CAMAGÜEY.- El camagüeyano Pavel Martínez Salgado es un bailarín que explora el movimiento con los pasos de un orfebre. Probablemente, la mayoría del público lo recuerda sobre el escenario en el Ballet Contemporáneo Endedans, pero no sabe de la incursión paralela como artesano.
Desde el 2006 compartía el tiempo entre clases, ensayos y funciones de la compañía de danza con el aprendizaje autodidacta en un puesto de joyero, para dominar herramientas como antes logró controlar el cuerpo en función de la obra. Además, desde el 2014 ejerce como profesor de expresión corporal y preparación física de Teatro del Viento.
Hace poco, gracias a la extensión a Camagüey de la tercera Bienal de Diseño de La Habana, presentó la muestra PLIMASHOW en un espacio en el centro recreativo El Bambú, localizado en la calle República. Todavía se encuentra allí, con una mesa para trabajo en vivo y dispuesto a contar las historias de sus piezas de alta joyería. Una serie de anillos representa banquetas y todas, por la imaginación y las líneas, contienen el baile y anticipan un camino prometedor.
Pavel tiene un proyecto de galería-taller denominado P&lima y ha solicitado locales en las calles República, Maceo o Ignacio Agramonte, donde impulsar una industria creativa con servicios útiles que no se brindan aquí.
Mientras espera la atención institucional a su solicitud, investiga y sueña junto a Lissette Lima Gómez, diseñadora de P&lima. Dedica jornadas extensas a traducir las ideas con buriles, fresas y otros yerros en mano hasta lograr el arete, un colgante, la pulsera, un broche.
Miembro reciente de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), este verano también Pavel aplica a la Bienal Iberoamericana de Diseño y al concurso Arte y Joya, ambos en España.
Con Diane Infante García, en Endedans.
─¿Lo de la orfebrería viene antes del baile?
─Sí, desde pequeño modelaba con plastilina y jugaba con alambre de cobre. Hacía figuritas, mis muñequitos y cosas muy pequeñas, simples. Nunca pensé en trabajar los metales. Lo empecé por necesidad en la Avenida de los Mártires, cuando nacía mi hijo Diego Alejandro.
─¿Desde cuándo cuentas tu segunda carrera?
─Empecé con 23 años sin referente alguno. Me atreví a hacer lo que me decían que no era posible. En el 2012 incursiono en la técnica milenaria de cera perdida. Al principio fue catastrófico. Puedo tardar tres días para lograr lo que yo quiero. Un proceso de fundición con la mayor calidad es muy complejo.
“Pasa que la cera perdida se queda en un ámbito comercial, se hacen cosas que dan dinero, pero se deja mucho rastro de malos trabajos. En ese sentido, me enfoco a una joyería fina. Las personas buscan lo barato aunque no tenga factura, y yo busco una factura aunque sea con un valor económico mayor”.
─Háblame de los materiales, de tus búsquedas…
─He trabajado plata, oro, oro blanco, cobre, zinc, paladio y níquel. Nunca la alpaca. Uso aleaciones con el oro. He logrado fórmulas a partir de información en libros. Quisiera pasar cursos internacionales, por elementos de composición, arquitectura, volumen que en Cuba no existe dónde aprenderlos.
─Lleva paciencia tu obra. ¿A qué aspiras en este terreno?
─Me gustaría abarcar todo en la orfebrería, pero es complejo. Por eso me he especializado en el engaste, consiste en cómo poner las piedras desde cero o por cera perdida. Lissette me ayuda en los diseños y en procesos de cera perdida. Quiero que mi trabajo se vuelva escultórico.
Foto: Alejandro Rodríguez Leiva /Adelante
─La Bienal de Diseño te hizo más visible. ¿Te dejó El Bambú?
─Ojalá me lo dejaran. La Bienal ha sido buena porque la exposición indiscutiblemente te lanza a muchos niveles. Aquí hago algunos trabajos como engaste y reparaciones pequeñas. Todavía no quiero hacer restauraciones.
─¿Por qué esa marca? ¿Qué significa P&lima?
─Se juega con mi nombre y con el apellido de Lissette, y también con la p de la plata y la lima, una de las herramientas que más uso y de las más importantes en los trabajos manufacturados.
─¿En qué parte entra ese tránsito a lo escultórico?
─ Aspiro llevar al metal mi experiencia como bailarín clásico, pero me lo impide la capacidad de mi horno. Las piezas sobre la danza están pobres en cuanto a la posición de un bailarín y con defectos de porosidad y colores. Mayormente, los escultores tienen la referencia de frente pero no de costado ni detrás. Yo sé cómo se pone un cuerpo para lograr equilibrio y cierta técnica. Pienso hacer el vestuario con engaste de piedra, usar telas para la textura exacta. Quiero una escultura bien hecha.
─Hablando de la danza, ¿te desentrenaste?
─La danza es todo movimiento, aunque hay obras anti-movimiento, sobre todo en lo contemporáneo. Empecé en el 2000, en un curso especial de Ballet Clásico, de cinco años en la escuela de arte. Pasé tres en el Ballet de Camagüey, y luego empecé con Tania Vergara en Endedans, el tiempo más rico de mi carrera, pasamos cursos en diferentes lugares, participamos en concursos internacionales. Aunque soy bailarín clásico mi evaluación es de bailarín contemporáneo.
“¿Desentrenarme? Nunca lo he hecho. Doy clases a Freddys Núñez Estenoz con su grupo Teatro del Viento. Cuando me preguntan si soy orfebre o joyero, respondo que soy bailarín y hago lo otro. Nunca lo dejaré de ser, aunque no lo ejerza profesionalmente”.
─Hay una realidad: tu cuerpo tiene una memoria. ¿No atentas contra ti?
─Tengo mucho control muscular. Un trabajo puede mantenerme seis o siete horas sentado, sin moverme prácticamente, sobre todo los engastes y la primera pieza de una serie. El ballet te enseña a conocer tu cuerpo, a controlarlo. Esa memoria, el concentrarme y lograr un equilibrio en lo que quiero, se lo debo al ballet.