CAMAGÜEY.- Degar Humberto Puentes Fernández y Jennifer Collymore Torres dejaron su huella en el hogar de ancianos Manuel Ramón Silva, el más grande de su tipo en Cuba.

Mientras la mayoría se quedaba en casa cumpliendo las medidas de distanciamiento físico, a ellos les tocó hacer algo más. Internarse por 14 días en un lugar a apoyar, en lo que hiciera falta, se dice fácil pero no lo es y menos en tiempos de COVID-19.

“Por la mañana hacíamos de todo, ayudábamos en lo que pudiéramos a los trabajadores del Hogar, en la tarde-noche alegrábamos el ambiente con nuestro arte.

Varios del proyecto Golpe a Golpe pasamos por allí y a la hora de la despedida no querían que nos marcháramos”, contó Degar, cantante, rapero y profesor de inglés.

Jennifer apunta: “antes habíamos brindado arte en Internet. Queríamos ser útiles en el aislamiento y creo que nuestro apoyo llegó a más personas gracias a las redes sociales”.

A Degar ese período le recordó su etapa de Servicio Militar. Por la mañana cumplía con la misión que le encomendaron, “me correspondió la sala de aislamiento. Había que hacer magia para mantener a los abuelos allí, sobre todo porque tenían algún síntoma respiratorio y no podían estar con el resto. Siempre tuvimos los medios de protección para no enfermar.

“Por la noche hacíamos actividades, se alegraban, bailaban, cantaban… creo fuimos una luz para ellos, incluso hasta aquellos con alguna patología psiquiátrica se involucraron mucho con nosotros. Correspondimos a ese cariño. A veces nuestras familias iban a darnos vueltas, a llevarnos algo que nos hiciera falta y siempre se dieron cuenta de que estábamos contentos por estar allí.

“Es algo bueno para contar mañana. Muchos no teníamos idea de lo que era esa edificación y ahora siento que allí quedó un pedacito de mí. Aproveché el tiempo. No estuve tres meses en casa sin hacer nada”, dijo.

Jennifer sí conocía el lugar. Había ido otras veces a cantar, “pero estar 14 días es otra cosa, en la sala donde trabajé atendíamos 26 abuelitas y las ayudábamos en todo. Nos llegamos a querer como familia. Normalmente los que están en mejores condiciones pueden salir, dar vueltas, pero en ese tiempo para cuidarlos no se les permitía y nosotros fuimos su entretenimiento”.

Conscientes de los riesgos, pesaban más las motivaciones de aportar lo suyo en un lugar muy sensible, “nos cuidamos, no nos enfermamos y les alegramos la vida a esos viejitos”, sentenció Degar, quien refiere que ese humanismo lo aprendieron de Fidel, a pesar de que casi no lo recuerdan bien en acción y vigoroso. “Cuando uno va a esos lugares y ve como se atienden las personas, es imposible no recordar al Comandante, esa convicción de dar sin esperar recibir algo a cambio la aprendimos de él”.

Estos dos muchachos son la muestra de que Fidel no se equivocó cuando daba las coordenadas en un momento de crisis en el que parecía que nos quedábamos solos y alertó “lo primero que hay que salvar es la cultura”.

Con apenas 18 y 21 años, inspirados en su ejemplo, Degar y Jennifer fueron a salvar la cultura, alegrar corazones y a golpear a la COVID-19.