CAMAGÜEY.- Para él soy “la niña”. Repite el apelativo por el que me llama mi madre con el derecho de “haberte visto nacer” (como decimos cuando conocemos a alguien de toda la vida), y me sonríe mientras se sienta para una conversación pactada aquel domingo de principio de año cuando le anunciaron la salida al día siguiente para La Habana con rumbo todavía desconocido. Esa llamada se ha repetido varias veces. “Llamó Leonardo”, dice mamá, para dónde va, respondo, con la certeza de que jamás dejará de estar donde deba.

Él prefiere hacer. Nunca ha sido de los que esperan, “las cosas se hacen, sin fanfarrias, eso es mejor que decir”, asegura y su trabajo da fe de ello. No le gustan las entrevistas porque no encuentra en él mayor obra que el deber cumplido y la retribución “a la Revolución, a ella le debemos todo”. Por eso se parapeta detrás del plural (que me permito obviar al escribir) para contar sus experiencias desde hace 34 años, cuando se convirtió en el Dr. Leonardo Ramírez Rodríguez.

“Al empezar a estudiar Medicina no entendía todo lo que significaba. Hoy te digo que no hay forma de expresar lo que se siente si no es ejerciéndola. Todas las profesiones son preciosas pero esta pone en el centro al ser humano y no hay nada más grande que su vida. La vocación resulta fundamental, se es médico para servir y ayudar”.

Por eso de entregarse primero, y porque sus resultados académicos lo avalaban, formó parte, durante el internado, del contingente Manuel Piti Fajardo de médicos rurales. “Así comenzó mi vida asistencial en el hospitalito de Lugareño. Todavía siento un profundo amor cuando me hablan de allí no solo porque puse en práctica por primera vez la profesión sino porque hice amigos que se convirtieron en familia, cuando veo a alguien de la zona me reconforta que no me olviden. En ese lugar hice hasta partos, y hay muchos niños de la época que se llaman Leonardo por eso.

“Además, soy del movimiento Mario Muñoz”. Dicen, lo provoco, que por esa razón nunca dice que no a una tarea. Ríe y su mirada delata la retrospectiva, “eso viene de más atrás-- y mueve las manos para reforzar la idea--, de la deuda eterna que tenemos con la Revolución de con modestia y humildad corresponder a sus esfuerzos por formarnos”. Tiene razón, “de atrás”, de las cosas que se viven en la casa, de lo que aprendió con sus padres, Rosa, la China, y Carlos, Negrito… las personas que más ama y respeta.

Su experiencia por los municipios no terminó en Minas, también estuvo en Nuevitas, y en ambos territorios asumió responsabilidades de dirección. De regreso a la cabecera provincial fue director de los hospitales Materno, Pediátrico y del Universitario Manuel Ascunce Domenech, del Centro Provincial de Higiene y Vicedirector Provincial de Asistencia Médica.

Para el Dr. Leonardo dirigir tiene que hacerse desde el ejemplo. Durante esos años nunca dejó de prepararse, se hizo especialista en Dermatología en el 2001 y nueve años después obtuvo el grado de máster en enfermedades infecciosas.

“La Medicina, de tan hermosa, uno se percata después de tantos años que resulta maravillosa desde cualquier posición, en la asistencia o dirigiendo a valiosos compañeros. Pero lo primero nunca me ha faltado, para mí deviene necesidad, igual que la docencia.

“Este oficio se mete dentro de uno, te compromete, he ahí su grandeza. En cualquier parte del mundo tiene la función de prevenir y de sanar. Sin embargo, a la medicina cubana revolucionaria la ha identificado la solidaridad con el resto de los pueblos. Hay que vivirlo para percatarse de la forma en que los colegas de otras naciones ven a nuestros médicos como ejemplos. Porque en nuestra formación prima no solo el alto nivel técnico sino la sensibilidad y el altruismo, el sentir los problemas de otros como propios”.

–Usted tuvo la oportunidad de constatar estos sentimientos en Guinea Ecuatorial (2004-2007) y en Venezuela (2015-2019), en la primera como jefe de la misión y en la segunda como vicejefe nacional para la asistencia médica, docencia e higiene y epidemiología.

–Las misiones constituyen una escuela; la experiencia que ganas, el intercambio con los especialistas, porque en ninguna de ellas mis tareas de dirección me alejaron de discusiones de casos, de consultas… Aprendes con cada paciente porque cada lugar, cada escenario es diferente.

“Conocer las realidades de otros países te reafirma a la salud cubana como única. No he visto un sistema de salud, ni una voluntad política como la de Cuba de poner por encima de todo la vida del ser humano”.

Y esa es una de sus mayores motivaciones: el país que vive lo es también su familia, “sin ella no hubiera podido hacer nada, ni siquiera ser médico”, en la que se inspira “en los que no están”, y sé que habla de su papá; y los que lo rodean como su madre, esposa e hijo. Entre sus orgullos está su militancia y el Che, “siempre estuvo donde era útil y además fue médico y ejemplo en todo”, y como quien no se da cuenta explica de paso mantra de vida.

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En este 2020, a los 57 una nueva prueba tuvo que sortear apenas a cinco meses de su regreso de Venezuela. El coronavirus cobraba fuerza en el continente y una vez más se alistaban las brigadas. En menos de 24 horas estuvo en La Habana, más de un mes después partió rumbo a Veracruz, México, al frente de más de 280 colaboradores.

“Saldé una deuda que tenía. En septiembre del 2005, cuando el Comandante creó la ‘Henry Reeve’ estaba en La Habana para una reunión de jefes de misión, en ese momento laboraba en Guinea, y nos invitó a la Ciudad Deportiva al acto donde dejó constituido el contingente. Tuve que esperar 15 años para formar parte, era algo que tenía que hacer, no podía quedarme como espectador de aquel suceso, me lo debía.

“Resulta una experiencia muy diferente; en un corto tiempo, un nivel de trabajo muy intenso, sumado al riesgo constante para la vida. Había que brindar una asistencia médica con la calidad requerida pero respetar los estrictos protocolos de bioseguridad.

“Nuestros médicos estuvieron todo el tiempo en Zona Roja. Desplegados por todo el Estado, se atendieron 48 000 pacientes en 11 hospitales, tres de ellos centros de atención médica extendida. Fue muy estresante, pero tenemos la satisfacción de haber cumplido la misión y regresamos todos sin enfermarnos.

“Los mexicanos presumen de los lazos que unen a Veracuz y a Cuba, Martí entró al país por el puerto de ese estado, el centro histórico se parece mucho a la Habana Vieja y muy emocionante resulta visitar a Tuxpan. La brigada de nueve colaboradores que estuvo allí vivió la emoción de celebrar el 26 de Julio en esas tierras; sus habitantes dicen con orgullo que de ahí salió el Granma. Esas vivencias sobrecogen”.

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–La misión en Veracruz tuvo dos singularidades, fue de las más grandes que enfrentaron fuera de Cuba al SARS-CoV-2, salió por tres meses y regresó a los cinco.

–Eso muestra el altísimo reconocimiento a nuestro trabajo, a la entrega del personal que día a día ponía su vida en riesgo. A finales de agosto debimos regresar, pero a principio del mes cuando nos reunimos de conjunto con el cónsul cubano y con el Gobernador para explicarle los resultados de la labor, nos pidió que nos quedáramos por dos meses más.

“De momento fue un impacto muy fuerte. Tras una misión muy difícil como quien dice ya nos sentíamos en casa. Cuando desde Cuba nos confirmaron la prórroga tuvimos que ir a cada uno de los lugares donde estaban los colaboradores.

“Primero, como en cualquier misión cubana, partía de la voluntariedad, a quien lo deseara se le daba la oportunidad de regresar. Ahí recibimos otro aliciente. Solo vinieron cinco, y por problemas de salud. Incluso una doctora que sometimos a cirugía allá me decía ‘yo no quiero irme’, pero su recuperación debía hacerla aquí.

“Dicha extensión probó la calidad del servicio. En la despedida, resaltaron la disposición, los principios y la entrega de los nuestros, los valores se ponen a prueba en misiones como esta”.

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El 28 de octubre llegaron a “la tierra más linda del mundo”. Llegaron en la tarde, cuando el sol cubano calienta más. Unas horas antes de que el suceso fuera trasmitido en cadena nacional. El celular sonó en casa y mi madre, que llevaba seis meses rezando en su nombre, solo atinó a gritar de felicidad cuando la voz del otro lado solo dijo “estoy en Cuba, nos vemos pronto”.

Las cámaras captaron en el aeropuerto las sonrisas amplias, durante el encuentro con el Presidente guardaron las remembranzas y una vez más el compromiso.

Ya en el terruño el Dr. Leonardo se mantiene ocupado en las vacaciones, sabe que el tiempo no se puede desperdiciar. A principios de año “cuando volví de Venezuela no me aguanté y fui al hospital a los pases de visitas, a ver a los residentes, a los pacientes, a los profes”.

Con más de treinta años dedicados a la Medicina, la mayoría de ellos con responsabilidades administrativas tal parece que el Dr. Leonardo Ramírez lo ha logrado todo.

Leo, como me permito llamarlo solo en el final de este ejercicio, es un ser de luz. Lo precede siempre su rectitud y su entrega. Un regaño suyo es el más duro aldabonazo que han recibido muchos, su mano en el hombro es el más sincero gesto posible. Todo él inspira, porque es de los que no faltan.

“Todavía tengo mucho por hacer. Mientras tenga salud buscaré la manera de ser útil y trataré de estar en el grupo de los que aportan a la Revolución”, esa obra mayor que se conforma con la misión de servir de hombres como el hijo de la China y Negrito.