CAMAGÜEY.- Niurki Pérez García fue la asesora de La Andariega durante unos 15 años. Esta compañía que la conoce bien, la quiere y aún la lleva a escena le dedica la XII edición del Festival Teatrino. De hecho, mantiene en reportorio activo Un pastel de chocolate, texto suyo de 1987.
“Chaplin fue un niño actor que salió de un teatro inglés, pero tenía un talento diferente. Shirley Temple también. ¿Qué pasa? El cine populariza al niño actor, una gran cantidad de películas, pero ya esos niños después de los seis y siete años si no mantenían esa pequeña estatura, eran desechados”. Con ese recuento comenzó la conferencia en la sala La Edad de Oro.
Como si fuera a preparar un pastel, tomó como ingredientes sus vínculos con el teatro y la agrupación, y puso al horno el problema histórico de este tipo de compañías: el niño actor es transitorio porque crece. Por eso ella en los grupos que ha fundado o asesorado solo ha pretendido que sean mejores personas.
“En Cuba, en los años '30 hubo compañías de niños y niñas actores que daban recorridos por el país, acompañados por los padres, financiados por los mismos padres. Pensaban para esos niños un futuro en el arte de la actuación, sobre todo en el cine, pero fue transitorio. Era muy divertido para el público, pero insostenible desde el punto de vista económico. Cuando llevaban tres o cuatro años actuando comenzaban a crecer, y ya no era igual, había que sustituirlo”.
Niurki Pérez señaló el prejuicio relacionado con el arte que hacía más compleja la sustitución. En general los padres no veían con buenos ojos el arte del teatro. Eso cambió en el país por la política de apertura de instituciones culturales.
“Hubo algunos casos que aún hoy recordamos pero como tal, a nivel de actuación, de equilibrio en la enseñanza del arte, de que los padres sintieran interés de que sus hijos participaran… comienza en el año '83, cuando las casas de cultura se inauguran masivamente. Los instructores de arte se volcaban a las escuelas. Ya los padres no veían la enseñanza del arte como un problema, porque era algo colateral. En la escuela recibían instrucción y en las casas de cultura se complementaba con participación en música, danza, teatro, etc.”
Por ese tiempo, ella ejercía como instructora de teatro en una casa de cultura y desde entonces tenía un objetivo muy claro: “En el año 1985 yo tuve una compañía de niños. Se llamaba Florecita. No lo inicié con el mismo propósito de La Andariega, porque para mí no tenía sentido que esos niños creyeran que podían ser actores a menos que realmente pudieran serlo. Es decir, el talento se descubre a través del tiempo. Los niños juegan en el escenario, y como saben, los juegos de roles son una forma de acceder a los roles futuros en la sociedad. Juegan al médico, a la enfermera, a papá, a mamá, y eso que ocurre en cualquier juego va formando la mente en función del estatus social. Eso mismo pasa en el teatro. Yo no quería que fueran actores, yo quería que fueran mejores personas.”
Al tiempo que escribía obras propias montaba textos de otros dramaturgos como Sueño de una noche de verano del inglés William Shakespeare, el cuento Rosario el fantasmita de la brasileña Ana María Machado y El espantajo y los pájaros de la cubana Dora Alonso.
“Teníamos un espectro enorme de textos, y esos niños accedían a los textos a través de la lectura. Tenía niños capaces de darle una galleta al maestro, pero cambiaron su comportamiento cuando empezaron a interactuar en el grupo. Los tenía riquillos, egoístas e insoportables, y se convirtieron en otro tipo de niño capaz de compartir y de ser generoso con otros o con las personas mayores, o ser educados. Un día me los encontré dando gritos, llorando. ¿Qué pasó? Estaban jugando a hacer teatro sin mí.”
Cuando ya no trabajaba en una casa de cultura nació la compañía teatral y danzaria La Andariega. El vínculo con la agrupación comenzó a partir de la invitación del director fundador Luis Orlando Antunez, el popular Bambino.
“Hablar de La Andariega y no mencionar el elefante en la habitación es difícil, que es Bambino. No se puede mantener silencio alrededor de eso. Bambino fue el corazón y fundador de La Andariega. Me buscó para que asesorara todo el trabajo dramatúrgico. Él tenía un pensamiento muy por encima desde el punto de vista profesional, que él mío. Yo simplemente estaba educando niños a través del teatro y él estaba formando actores. Hoy en día esos primeros niños de La Andariega ya son padres de familia. ¿Llegaron a ser actores o no? No lo sé. Lo que sí sé es que son mejores personas. Mi propósito se cumplió independientemente del propósito original de Bambino.”
De aquel tiempo recuerda el cambio de sedes de ensayo, espacios prestados y luego negados, por lo que llegó a ensayar en la calle. Habló de rechazos, de promesas incumplidas en cuanto al apoyo al grupo y también de persistencia.
“También en el caso de La Andariega, Leonardo Richard escribía los textos. Por aquella época era La oruga linda y la mariposa fea, y otros textos que hoy no están en repertorio. Por no ser Richard un profesional de la dramaturgia, tenían problemas. Iba corrigiendo esos problemas de acuerdo a cómo iban saliendo en escena. La dramaturgia teatral es una forma de texto que no se puede diseñar desde una mesa. Es confrontación en el escenario. Eso que yo llamo eficiencia narrativa, nace de ahí, del hecho de que hay textos que pueden ser dichos, pero hay textos que no, que aburren, que son excesivamente literarios o largos.
“Añádase el hecho de que escribir para el niño actor no es igual que para el adulto. Los niños tienen características psicológicas y de memoria distintas a las del adulto. Independientemente de que todo el mundo diga: son una esponja y se lo aprenden todo. No, porque hay cosas en los textos que no corresponden a la experiencia del niño y sobre todo a la experiencia lingüística. Por lo tanto escribir para un niño actor resulta distinto. Tenía la experiencia”.
En este punto, ejemplificó con Un pastel de chocolate, escrito en 1987 para su segunda agrupación de niños actores. Construyó los personajes a partir de los rasgos de sus niños, sin intentar cambiar nada en el niño actor. Solo quería contar una historia. La obra fue presentada esta semana en el Festival Teatrino.
“Muchos años después, Bambino me dice, dame un texto, me acordé del Pastel de chocolate. Aún hoy está en cartelera. Eso realmente me ha sorprendido, sobre todo porque yo tengo un termómetro que me dice cuando las cosas funcionan o no. Es mi hija y se quedó fascinada con Un pastel de chocolate. El cambio es increíble. De hecho, ahora es que me fascina la historia”.
Niurki Pérez aseguró que ha escrito mucho teatro para niños, textos inéditos que no han llegado a una puesta en escena. Atribuyó la salida de la agrupación después de más de 15 años a la mudanza en un reparto alejado del centro de la ciudad, que ha limitado su vida social.
“Tuve que dejar la asesoría de La Andariega, pero no obstante a eso, siguieron andando y ya por hoy tienen 28 años, que eso son tres generaciones de niños actores con el mismo problema que acabé de decir de las compañías infantiles: los niños crecen y ya no pueden hacer lo mismo que hacían. Había que buscar un espacio para que estos talentos permanecieran iluminando el mundo y creo que La Andariega es eso”.
Luego de ese elogio, la exposición tomó otro rumbo al comparar esta compañía infantil de Camagüey con La Colmenita de La Habana, porque en los otros no percibe lo que, por ejemplo, encontró su hija en Un pastel de chocolate. Los niños se estaban divirtiendo y estaban divirtiendo al público.
“¿Cuáles son las diferencias entre La Andariega y La Colmenita? Hay muchas. La Andariega nunca será La Colmenita. La Colmenita, qué pena, nunca será La Andariega. En principio, yo no estoy en contra de La Colmenita, sino contra los métodos. Comenzaron sobre el principio que comenté: que los niños tuvieran un espacio para expresar su talento, pero de pronto, los convirtieron en una institución política. En lugar de ser fluido, lo encañonaron y lo metieron en una tubería. Los llenaron de micrófonos en el escenario. No se divierten. No están usando la idea de la historia, sino que están repitiendo textualmente. Eso dispersa la atención y pone un estrés en el niño que no debería sufrir, porque los adultos cuando están en esa situación, quedan hiperagotados. Se convirtieron en una especie de cosa intocable, y lo más triste, incambiable.”
En ese sentido, destacó de La Andariega su variabilidad. Cambia de un espectáculo a otro. Cada presentación es totalmente distinta. Los niños pueden ser ellos mismos y los personajes.
“El principio lúdico del trabajo con los niños es fundamental, no es un juego, a pesar de que digamos que es jugar. Ese principio es clave para mi literatura, mi vida, mi comportamiento. Alguien me decía, ¿cómo tú logras inventar tantas cosas todo el tiempo? Porque yo no las invento, yo soy así. Siempre estoy jugando con mi mente, con la gente... Jugar es un asunto muy serio y eso mantiene a La Andariega. Todavía tiene un principio lúdico al qué atenerse, y mientras se atenga a eso, creo que La Andariega va a llegar muy lejos con su zapato viejo, con su ruedita rota.”
Retomo la puesta reciente de Un pastel de chocolate, minimalista en el sentido de pocos objetos para manejar, pero la tecnología estaba fuerte. Eso destaca su capacidad para transformar y transformarse.
“De la puesta original que yo vi, que era callejera a esto, hay un abismo. Transformaron, por ejemplo, el personaje del culpable. Tiene textos, pero por algunas razones decidieron que el muchacho no hablara. Gabi era una niña, pero aquí lo hicieron con un niño. Ven qué fluido es, esa capacidad de cambio. Es muy importante cuando se trabaja con niños, porque esta generación de ahora no tiene que parecerse a la anterior. Ni esta puesta tiene que parecerse a la próxima. Eso es un principio lúdico. Y ese cambio es el que ocurre en la vida de todas maneras, entonces lo único que deben aprender es integrarse a la vida. Mientras La Andariega esté integrada a la vida cultural, mientras sea capaz de defenderse dentro de sí misma como grupo, yo pienso que sí va a llegar muy lejos. Un día sucederá que estará en la historia de la cultura cubana. Mira, ¿quién iba a decir que me iban a hacer un homenaje a mí, que el carro más importante que tuve fue una bicicleta, hasta que me caí en la calle Maceo y casi me pasan por arriba?”.
La defensa apasionada y llena de razones de Niurki Pérez por La Andariega, permite comprender además por qué fue ella la presentadora de la gala de apertura del Festival Teatrino, en el Teatro Avellaneda. Se le ha visto con su paso lento y su bastón, sin perder el entusiasmo, como espectadora de las diferentes agrupaciones de Cuba y México invitadas a un evento de artistas aficionados y dirigido principalmente al público infantil, al juvenil y por ende, a la familia.
“Mientras fluyan con el sentido popular, con la capacidad de adaptarse al medio, a la circunstancia, a los niños de las nuevas generaciones, a los niños que usan tecnología y además, si se dan cuenta, a pesar de que usan tecnología, es un espacio poco tecnológico. Los niños tienen que leer para aprenderse los textos. Aunque jueguen con los textos, tienen que leer. Escuchan música. Se entrenan para bailar, para convivir en sociedad. Conversar con ellos no es como conversar con otros niños. Al final, ¿qué van a ser? Mejores personas. El principio se sigue cumpliendo. Y mientras ellos sean una fábrica de mejores personas, este mundo va a caminar y va a cambiar, el carácter cultural de Camagüey va a cambiar. Va a haber mejores instructores, mejores actores, mejores músicos, mejores bailarines, gente con la mente más abierta que bien falta que hace.”