Desde su inauguración hace unos meses, con bombos y platillos, porque así lo merecía un local de este tipo, las aspiraciones de convertirla en el espacio ideal de los lugareños para el disfrute de la buena música y el baile, han quedado solo en eso: un anhelo que no acaba de concretarse.

La razón, pues muy sencilla, la afluencia de público es muy baja, y la mayoría de las presentaciones se suspenden por esta causa. Solamente una, de las cuatro veces que he visitado el centro, el grupo pudo tocar tres canciones para la misma cantidad de personas; el resto de las ocasiones no hubo necesidad siquiera de armar los instrumentos en el escenario porque nadie asistió.

En esto influye el costo de la entrada, 50 pesos en moneda nacional y sin derecho a consumo, a excepción del viernes, que se cobran $10 para aquellos con carné de la FEU. Si bien es cierto que a este precio, y muchas veces mayor, hay espacios en la ciudad en los que no se disfruta de la música en vivo, sino grabada; la Casa de la Música no logra atraer las miradas ni competir con sus opciones recreativas.

Casi la totalidad de los grupos que allí se presentan forman parte del catálogo del Centro de la Música, y por lo general trabajan en el territorio provincial o nacional por un precio tres o cuatro veces superior que el que ganarían si se llenara el “Baila Conmigo”, aun cuando cobran el 70 % de las entradas, nada rentable si la asistencia de público es mínima. Vale resaltar que ninguna agrupación de talla nacional aceptaría tocar en el lugar con ese importe en la entrada, aunque la mayoría reclame que es elevado.

Según datos ofrecidos por el director del Centro Provincial de la Música, Everardo Velázquez Almeida, actualmente la recaudación de un fin de semana no supera los 4 000 pesos, exceptuando la ocasión en que actuó Arnaldo y su Talismán, cuando excedió los 10 000 pesos. Los números hablan por sí solos de las pocas ganancias que se logran con el local desde su apertura.

Por otro lado, atenta la ubicación del lugar, pues no se encuentra en las arterias fundamentales de la ciudad por donde transitan varias rutas de ómnibus urbanos que sí favorecen a otros centros culturales, por lo que el acceso desde varias zonas de la cabecera provincial es por tanto limitado.

No obstante, a mi juicio, las estrategias de promoción —hasta ahora nada efectivas— constituyen el mal mayor de la Casa de la Música camagüeyana. Cualquiera que pase por la instalación lo menos que deduce es que allí radica un centro cultural; no hay un afiche o un cartel que anuncie el sitio, una pancarta para dar a conocer la programación, y los medios de prensa muy pocas veces se convierten en eco de ella.

¿Quiénes conocen que el viernes es un día destinado a los más jóvenes; el sábado a la música popular bailable; o el domingo a los del danzón? ¿Cuántos han disfrutado de las variadas ofertas gastronómicas, desde bebidas, incluida coctelería, hasta comestibles? Muy pocos; hasta Gastronomía se vio en la obligación de reducir el personal destinado a la institución, porque de qué vale tener a tanta gente trabajando para tan pocos asiduos.

Se impone, sin lugar a dudas, reflexionar si echaremos por la borda los casi 700 000 pesos en MN y los 18 000 CUC que se invirtieron para convertir el antiguo cine Social en el “Baila Conmigo”; o si pondremos las neuronas y las energías a funcionar para, de una vez por todas, hacer de este espacio el centro cultural que los camagüeyanos no podrán eludir.

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