No estábamos en la esquina, pero sí seguíamos en la Calle de los Cines. En el Dodo’s Café del Cine Encanto, una pequeña planta eléctrica garantizaba, con su ronroneo constante, la posibilidad de ver y estar. Porque en estos tiempos de apagones enormes, sostener un espacio para hablar de arte es casi un acto de fe.