CAMAGÜEY.- Un giro en la vida de Juan Bulté Díaz, Tato, marcó el año 1970, fecha de inicio suyo en el mundo siempre apasionante y creador del movimiento de innovadores y racionalizadores.
Pese a los años transcurridos lleva al dedillo la cuenta de sus trabajos. Suman 68 entre acciones de fabricación y recuperación, con impactos en la economía, mayoritariamente en los sectores azucarero y ferroviario.
En el antiguo central Noel Fernández, de Minas, los mecánicos pasaban mucho trabajo para dar mantenimiento a las cajas de bola de los ejes de la torre de cuchilla de los centros de acopio, porque el componente se adhería al equipo como si estuviera soldado.
Tato entonces inventó un extractor hidráulico que sirve, además, para sacar coupling de los motores, explicó el autor.
Como innovador llegó a la mayoría de edad en los talleres ferroviarios. En su haber se encuentra la fabricación de semáforos cambia-vía, ejecutados con materiales desechables, extendido hoy en el país.
Los anteriores instalados, desde que se introdujo en Camagüey el ferrocarril, solían partirse, con facilidad, por el exceso de manipulación.
Las manos y la inteligencia de Bulté se posaron sobre los frenos de los equipos ferroviarios, de procedencia norteamericana, con la adaptación de componentes rusos que extendieron la vida útil de esa estructura metálica.
Según sus palabras, “la ANIR ha significado para mí la vida” y no deja de pensar que el primer sello de reconocimiento fue de las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ), en 1968, con apenas 18 años y a posteriori, la categoría de Vanguardia Nacional como innovador y racionalizador.
Y ciertamente, ante ejemplos como el de Tato se cumple lo dicho por Fidel en 1994 en el IX Foro de Ciencia y Técnica: “Somos un país privilegiado por el hecho de contar con un movimiento como éste: no he oído decir que en alguna otra parte exista, y no creo que exista”.