Los relojes de la ciudad de New York pasaban pocos minutos de las diez de la mañana del 15 de abril de 1961 cuando el ministro de Relaciones Exteriores Raúl Roa García irrumpía en la sede de la Organización de Naciones Unidas (ONU) luego de atravesar al conglomerado de norteamericanos integrantes del grupo Justo trato para Cuba, quienes manifestaban su desaprobación a las agresiones de ese país contra el nuestro y enarbolaban entre voces y carteles la consigna “Cuba sí, yanquis no”.
El XV Período de sesiones de la ONU contaba con un solo punto en el orden del día para abordar la situación del Congo derivada del reciente asesinato de su líder Patricio Lumumba; no obstante nuestro Canciller llevaba la misión de denunciar los bombardeos de las últimas horas a los aeropuertos cubanos de San Antonio de los Baños en La Habana, y al de Santiago de Cuba a cargo de aviones de fabricación estadounidense.
Solicitar la palabra para “una cuestión de orden” evidenció una vez más la inteligencia de Roa, la que le fuera concedida , a las 10:30 a.m. por el irlandés Frederick H. Boland, presidente del cónclave.
En su libro La Batalla de Girón, razones de una victoria, el combatiente e historiador Quintín Pino Machado, recoge el trascendental momento.
“Después de aclarar brevemente que no era una cuestión formal, sino vital, lo que señalaría ante ese órgano ‘encargado de conocer todas las cuestiones que afectan la paz y la seguridad internacional’, denunció los bombardeos (…) Y cuando con voz vibrante añadía: ‘La delegación de Cuba acusa...’, el Presidente de la Asamblea golpeó la mesa y exclamó: ‘¡Orden!’, y a continuación advirtió al Ministro cubano que el punto que tocaba era de fondo y no de orden y, por tanto, no podía hacerlo de esa forma, aunque reconocía la importancia del mismo.
“El doctor Raúl Roa, con voz tranquila, le dio las gracias ‘por su observación y ruego’, pero le señaló que no le era posible retirarse de ese alto foro sin acusar, de manera formal y solemne, al gobierno imperialista de Estados Unidos de esos hechos que ponían ‘en gravísimo riesgo la paz y seguridad internacionales’.
De nuevo es solicitada la palabra para “una cuestión de orden”, esta vez por el representante de la URSS para señalar la necesidad de discutir de inmediato la acusación presentada por Cuba, para lo cual se aprobó, con la anuencia de más de las dos terceras partes de los delegados, tratarla en la Primera Comisión ese día a las 3:00 p.m. ante el asombro de Estados Unidos.
A la hora señalada el representante de Cuba referiría:
“Este es, sin duda, el prólogo de la invasión en gran escala, urdida, organizada, avituallada, armada y financiada por el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, con la complicidad de las dictaduras satélites del hemisferio occidental y el concurso de cubanos traidores y mercenarios de toda laya, entrenados en territorio norteamericano y en Guatemala por técnicos del Pentágono y de la Agencia Central de Inteligencia”.
Igualmente reveló que los pilotos de los aviones se habían refugiado en La Florida, y que para las diez de la noche estaba previsto repetir la acción criminal contra el pueblo cubano.
Correspondió al representante estadounidense, Adlai Stevenson, tratar de desmentir la acusación cubana al exponer la conocida versión de que eran traidores de nuestra fuerza aérea los ejecutores de los bombardeos, y aprovechó para tildar de tiránico “el gobierno del Sr. Castro”, en tanto el régimen títere de Guatemala pretendió evadir su complicidad,
No faltaron en la sala una tras otras las muestras de solidaridad con Cuba.
El 17 de abril en la Comisión Política y de Seguridad de las Naciones Unidas de nuevo se levantaba la voz enérgica de nuestro Canciller de la dignidad, esta vez para proclamar:
“Un clamor unánime estremece hoy a toda Cuba, resuena en nuestra América y repercute en Asia, África y Europa. Mi pequeña y heroica Patria está reeditando la clásica pugna entre David y Goliat. Soldado de esa noble causa en el frente de batalla de las relaciones internacionales, permitidme que yo difunda ese clamor en el severo areópago de las Naciones Unidas: ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!”.