Este 14 de enero es el aniversario 190 del natalicio de la insigne patriota Ana Betancourt, a quien por error de lectura de la inscripción de su bautizo se le ha tenido por nacida en diciembre de 1832.
La joven fue educada, según las costumbres, para las ocupaciones domésticas. Cuando el 17 de agosto de 1854, une su vida a la de Ignacio Mora de la Pera, hombre de elevada cultura, su vida toma otro rumbo; el marido convierte a la esposa y compañera en una mujer poco común; le enseña inglés y francés, despierta en ella el interés por la lectura, la invita a redactar con él y a corregir las pruebas de los artículos que publica en los diarios locales, al punto que ella llega a advertirle sobre un texto mal hilvanado o una frase inoportuna; juntos se identifican plenamente con el movimiento independentista.
Al estallar la guerra de 1868, Ignacio Mora está en Las Clavellinas, advierte a la esposa del peligro que correrá en lo adelante, a lo que ella le pide: “Úneme a tu destino, empléame en algo, pues como tú, deseo consagrarle mi vida a mi patria”. Y así fue desde entonces y para siempre.
Abril de 1869 marca la historia cubana. Guáimaro, en poder de los insurrectos y distante del eje de operaciones militares, es el lugar seleccionado para celebrar la asamblea que finalmente dirigiría el destino político y militar de la guerra, la unidad de las fuerzas revolucionarias.
El 10 de abril de 1869 se aprueba la Constitución de la República de Cuba en Armas y dos días después, en acto solemne, Carlos Manuel de Céspedes es investido como Presidente. Ana e Ignacio asisten al histórico momento.
Por años, erróneamente también se ha dicho que la patriota levantó su voz en la trascendental reunión para proclamar la emancipación de la mujer.
El día 14, animada por su esposo, Moralitos y Zambrana, presentó una petición a la Cámara, leída por Ignacio Agramonte, en la que solicitaba a los legisladores cubanos que tan pronto como estuviese establecida la República concediese a las mujeres los derechos de que eran acreedoras, las que, a todas luces, no son las palabras que la trascienden, ya que en carta escrita años después a su sobrino Gonzalo de Quesada desde el exilio, al referirse a la fecha antes mencionado apuntó:
“Por la noche hablé en un meeting: pocas palabras que se perdieron en el atronador ruido de los aplausos, creo que fueron poco más o menos las siguientes: “Ciudadanos: la mujer en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora hermosa, en que una revolución nueva rompe su yugo y le desata las alas. Ciudadanos: aquí todo era esclavo; la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. Llegó el momento de libertar a la mujer’”.
José Martí quien dedicó un hermoso artículo a los acontecimientos de Guáimaro a través de referencias, anotó:
“Al caer la noche, cuando el entusiasmo no cabe ya en las casas, en la plaza es la cita, y una mesa la tribuna: toda es amor y fuerza la palabra; se aspira a lo mayor, y se sienten bríos para asegurarlo; la elocuencia es arenga: y en el noble tumulto, una mujer de oratoria vibrante, Ana Betancourt, anuncia que el fuego de la libertad y el ansia del martirio no calientan con más viveza el alma del hombre que la de la mujer cubana”.
Es oportuno señalar que Ana Betancourt no era remisa al movimiento feminista que comenzaba en Europa y los Estados Unidos, y según investigaciones su caso es considerado como vanguardia del feminismo continental, al ser el único conocido en Latinoamérica. Las mujeres norteamericanas, inglesas y francesas comenzaron a abogar por sus derechos entre 1868 y 1871; para entonces Clara Zetkin tenía 12 años, por lo que no es extraño que Carlos Manuel de Céspedes apuntara: “Una mujer, adelantándose a su siglo pidió en Cuba la emancipación de la mujer”.
Con posterioridad a la Asamblea el matrimonio decide vivir en Guáimaro, Mora enferma y al no poder hacer vida guerrillera, editan el periódico El Mambí. Luego del incendio de la ciudad, marchan a la manigua donde continúan esa labor hasta que en julio de 1871 son sorprendidos por fuerzas enemigas, ella es capturada y enviada a La Habana y gracias a gestiones de familiares puede ir a los Estados Unidos, donde permanece un año; va a Jamaica; pasa a El Salvador a trabajar como maestra y regresa a Jamaica donde conoce que su amado esposo había muerto el 14 de octubre de 1875.
Al producirse el Pacto del Zanjón en febrero de 1878 , Ana regresa a la Patria. Los sufrimientos por la pérdida del esposo no la amilanan, por lo que conspira y otra vez la deportan a Madrid para reunirse con una de sus hermanas; no descansa en sus actividades revolucionarias y logra copiar en secreto el diario de campaña de su compañero a la vez que semanalmente envía a su sobrino Gonzalo de Quesada apuntes biográficos de Mora con vistas a su publicación.
Finalizada la Guerra de Independencia se siente motivada para regresar a la Patria, y solo la gratitud y el amor por su hermana la retienen. Ambas deciden viajar a Cuba por unos seis meses, y en estos preparativos una fuerte bronconeumonía apaga la vida de la heroína el 7 de febrero de 1901, alrededor de las 3:30 de la tarde en su domicilio de la Plaza Progreso, en Madrid.
El 26 de septiembre de 1968 arribaron sus restos a Cuba y desde el 10 de abril de 1982 descansan definitivamente en el mausoleo erigido en su memoria en Guáimaro, donde por siempre vibra su voz.
Transcripción de la certificación de bautismo:
L.427 Ana Ma. Betancourt
Año del Sor. de mil ochocientos treinta y tres en dies y ocho –18 de Eno. el R.P. Fr.José Espit del orden de S Franco. con lic. mía, y ausa. de mi Lugarte. en esta Parroql. Mor. de Pto. Prc, bautiso solennemte puso oleo y crisma y por nombre Ana María de Jesus de la Soledad a una niña que nacio en catorce del dho., hija legma. de D. Diego Betancourt, y Da. Angela de Agramonte. Abs. pats. D.Pablo de Betancourt, y Da. Graciana Gutierres.Mts. D.Gaspar de Agratme y Da. Isabel de Arostegui: Padrinos el Pbro. D.Jose (roto) erino Albares, y Da Ma. Soledad Servantes. Para que conste lo firmo.
Fray José de la Cruz Dr Alvo. Montes de Oca
En la fotocopia del documento probatorio encierro las palabras tres, 18 de Eno (enero). y catorce del dho (del dicho y no diciembre) para que se pueda apreciar la veracidad de lo expuesto. Imagen: Colaboración del Arzobispado de Camagüey.
Nota: El artículo resumen la investigación de la autora, presentada en eventos relacionados con la Historia de Cuba y publicada indistintamente en Adelante.