CAMAGÜEY.- “La COVID-19 ya no mata a nadie”, escuché decir en la calle a alguien con el nasobuco a modo de babero, totalmente desprotegido. Como él piensan muchos hoy. Es cierto que las vacunas cubanas han demostrado altos niveles de efectividad, pero no son la varita mágica y mucho menos la cura específica de una enfermedad que cada vez que parece estar bajo control, ya sea por la aparición de nuevas cepas o por relajamiento de las medidas de contención, nos hace recordar que todavía circula y que puede matar.

Precisamente eso está pasando, la percepción de riesgo ha bajado tanto que hoy proliferan actividades con grandes concentraciones, fiestas populares, eventos deportivos masivos y hasta un concierto con aforo limitado, en el que, sin embargo, bastó pasar cerca para comprender que con un caso de la variante Ómicron en ese lugar se hubiera dispersado más el virus.

Así mismo, el control sanitario internacional tiene que ser más efectivo, repetir el PCR al quinto día, tal como establece el protocolo que no siempre se cumple, porque si bien hoy los casos importados no son representativos, el año pasado en esta fecha parecía que se lograba un control sobre la enfermedad y por los incumplimientos de lo normado para los viajeros, sufrimos las peores cifras de toda la pandemia.

Pongo estos ejemplos entre los tantos que hay para ilustrar la irresponsabilidad individual y colectiva, en espacios privados e institucionales y la violación de las medidas que se orientaron para enfrentar estas variantes más trasmisibles que nos pudieran llevar a escenarios muy complejos, pues las nuevas aumentan cinco veces la velocidad de expansión.

Si antes hablábamos de 17 segundos para contagiarse, hoy el tiempo que necesita el virus para pasar de una persona a otra es mucho menor; debido a que sus partículas son menos pesadas y a diferencia de otras cepas que caían más rápido al piso, esta queda un mayor tiempo en el aire.

Imagen: Tomada de bbcmundo.comImagen: Tomada de bbcmundo.com

Los casos confirmados con PCR esta semana rondan un promedio de 300 diarios, más del 90 % autóctonos y muchos de ellos asintomáticos a la hora del diagnóstico, lo que impone extremar el cuidado y entender que el nasobuco y la desinfección de manos y superficies sigue siendo de vida o muerte.

Una tasa de incidencia de 382 confirmados por cada 100 000 habitantes ubica a la provincia entre las tres peores del país. Una vez más, con una alta dispersión del virus, Camagüey acumulaba 2 912 casos autóctonos este año, 1 832 focos activos, de ellos 58 a partir de viajeros y solo dos territorios con tasas inferiores a 100, Vertientes y Esmeralda.

Enero ya acumula 43 embarazadas y dos puérperas positivas, un alerta que debemos hacernos todos los que tengamos en nuestro entorno una gestante, pues todavía no se sabe qué consecuencias a largo plazo pudiera traer para el bebé.

Otro grupo sobre el que hay que prestar especial atención son los niños y adolescentes, cuando apenas llevamos 15 días del año ya suman casi 500 casos, cerca de un 20 % de los confirmados.

Para que se tenga una idea del deterioro de la situación epidemiológica, en diciembre el promedio de casos diarios era de apenas 17. Con los números actuales, enero culminaría con más de 5 500 casos.

La alta contagiosidad de Ómicron hace que la cantidad de infectados en la provincia se duplique cada 48 horas.

La actual semana, según los cálculos matemáticos, será la de mayor expansión del virus, con una explosión de más de 15 000 infectados y 16 000 activos, cifras que asustan con solo leerlas.

Además, se calcula que alrededor del 90 % de la población estará propensa a enfermar.

Bajar la curva de estos pronósticos depende de la responsabilidad que seamos capaces de mantener no solo como sociedad, cerrando instituciones, municipios y provincias, sino también en el orden individual.

Salir a la calle significa hoy un riesgo multiplicado. Si bien no estamos como en los peores momentos de transmisión que nos deparó el pasado calendario, gracias a los altos niveles de vacunación, es tiempo de entender que si no se frena ahora, las cifras pueden llegar a ser superiores a las de los escenarios más desfavorables.

Lamentablemente, la pandemia no ha terminado y hoy nos estamos comportando como si ya fuera historia.

En Camagüey se aplican, desde diciembre, las vacunas de refuerzo, para ello la provincia dispone de unas 300 000 dosis, pero no será suficiente si no acompañamos el esfuerzo del país también con dosis de responsabilidad y de sentido común.

¿Quién ha dicho que por el puño no se pega, quién puede asegurar que en un abrazo o en un beso no nos va la vida? Aunque los cubanos somos cariñosos por naturaleza, es tiempo de demostrar ese cariño cuidándonos y cuidando a los demás.

Como advertimos hace un año, en estas mismas páginas, creer que porque no tengo comorbilidades o porque soy joven y fuerte la COVID-19 será como un catarro común es similar a jugar a la ruleta rusa. Sean las presentes líneas como un alerta temprano de lo que pudiéramos volver a sufrir.