Cada año, cuando comienza el Festival de las Artes de Castilla y León, FÀCYL, la ciudad se prepara para algo más que un festival: se abre a una transformación. Sus calles, sus plazas, sus muros y su cielo se convierten en soporte, en telón, en interlocutores. Es una cita esperada. Se ha ido sembrando en los habitantes una expectativa, una certeza: algo grande, algo que no hemos visto, nos espera. Y lo que ocurre no es solo espectáculo, es una experiencia urbana compartida.