MADRID.- Las fiestas del Orgullo en Madrid, conocidas como MADO (Madrid Orgullo), me habían llegado a través de reportes de prensa. Sin embargo, esta vez, por casualidad, me encontraba en la ciudad y decidí no perder la oportunidad de vivirlas en primera persona: un todo mezclado de visibilidad y resiliencia.

Esperamos el desfile en Cibeles, icónico por su fuente y su palacio. Sin dudas, en ese centro simbólico de Madrid lo histórico se fusiona con lo contemporáneo. Ofrece vistas espectaculares y un ambiente donde todas las edades, géneros y orientaciones son celebrados.

Llegué con entusiasmo, tratando de captar cada detalle, desde los adornos brillantes de purpurina en la piel y el cabello, hasta la fachada festiva que no opacara el trasfondo. Mientras equilibraba los pensamientos con la capacidad de asombro, algo ajustó mi prisma emocional con la primera ola de manifestantes. Entre las primeras banderas multicolores y de varias naciones ondeaba la de Cuba. Ahí estaba la mía.

La emoción alcanzó su punto álgido cuando el primer bloque de padres pasó con mensajes de apoyo a sus hijos LGBTQ+. Mis ojos se humedecieron al verlos marchar con amor. Lamentablemente, el primer rechazo y la primera violencia y marginación ocurren a menudo en los hogares, donde no siempre se comprende ni acompaña la decisión de los hijos.

El sol radiante acompañó hasta que cayó la noche, en aquella atmósfera luminosa que contrastaba con la profundidad de los mensajes y reivindicaciones. Aquí comparto una galería tomada con el móvil.

Presencié un desfile organizado, respetuoso y lleno de espacio para la autoexpresión. Las iniciativas reflejaban derechos legítimos y demandas prolongadas que aún no se han resuelto completamente.

Otro aspecto que llamó mi atención fue la diversidad de sectores profesionales que mostraban su orgullo, como un desafío a los estereotipos históricos de masculinidad. Pongo el ejemplo de los bomberos. Eso derriba barreras y planta cara a los prejuicios.

Desde el inicio hasta el final, los “disparos” de agua con los juguetes y la percusión de las batucadas motivaban las buenas vibras con una mezcla de travesura. En MADO, los grupos de percusión traen el ritmo del carnaval brasileño. Recordé las comparsas del paseo del San Juan Camagüeyano, aunque guardando las distancias.

Cibeles reflejaba una ciudad que abraza la diversidad y lucha por la igualdad. Cada carroza y grupo no solo mostraba color y alegría, sino también una demanda por derechos humanos fundamentales y un grito frente al odio.

Sin embargo, no todo fue positivo. Algunas personas de las carrozas parecían disfrutar su posición elevada con pasividad, como observadores desde una superioridad, con bebidas en mano como si fuera una fiesta privada sobre ruedas. A pesar de esto, hubo una carismática que se destacó por la conexión con el público y su entusiasmo al lanzar serpentinas y confetis.

Tampoco todas dispusieron de animadores efectivos. La mayoría reproducía casi las mismas canciones. Una y otra vez sonaba “Potra Salvaje” de Isabel Aaiún, que ha sido considerada el himno no oficial de la Selección Española para la Eurocopa 2024, y el exitazo de verano en España.

Entre más de 50 carrozas, la última sobresalió por su originalidad y creatividad, inspirada en la cantante colombiana Karol G y su música de empoderamiento. Aludía a Colombia como país invitado.

Desde la zona del público, tras el paso de los grupos de manifestantes y la delimitación con rejas para dar pie a las carrozas, surgió un informal desfile paralelo, protagonizado por la fuerza policial, que recibía piropos jocosos como "¡yo quiero que me aprese!" o "¡qué cachondos!". Añadía otra capa de color y seducción.

Este sábado, la manifestación estatal del Orgullo LGTBI+ fue el punto culminante de una semana de actividades que unió a instituciones, entidades sociales y activistas en la capital española. Cada año atrae a más de dos millones de personas.

Pongamos un dato histórico. El 28 de junio se celebra el Día Internacional del Orgullo LGBTQ+ en memoria de los disturbios de Stonewall de 1969 en Estados Unidos. Es un hito en la lucha por la igualdad. Madrid, reconocida globalmente por su diversidad e inclusión, acoge uno de los mayores eventos europeos.

Después de cuatro horas viendo pasar el desfile, volvimos sobre nuestros pasos. A pocos metros de Cibeles está la Puerta de Alcalá. La primera referencia que tengo de la Puerta, construida en 1778 por el arquitecto italiano Francesco Sabatini, es una canción interpretada por Ana Belén y Víctor Manuel: “Miralá, miralá, la Puerta de Alcalá...”

Antiguamente, Madrid estaba amurallada y esta era una de las cinco entradas. Otra curiosidad es que figura como el primer Arco del Triunfo construido en Europa después de la caída del Imperio Romano. Como dice la canción: “Ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo...” Personalmente, prefiero de Ana Belén escuchar “El hombre del piano”.

Es importante reconocer y valorar la diversidad de formas en que las personas expresan su orgullo y apoyo a la comunidad LGBTQ+. No todos se sienten cómodos o seguros en un desfile como MADO, y eso no debe interpretarse como falta de valentía. Cada persona tiene sus propios tiempos y formas de manifestar su identidad y apoyo.

Entre las certezas que me deja esta vivencia figura la urgencia de cambiar mentalidades en ciertos círculos de poder que aún influyen en los derechos y vidas de otros. El trabajo hacia una sociedad más inclusiva y justa sigue siendo crucial.

MADO me dio ganas de ver un desfile similar en Camagüey, respetuoso y movilizador. La presencia de familias enteras en eventos como este destaca la importancia de la empatía y la solidaridad.

La jornada no estuvo exenta de controversia, especialmente en relación con el cartel promocional. Las banderolas en la ciudad mostraban imágenes como tacones rojos, condones y copas de cóctel. Simplifican de manera superficial las luchas y la identidad de la comunidad.

El desfile, con su colorido y celebración anual, es una vitrina de visibilidad y orgullo para la comunidad LGBTQ+. Sin embargo, este evento contrasta fuertemente con la realidad cotidiana de muchos miembros de esa misma comunidad, especialmente en barrios como Chueca, sobre el que se dice que huele a orina.

Indiscutiblemente, MADO, más allá de la fanfarria y de aires cabareteros, debe calar en ese compromiso a seguir trabajando para crear un mundo donde cada individuo pueda vivir auténticamente y ser respetado por quien es. Que el llamado a la lucha y el despertar de conciencia no se limite a eventos festivos, sino que sea un desafío constante. Así las cosas por Madrid, y pensar, como señala un coterráneo, que aún en Cuba estamos lejos de una realidad con tantos matices para esa paleta de colores.