CAMAGÜEY.- Graciela Fuentes, bibliotecaria de una escuela primaria, dio inicio a la jornada con su muestra La historia de mis títeres, y más tarde compartió una ponencia donde expuso cómo estos personajes de trapo han sido vehículo para narrar, enseñar y emocionar en su labor cotidiana. Su intervención reveló, con sensibilidad, el alcance del teatro cuando nace desde la comunidad y se pone al servicio de la educación, la memoria y el juego.

Aunque la manifestación teatral no es la de mayor cantidad de unidades artísticas dentro del sistema de casas de cultura —como sí sucede con la música o la danza—, sus resultados son contundentes. Lo que logra en impacto, en transformación, en sentido de pertenencia y reflexión compartida, la sitúa en un lugar esencial del mapa cultural comunitario.

La V edición del Festival Provincial de Teatro Amateur Entre gestos y palabras lo demuestra. Desde la apertura, el espacio teórico acogió ponencias valiosas que abordaron, por ejemplo, el uso del maquillaje en agrupaciones aficionadas —tema que, se dijo, también preocupa al ámbito profesional— y la necesidad de buscar alternativas fuera de los productos del mercado, sobre todo en contextos donde ya no hay maquillistas formados como antaño.

También se reflexionó sobre la décima como forma expresiva aún poco explorada en la práctica teatral, aunque es una estructura poética profundamente popular. Se insistió en la urgencia de promover ejercicios escénicos que recuperen ese canal de arraigo. Otro de los momentos destacados fue la exposición sobre un proyecto escolar basado en el pregón como recurso escénico, con la advertencia de no confundir la espontaneidad de la narración oral comunitaria con las formas técnicas del teatro, que pueden diluir esa autenticidad si no se manejan con cuidado.

Además, llamó la atención una puesta creada por padres y niños de la compañía La Andariega, a partir de una investigación colectiva sobre el tema de las brujas. Más allá del resultado estético, lo relevante fue el proceso: la implicación familiar, la escucha mutua, y cómo ese juego compartido se convierte también en aprendizaje y en testimonio. Como ha  señalado Niurki Pérez, trabajar con niños es también una manera de hacer teatro desde el descubrimiento constante.

Aunque uno de los grupos programados no pudo llegar por falta de transporte, eso no opacó la jornada: más bien, reafirmó que el teatro comunitario, por encima de dificultades logísticas o de cifras, persiste.

Habita en bibliotecas, escuelas, parques, casas de cultura, y en cada persona que lo hace posible con sus manos, su voz y su historia.

Especial mención merece el Proyecto eJo, una de las sedes del evento, que acogió con calidez y dinamismo las primeras actividades. Resultó especialmente grato ver tanto movimiento en ese espacio, donde desde hace años se cultiva una labor constante en el trabajo con la comunidad. Sus áreas pensadas para el intercambio y la participación, se llenaron de voces, títeres, ideas, y esa energía viva que reafirma al teatro como un arte de todos y para todos.

Este festival, auspiciado por el Centro Provincial de Casas de Cultura, continúa hasta el 23 de mayo, con presentaciones en el Proyecto eJo, la sala La Andariega y la Plaza del Gallo. Está dedicado a tres figuras esenciales: Iraida Caridad Batueca, Arnaldo Alfonso Rosales y al aniversario 13 del proyecto Pequeños Son.

Más que un evento, Entre gestos y palabras es un espejo donde el teatro devuelve a las comunidades su propia imagen, hecha de imaginación, memoria, crítica y afecto.