CAMAGÜEY.- Escucharla hablar de historia, apasiona, encanta por sus habilidades comunicativas, por su manera de ver el devenir de este pueblo, por lo consciente que está de cómo hacer las cosas bien frente a la estrategia enemiga de borrar nuestra memoria. Así es un diálogo con Francisca López Civeira, enriquecedor hasta por lo que no alcanzarán a describir estas líneas.
Paquita, la profe de generaciones de historiadores cubanos a la que se dedica este año la Feria Internacional del Libro, no cree en honores y tampoco cree que ha cumplido todavía. Ella solamente piensa en cuánto más puede hacer desde sus conocimientos por esta Cuba y la del futuro.
—Usted se ha especializado en la época de la República Neocolonial. ¿Cómo contar en su justa medida esa etapa tan manipulada?
—Hay que analizar todas las características como sistema, su forma de funcionamiento, pero no lo podemos despreciar todo, porque no fuimos Puerto Rico. Nosotros tuvimos un estado nacional y eso se debió a la voluntad del pueblo cubano, a la resistencia en condiciones terribles como fue la ocupación militar. Estábamos ocupados militarmente y la gente seguía reafirmando el sentimiento independentista. El 20 de mayo no es la fecha más gloriosa de Cuba; pero no se puede regalar tampoco. Hay que explicar mucho las características, las circunstancias de esa república burguesa y su dependencia neocolonial, no simplificarlas.
“Como toda república democrática burguesa existieron determinados grupos de poder que respondieron a esa alta burguesía, a los núcleos oligárquicos y por supuesto el sistema iba a responder a esos intereses, que inevitablemente estaban ligados a los Estados Unidos, porque es el gran mercado importador y exportador, sobre todo para el azúcar de Cuba.
“Al mismo tiempo es en esa república donde se gestan las fuerzas que van a hacer la Revolución, tanto en el proceso revolucionario de los años ‘30 como en el de los ‘50. Como todo sistema está lleno de contradicciones que van a fomentar las generaciones que van a luchar contra él, buscando un cambio revolucionario, una república que sí sea soberana, independiente, que represente verdaderamente los intereses populares”.
—¿De dónde viene el interés de Paquita por esa etapa histórica?
—Es algo complicado de explicar, porque también estudio mucho la figura de José Martí, pero cuando, recién graduada, me ponen a trabajar en la Universidad de La Habana, me ponen en un equipo de investigación que abordaba los temas de la República y eso me fue atrapando. Estamos hablando de una época en que todavía se había investigado muy poco de esa etapa y me fue apasionando, investigar con los documentos y la prensa de la época. En la historia nunca está todo dicho, este es un periodo sobre el que hay que publicar más y debatir más.
—Sobre todo, para desmontar los mitos y la manipulación que rondan ese periodo histórico...
—Desde 1902, el 20 de mayo a Estados Unidos le sirvió para mostrar una imagen: que nos regalaron la independencia y construir un sentimiento de gratitud al norte, que además fue intencionado, desconociendo el rol de los cubanos en la lucha por la independencia. Nos toca, desde nuestra verdad hacer el análisis y entender que esa fecha la hubo porque no nos pudieron anexar. No por gusto escogieron el 20 de mayo, un día después de la muerte de Martí, crearon el símbolo de cero, porque ese día aquí nunca había pasado nada. Después de un día luctuoso y triste vendría el gran día.
—Sin embargo, la historia de la Revolución, después de 1959, no la hemos contado del todo, ¿por qué cree que ha pasado eso?
—Contar la historia con los protagonistas de los hechos vivos es muy difícil, por las múltiples miradas que tienen los diferentes acontecimientos e incluso contradicciones, porque cada uno lo ve desde su perspectiva. De todas formas, se han hecho investigaciones generales, obras de síntesis para libros de textos de las distintas enseñanzas, otros temas se han abordado más como las contradicciones con los Estados Unidos, la Reforma Agraria… pero es un proceso todavía en marcha, no concluido y eso lo hace más complejo de tratar desde el punto de vista historiográfico. Sin embargo, se está trabajando en investigar contar esa historia.
—Desde su experiencia ¿cómo contarle la historia a los más jóvenes?
—Cuando uno escribe, hay que hacerlo en un lenguaje que llegue a la gente, sin vulgarizar, manteniendo el rigor científico, pero escribir de manera que las personas se sientan parte del hecho. Es lo que he tratado de hacer con mis textos Cien preguntas sobre Historia de Cuba, Cien preguntas sobre José Martí y Cien preguntas sobre personalidades históricas, con un carácter más a lo divulgativo y atractivo. Otros llevan más profundidad, pero la clave está en que sea entendible, no solamente por los especialistas. Como dijera Martí, poner la ciencia en lengua diaria.
“En el aula, como profesores y educadores que somos también, hay que tratar de involucrar a los alumnos, que tengan una participación activa, que dialoguen con los procesos históricos y que este conocimiento vean que les resulta valioso e interesante, a veces hasta desde la polémica, desde la diferencia de criterios y a partir de allí crear mecanismos de atracción.
“Hay que llevar la historia desde los audiovisuales, por ejemplo, la película Inocencia puso a llorar a Cuba entera, sensibilizó a la gente con ese hecho. Claro, tiene una fuerte investigación histórica detrás que sostiene el guion. Lo primero es sensibilizar, atraer la atención y después se profundiza en el análisis de los procesos, eso lo lograron también los seriales de televisión Lucha contra Bandidos, Duaba: la odisea del honor, esos medios pueden ayudar mucho».
—¿Qué significado tiene José Martí en su vida?
—Cuando yo era niña hice mi primaria en una escuela del Cerro, antes de 1959, y el homenaje a Martí se hacía el 28 de enero y consistía solamente en decir dos o tres poemas de él. No teníamos otro conocimiento de Martí. Sin embargo, cuando yo empecé a leer a Martí, después del triunfo de enero de 1959, por ejemplo, documentos que antes no se divulgaban como la carta inconclusa a Manuel Mercado, supe de la existencia de otro Martí, un Martí que descubrí en la medida que la Revolución fue publicando, primero obras escogidas, luego obras completas, y me di cuenta que Martí tiene para todo y para todos. Además de que, con su escritura, enamora.
“Presido desde hace años la cátedra José Martí, en la Universidad de la Habana, la más antigua de Cuba. A veces asombra la capacidad que tuvo de análisis de su época y del futuro, a mí me enamoró”.
—¿Qué más se puede hacer ante la conocida estrategia de los enemigos de la Revolución que busca borrar la memoria de este pueblo?
—Precisamente hay que tener estrategias. Quién se beneficia con el olvido del pasado, con que olvidemos la historia. Eso no es nuevo, 1933 en la Conferencia Panamericana se aprobó un documento sobre la enseñanza de la historia a nivel continental, donde se planteaba eliminar de los libros de historia todo lo que representara contradicciones de nuestros países con Estados Unidos, y en esa época ya habían más de 20 intervenciones militares por parte de los norteamericanos en el hemisferio occidental. Es un mecanismo viejo, no es nuevo, ahora con los nuevos medios de comunicación es más fácil convocar a olvidar lo que nos divide y nos perjudique y vivir el presente.
—¿Qué significa para Paquita que le hayan dedicado la Feria Internacional del Libro?
—Me sorprendió, cuando me llamaron y me comunicaron la decisión yo no sabía que estaba propuesta. No lo imaginaba. Pero ya que voy a tener ese honor, quiero tratar de que mi presencia en la Feria Internacional y en las provincias sea de utilidad, poder aportar desde mi especialidad con las conferencias y los conversatorios, que no sea solamente los aplausos. Van a salir algunos libros míos que espero puedan aportar y ser de utilidad para la gente.
—¿Qué le dice Francisca López Civeira a sus alumnos, a las nuevas generaciones de historiadores?
—Tienen que saber que la historia no es una simple repetición de acontecimientos, lleva análisis de los procesos históricos, donde están los hechos porque son parte de los procesos. Sentir que todo el análisis histórico nos permite entender el mundo en qué vivimos, en mundo de hoy, la Cuba de hoy y mirar al mañana. Hay que entender que la historia no es solo placer sino utilidad para las personas, la sociedad y por todo lo que puede aportarnos como ciudadanos.