Al lector
¿Hacia dónde mirar y qué aspiramos encontrar? Son las preguntas movilizadoras de esta edición de La Hendija, levantada como hospital de campaña porque las lecturas también ofrecen vías de sanación. Por eso nos asomamos a la precaución escrita por un inventor de historias verosímiles que hoy se nos parecen demasiado a la realidad. Aprovechamos para cantar a coro los versos de la primavera de un camagüeyano universal. Y también nos regalamos el abur del eterno retorno a un maestro de la épica arraigada al imaginario popular de los cubanos. Si al vernos en casa nacen más sugerencias de buena familia, en Adelante seguimos recibiendo cada idea con alegría y de antemano agradecemos con el saludo de codo a codo.
Foto: Tomada de Fotogramas
VIÑETA
La cuarentena*
Por Gabriel García Márquez
Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta de que la peste había invadido el pueblo, reunió a los jefes de familia para explicarles lo que sabía de la enfermedad del insomnio, y se acordaron medidas para impedir que el flagelo se propagara a otras poblaciones de la ciénaga. Fue así cómo les quitaron a los chivos las campanitas que los árabes cambiaban por guacamayas, y se pusieron a la entrada del pueblo a disposición de quienes desatendían los consejos y súplicas de los centinelas e insistían en visitar la población. Todos los forasteros que por aquel tiempo recorrían las calles de Macondo tenían que hacer sonar su campanita para que los enfermos supieran que estaban sanos. No se les permitía comer ni beber nada durante su estancia, pues no había duda de que la enfermedad solo se transmitía por la boca, y todas la cosas de comer y de beber estaban contaminadas por el insomnio. En esa forma se mantuvo la peste circunscrita al perímetro de la población. Tan eficaz fue la cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir.
*Fragmento de la novela Cien años de Soledad, que ha circulado por las redes sociales y ha generado mensajes de esperanza y llamados a la conducta responsable.
Foto: Tomada de La Demajaua MUSAS
De un camagüeyano que ganó el apelativo de Poeta Nacional de Cuba, compartimos versos esenciales, porque la poesía alivia; la lectura, sana. Es un poema de su adolescencia, concebido para el cuaderno Cerebro y corazón, que solo publicó cuarenta años después.
ALMA MÚSICA
Yo soy borracho. Me seduce el vino
luminoso y azul de la Quimera
que pone una explosión de Primavera
sobre mi corazón y mi destino.
Tengo el alma hecha ritmo y armonía;
todo en mi ser es música y es canto,
desde el réquiem tristísimo de llanto
hasta el trino triunfal de la alegría.
Y no porque la vida mi alma muerda
ha de rimar su ritmo mi alma loca:
aun más que por la mano que la toca
la cuerda vibra y canta porque es cuerda.
Así, cuando la negra y dura zarpa
de la muerte destroce el pecho mío,
mi espíritu ha de ser en el vacío
cual la postrera vibración de un arpa.
Y ya de nuevo en el astral camino
concretara sus ansias de armonía
en la cascada de una sinfonía,
o en la alegría musical de un trino.
Nicolás Guillén