CAMAGÜEY.- El título de esta Consulta Médica se corresponde con una exhortación del Dr. Pablo Hernández Figaredo, especialista de Segundo Grado en Psiquiatría, Profesor Auxiliar y Consultante, Máster en Psiquiatría Social, del hospital Psiquiátrico René Vallejo, de esta ciudad, y también el presidente del Capítulo Camagüeyano de la Sociedad Cubana de Psiquiatría, a quien acudimos en busca de sus criterios, sobre todo por los desajustes que podemos sufrir en tiempos de pandemia.

La aparición del coronavirus SARS-CoV-2 que provoca la COVID-19 hace alrededor de 18 meses en Cuba está muy vinculada con el estrés, la incertidumbre e inseguridad, la tristeza, la depresión, y los trastornos del sueño, porque irremediablemente se apoderan de no pocas personas, las que ante situaciones límites acuden al consumo de psicofármacos.

Foto: Cortesía del entrevistadoFoto: Cortesía del entrevistado

¿Qué opina del uso o abuso del consumo de los psicofármacos?

—Como profesional de la salud entiendo que el uso de psicofármacos no tiene inconvenientes siempre que haya sido prescrito por un facultativo, pues él sabe con qué objetivos lo hace, el tiempo aproximado de tratamiento y las contraindicaciones en cada caso.

“El abuso es algo muy distinto, se entendería como el uso inadecuado, excesivo y continuo, con su correspondiente daño físico, psicológico y hasta social. Hace medio milenio, Paracelso, médico suizo, expresó un principio básico de la toxicología, y es que la dosis diferencia un veneno de un medicamento. Si se sabe que la dosis hace el veneno, es preciso estar muy atentos para evitarnos problemas.

“Y otro de los riesgos acerca de la utilización de estos medicamentos sin prescripción médica radica en que algunos interactúan con otros fármacos que consuman las personas o presenten enfermedades ante las cuales están contraindicados”.

¿Cómo se dividen las familias de psicofármacos?

—Los psicofármacos, que se conocen popularmente como “pastillas para los nervios”, se dividen de acuerdo con el efecto que producen en ansiolíticos, antidepresivos, neurolépticos, normotímicos, hipnóticos, entre otros. Las benzodiacepinas pertenecen a la familia de los ansiolíticos, o sea, son las que se indican cuando aparecen síntomas ansiosos.

De las mencionadas, ¿cuáles son las más adictivas?

—Primero, es pertinente aclarar que hay cuadros clínicos y entidades que requieren largos períodos de tratamiento, de ahí la importancia de la prescripción médica. En estos casos la supresión o disminución del fármaco está en dependencia de la evolución y siempre será una decisión del facultativo con la anuencia del paciente. Ahora, cuando un tratamiento se mantiene más tiempo del indicado por deseo de este último, puede ocurrir que quede “enganchado” y le sea difícil dejar de ingerirlo. Es ahí cuando hay que valorar el diagnóstico de adicción. Uno de los psicofármacos más usados en el mundo en la actualidad es el Xanax, que es el nombre comercial del Alprazolam, este puede producir dependencia en poco tiempo.

Es normal que los afectados quieran resolver lo antes posible, de ahí que se mediquen ellos mismos o busquen ayuda especializada para que sean indicadas las pastillas, ¿siempre sería esta la solución o hay otras posibilidades para encontrar mejoría?.

—Los psicofármacos hicieron su aparición a mitad del siglo anterior, y antes de eso era muy común usar cocimientos, tilo, o aquella socorrida acción para conciliar el sueño: “contar ovejas”. Es cierto que no se puede ir contra los tiempos, pero también es evidente que hay una buena cantidad de situaciones que no se resuelven con medicamentos. Las tensiones y el estrés cotidiano requieren de otro afrontamiento, ¿por qué acudir a un psicofármaco si no lo indicó un facultativo?

“Es muy conveniente para cualquiera, tenga preocupaciones psíquicas o no, conocer alguna técnica de respiración, de relajación, aplicar cuanto se sabe en relación con la higiene del sueño, todo lo cual ayudará al individuo a mantener su salud mental y a enfrentar mejor las situaciones estresantes. Siempre comento que el único país del mundo donde hay un programa televisivo llamado La Dosis Exacta es el nuestro, porque aquí estamos acostumbrados a automedicarnos. Es muy normal escuchar aquello de que la vecina se sintió mejor con unas pastillas y se las da a otra con similar malestar, y así cuando viene a ver está tomando algo que puede ser veneno para esa otra”.

Si irremediablemente se llegó al consumo del o de los medicamentos, en qué tiempo y cómo se aconsejaría la suspensión de estos.

—Hay medicamentos que se pueden suspender de súbito, otros no. Esto no lo sabe el paciente y a veces, porque demoró en aparecer la mejoría, se suspende un tratamiento que podía comenzar a hacer efecto, pues algunos lo hacen después de la segunda o tercera semana. Otras veces es el paciente quien no quiere dejar de tomarlo y te dice: “Me he sentido tan bien”, cuando ya no lo necesita. Insisto en que la indicación del fármaco, la disminución o la supresión, tienen que ser evaluadas por el médico”.

—De llegar a la adicción, ¿cuál sería el pronóstico para estas personas?

—Cuando no se produce el auto etiquetado, o sea, cuando no se reconoce el problema y se rechaza la ayuda, se requerirán dosis cada vez más altas para lograr el efecto deseado y de esta manera la persona se verá inmersa en un círculo vicioso de consumo.

“La buena noticia es que cuando esa persona reconoce que tiene ese problema y coopera con el tratamiento de deshabituación, el pronóstico será bueno”.

Un consejo general, sobre todo en los momentos de la COVID-19...

—Esta es una pregunta que tiene tantas respuestas como personas puedan contestarla, pues para esto no hay “recetas”, pero cada uno sabe qué le hace bien y qué lo preocupa o lo estresa. No obstante, en cualquier época, en las buenas y en las malas, creo que mantener una actitud positiva ayudará bastante. Mira qué difíciles momentos nos ha tocado vivir; sin embargo, con pesimismos o actitudes derrotistas no resolveremos nada. ‘A mal tiempo buena cara’.

“Es oportuno aprovechar el tiempo de manera útil cuando tenemos que hacer la vida más hogareña. Hacer ejercicios en casa, ahora no funciona aquello de ‘no tengo tiempo’. Leer los libros que han estado esperando por nosotros por esa misma falta de tiempo. Mantenerse al margen de noticias falsas y evitar el exceso de información. Cuando las noticias y el mundo que vivimos no son muy gratos, estamos obligados a embellecerlos nosotros con esperanza y optimismo”.