Entusiasta, sí, ¡entusiasta! Dispuesta a lo que se necesite. Revolucionaria, comprometida. Siempre tiene un lío u otro cargando hasta con responsabilidades ajenas… pero “las tareas hay que cumplirlas”, dice, “las cosas tienen que salir”.

Arrastra a un montón con ella en cada una de sus “locuras” cuerdas, muy cuerdas: para conmemorar efemérides, para celebrar victorias, para impulsar la equidad en su comunidad… y lo consigue, y hasta sus detractores disfrutan de las fiestas. Tal parece que Rafaela Castro Rondón lleva en la sangre lo que entraña su apellido.

Desde hace tres años es la secretaria del bloque de la Federación de Mujeres Cubanas 150 D, del consejo popular Julio Antonio Mella, en el reparto de igual nombre, pero asegura haber tenido siempre responsabilidades en la organización dondequiera que ha vivido, y recuerda cuando fue activista de finanzas con solo 14 años.

—¿Cómo era entonces la organización? ¿En qué ha cambiado?

—Me gustó mucho la etapa de federada en mi juventud: los trabajos voluntarios para recoger algodón, tomate… las actividades, la participación; formábamos una gran familia. Ahora veo desánimo, no es lo mismo. Con el pasar de los años y de todas las oportunidades creo que debía haber más sentido de pertenencia, de gratitud, de amor, y a veces creo que sucede lo contrario.

—¿Por qué cree que deba mantenerse viva?

—Gracias a ella hoy vivimos una realidad diferente a la de nuestras abuelas. Nos emancipó, nos dio otro lugar en la sociedad. Constituye un legado del Comandante y de Vilma. Además, continúa preparándonos, nos guía, nos defiende, crea un enlace especial entre sus miembros y desde sus filas también hacemos Revolución.

—¿Cuál considera hoy la principal función de las federadas?

—La educación y preparación de la familia y de los jóvenes, que son el relevo, y con eso también defendemos la Revolución y aportamos al país, al igual que desde nuestro puesto de trabajo.

—¿Qué hace para motivar a las otras mujeres?

—El ejecutivo se reúne todos los meses. Entre otros asuntos, intentamos conocer sobre las federadas que tengan los mayores problemas y ayudar a resolverlos con la cooperación de las cuadros que nos atienden. Programamos actividades para recordar fechas históricas, realizamos trabajos voluntarios para embellecer la comunidad y combatir al mosquito, coordinamos ferias, insertamos exposiciones de creadoras… Se vincula toda la comunidad y nos apoyamos en los Comités de Defensa de la Revolución.

—¿Tiene jóvenes entre sus dirigentes de base?

—Casi ninguna, no resulta fácil que asuman responsabilidades, y por más que nos lo hemos propuesto encontramos negativas; sin embargo, se mantienen a la vanguardia en la provincia.

“No es fácil, pero se cumple porque el bloque tiene mucha unidad. Cuando analizas bien una tarea y la asumes con entusiasmo, así les llega a las demás personas, eso se transmite. Además, tenemos el apoyo del núcleo zonal, los CDR, la Asociación de Combatientes y la incondicionalidad del delegado, siempre al tanto del funcionamiento”.

—¿Se sumaron sus federadas al enfrentamiento a la COVID-19?

—¡Claro! Se hicieron nasobucos y se repartieron a los vecinos, desarrollamos audiencias sanitarias y continuamos los encuentros cumpliendo todas las medidas de precaución, lo más importante para que no ocurra otro rebrote.

Aunque ya sobrepasó la edad de jubilación continúa trabajando, y no se acogió a los beneficios para su grupo etário por la COVID-19, aun sabiendo al riesgo que se exponía.

“El revolucionario no se retira, cumple con todas las tareas de su radio de acción. ¿Cómo no iba a estar cuando más se me necesitaba? El Estado ha hecho todo para controlar la pandemia, por eso he estado pesquisando, en la visita a viajeros, haciendo las pruebas rápidas… Amo mi profesión porque es digna y he salvado muchas vidas en Cuba y fuera de ella. Si volviera a nacer volvería a ser enfermera”.

Así asevera esta supervisora del Grupo Básico de Trabajo No. 2 del policlínico Este, secretaria de su núcleo del Partido y docente. Formó parte de la misión militar cubana en Etiopía a mediados de la década de 1980, por lo que ostenta la Medalla Internacionalista de Segunda Clase, y luego ha estado en Venezuela, Belice y Nicaragua.

Por su desempeño laboral mereció las medallas Jesús Menéndez y Hazaña Laboral, junto a otros reconocimientos entregados por las organizaciones políticas y de masas, porque no hay dudas, Rafaela es de la vanguardia femenina del país.