CAMAGÜEY.- En un breve pero documentado comentario publicado en la página dos de la edición impresa del periódico Adelante, de fecha 30 de junio de 1990, el prestigioso artista camagüeyano Nazario Salazar Martínez, profesor de las Artes Plásticas, calificó a Humberto Suárez Díaaz, como “Relojero del mar”.
Por entonces Humberto incursionaba en un taller de relojería de la ciudad de Camagüey, oficio que requiere ante todo paciencia y depurada observación de los más mínimos detalles en las piezas aplicando minuciosidad de orfebre.
Tal vez por esa vía Humberto transita hoy en un arte nada común y no muy conocido en el país, lapidario y orfebre de las más fantásticas piezas de uso personal y adornos en incrustaciones de nácar, plata y oro, aplicando pulimentado y esgrafiado sobre el nácar de conchas y caracoles hallados en nuestras playas en una selección que asombra.
La variedad es infinita desde estudios calados a lámparas, esculturas, adornos de mesa, candelabros, bisutería femenina hasta útiles de gabinete. Tanto se ha esmerado que sus piezas han estado presentes en eventos nacionales como en su tiempo patrocinó Industrias Locales, y de manera más reciente las convocatorias del FIART y exposiciones personales.
Por muchos años este artista de lo insólito ha andado contra corriente. Conversador de larga prosa, Humberto nos ha narrado sueños rotos e incomprensiones más por falta de cultura sobre el tema que por avieso burocratismo.
“Me he empeñado mucho por crear un taller–escuela capaz de enseñar a jóvenes interesados, el arte de esta hermosa artesanía cuya materia prima se encuentra dispersa en nuestras playas y de las que es posible hacer objetos artísticos, demandados muy en especial por visitantes extranjeros pues fuera de las Antillas esta variedad de formas, tamaños y colores de conchas y caracoles no existen ¿Y quién no se querría llevar un recuerdo del sol y playa de nuestras costas?”.
Y entonces nos revela: “Precisamente sobre este tema intercambié en alguna oportunidad con Eusebio Leal en el sentido de que es criminal cómo se desechan en dispersos basureros costeros toneladas de caracoles, capturados para extraer el cobo y sin embargo se prohíbe su uso para una artesanía útil y remunerativa”. Luego de aquel intercambio con Leal, e interesado este en el tema, le exhortó a continuar su trabajo con la opinión de que su técnica no debía salir del país. Para reiterarle su amistad le envió especialmente dedicado a Humberto su más reciente libro autobiográfico.
La paciencia es también un arte que solo alcanzan los grandes artistas.
En realidad, hasta ahora no ha aparecido ninguna entidad en nuestra ciudad interesada en intercambiar con Humberto en sus inquietudes sobre su obra como cubano y artista, a pesar de que ya para estos momentos rondan propuestas llegadas desde el extranjero.
“Viéndole trabajar y escuchando sus argumentos en favor de una línea de trabajo altamente rentable para el país, uno piensa que además de aquellas cualidades el artesano debe reunir también lo que hay en abundancia en Humberto: anteposición de los intereses sociales a los individuales y un gran entusiasmo por lo que gesta su mente creativa y sus diestras manos”. Así escribió el periodista Isaías Caparrós Otaño, corresponsal del periódico Juventud Rebelde en una entrevista que sobre el arte de Humberto publicó en ese rotativo nacional el 26 de enero de 1986. Y así sigue Humberto, minucioso relojero del mar.
El genio del arte es un privilegio de los dispuestos a la perseverancia.
El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siembre lo que se hace.