extremadamente bajas, oscuras, frías, todas húmedas como una cueva y abandonadas del cariño del hombre. A su espalda otra pequeña habitación con cantina y cocina a la vez, que rememora una remota época con el nombre de Hotel”.

Luego la crónica narra cómo encuentran el campesino que custodia el lugar y este indica el camino hacia la laguna termal: “a donde se llega por un camino enyerbado que nos conduce a la única poceta que existe, el terreno desciende hacia sus márgenes sin brusquedad alguna hacia un pequeño lagunato ovalado cubierto por un ranchito de miserable estado por entre cuyas gruesas paredes penetran los rayos del sol. El lagunato es intensamente azulado y el piso es blaquizo. La guinea y el paraná sombrean hasta la altura del sombrero formando gruesa muralla al borde de las aguas. La tradición asegura una serie de curaciones asombrosas. Las aguas no han mentido en ninguno de los casos”.

Añade Gil la existencia de total inercia para recuperar este sitio para la ciencia y la historia, como sucede en nuestra ciudad en la mayoría de las cosas como por cansancio cuando no se ven los resultados.

(1) Para esta poca el doctor en farmacia Emilio Xiques ofrecía en su establecimiento, situado en las actuales calles de Cisneros y Martí reservaciones para los baños termales de San Rafael Camujiro.

*Rafael significa, Medicina de Dios o Sana Dios: Enciclopedia ilustrada Espasa-Calpe