Intentó hacer valer sus estudios realizados en el viejo continente a fin de obtener el bachillerato e ingresar en la Universidad de La Habana, para estudiar medicina, pero al no ser posible viajó a Filadelfia, Estados Unidos, donde se graduó de medico el 10 de marzo de 1855y dos años más tarde revalidó su titulo en la Universidad de La Habana.

El mundo de entonces era azotado por la plaga de la fiebre amarilla y no se conocía el agente causante de la misma. Finlay, luego de años de experimentos con los 600 variedades de mosquitos existentes en Cuba, descubrió el agente transmisor de la enfermedad, en la variedad denominada actualmente Aedes Aegypti.

En 1881 viaja a Washington a la Conferencia Sanitaria Internacional como representante del Gobierno Colonial y enuncia por primera vez su teoría acerca de la trasmisión de la fiebre amarilla. Sin embargo su tesis no encontró ambiente favorable. Varios meses  después, en la Academia de Ciencias Médicas, Física y Naturales de La Habana presenta nuevamente su trabajo titulado: El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la fiebre amarilla. Tampoco tuvo transcendencia científica esta nueva presentación de sus ideas y fue llamado burlonamente el médico del mosquito; no obstante, Finlay prosiguió con su trabajo sobre poniéndose a las incomprensiones y a la incredulidad.

El empeño en su investigación le permitió poseer un conocimiento jamás igualado sobre estos molestos insectos y estableció relaciones con los entomólogos más famosos de todo el mundo, a los que consultaba sobre sus observaciones.

En 1898 se dirige a los oficiales de la Sanidad Militar Americana, al Gobierno y la prensa médica de los Estados Unidos, proponiendo su nuevo plan de campaña contra la fiebre amarilla. Dicho Gobierno nombró una comisión dirigida por el Dr. Walter Reed, que puso en práctica la teoría del médico cubano dando resultados positivos y con ello quedó comprobado el descubrimiento del gran científico camagüeyano.

Veinte años después de haber expuesto por primera vez el Dr. Finlay su descubrimiento, Reed leyó en el Congreso Médico Panamericano el resultado de los trabajos de la comisión e inexplicablemente dejó de aludir en su lectura su nombre y sus aportes. Finlay presente en el Congreso, no mostró la más mínima indignación. Ante el asombró de todos los galenos que conocían sus trabajos y veían la mala fe con que procedía el norteamericano,  se levantó para agradecer  a la comisión su labor en bien de la Isla y les indicó algunas fallas aconsejándoles cómo debían proceder para evitarlas.

Al concluir la primera intervención norteamericana en 1902, el Gobierno de la República lo nombró Jefe de Sanidad y presidente de la Junta Superior de Sanidad y fue entonces reconocido como el descubridor de la solución a la fiebre amarilla. Pero su salud, desgraciadamente declinaba y en 1909 tuvo que abandonar los puestos que le habían ofrecido  y 6 años más tarde, el 20 de Agosto fallece en su casa de La Habana.

Pasado el primer momento de honores y reconocimiento, su nombre comenzó a opacarse de nuevo. Historiadores  mal informados o mal intencionados fueron olvidando la trascendencia de este hombre. No obstante, la verdad se ha impuesto. En el XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina, celebrado en Roma-Galemo  (Italia) en septiembre de 1954, la delegación cubana logró el pleno reconocimiento de la obra y la gloria de Finlay.

Hoy, todavía la batalla contra el Aedes Aegypti continúa. En el 181aniversario de su natalicio, agradecemos  al Dr. Finlay por su aporte extraordinario al bienestar humano. Para rendirle homenaje a este médico de siempre valen las palabras del Dr. Juan Guiteras cuando dijo: “La gloria es suficientemente grande, doctor Finlay, podéis fácilmente compartirla  con aquellos que han completado vuestra obra”.                                                                        

* Profesoras asistentes. Profesoras de Historia y pensamiento Revolucionario Cubano de la Escuela Provincial del Partido Comunista de Cuba (PCC).

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