CAMAGÜEY.- La primera vez que Marina Sospedra se paró al frente de un aula estaba cumpliendo un deber. El Comandante Fidel había hecho un llamado a los jóvenes para fomentar la formación de profesores, y ella se incorporó al Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech porque el país lo necesitaba. Sin experiencia alguna en el magisterio, pero con el compromiso de cumplir la tarea, fue poco a poco enamorándose de la profesión.

En 1969 escaseaban los maestros en Camagüey, y se pidió la disposición de alumnos para impartir clases. María del Carmen Pérez no dudó en aceptar porque era monitora de Química y le encantaba la asignatura, tiempo después acumularía experiencia docente en varias enseñanzas.

La historia de Elianis Varona es diferente. Matriculó en Medicina por embullo de las amistades, y tras un año en la carrera se dio cuenta de que no era lo suyo: quería ser maestra como sus padres.

A Marina, María y Elianis las une una misma meta: formar personas de bien. Hoy Adelante Digital conversa con estas tres profesoras del instituto preuniversitario urbano (IPU) Álvaro Morell, cuya labor va más allá de enseñar los procesos de división celular, la tabla periódica de los elementos, o a despejar ecuaciones.

“Nuestro papel es primero educar con el ejemplo, y luego con los contenidos. Desde que te levantas hasta que te acuestas, no solo en la escuela, también en la calle, la parada, en la casa”, considera Marina, graduada hace 50 años y ahora reincorporada para impartir Biología.

En sus inicios le tocó trabajar en las sesiones matutinas y estudiar en las tardes, ejerció la docencia en Ceballos y Sierra de Cubitas, pero las dos décadas que pasó en “la Vocacional” la terminaron de formar, por la exigencia. “Llegó la hora de jubilarme y no encuentro cómo dejar a los muchachos. Esta es una actividad noble, desinteresada, amorosa, de mucho sacrificio. Contribuir a que desarrollen el talento que tienen desde edades tempranas nos hace sentir agradecidos, pues es parte de nuestra función fundamental”.

“Tenemos un buen desarrollo en la educación en Cuba, aunque no viva sus mejores momentos. Hay que perfeccionar algunos aspectos en cuanto a la formación del personal docente y los métodos para evaluar”, opina. “El maestro tiene que tener una preparación política, cultural, académica y psicológica muy fuerte, porque el trabajo es arduo y diferenciado”.

Una de las vías que utiliza Marina para lograr un mayor vínculo con sus aprendices consiste en mantenerse actualizada con los temas del momento, por eso no resulta raro verla debatir en aulas y pasillos sobre deporte, música, series, el acontecer nacional o internacional.

Sin embargo, le preocupa la influencia negativa en los hogares: “Algunas familias actualmente están muy deterioradas en cuanto a principios, costumbres, exigencias, valores, y al educador le cuesta mucho trabajo poder interactuar con ellos. Aun así, no concibo alejarme del sector”.

María del Carmen concuerda en que “familia y escuela deben estar unidos”. También reincorporada, presume de su tránsito por una larga lista de centros educacionales: politécnicos, escuelas deportivas, secundarias y preuniversitarios. Aunque afirma sentirse cómoda en cada nivel de enseñanza, prefiere esta última porque los estudiantes tienen aspiraciones de obtener una carrera y se concentran más en los estudios.

“Tengo la costumbre de visitar a mis alumnos siempre que puedo, fundamentalmente a los de mayor dificultad. Hay familias que no educan correctamente a sus hijos, ni se preocupan por su formación académica. En esas casas desciframos el origen de muchos problemas, ahí comprendemos el accionar del muchacho y la importancia de ayudarlo. Algunos salen de la escuela y trabajan de forma particular porque tienen necesidades”.

“Se nos dio el caso de uno que vivía solo porque sus padres se fueron del país. El joven llegaba a veces tarde porque no tenía quién lo levantara y dependía de vecinos para que le hicieran la comida. La situación era difícil, pero lo acompañamos y logramos que se graduara”, relata con orgullo.

“Hemos tenido alumnos con mala conducta que luego de intercambiar con ellos, dialogar con la familia, visitarlos, conocer cómo es la comunidad dónde viven y darles tareas diferenciadas han cambiado su comportamiento para bien”.

Un punto a favor con el que cuenta Elianis es el de ser joven, pues los estudiantes sienten mayor afinidad con ella al tener una edad más cercana a la suya. Tras cambiar de carrera, rápidamente se vinculó al IPU mientras cursaba la Licenciatura en Educación Matemática, para impartir esta materia.

“Inicié el día que cumplí 19 años, y tuve un gran apoyo en la profe Norma Suárez, que se encargó de tutorarme. Yo ya le tenía un gran amor a la profesión, pues la llevo en la sangre, pero ella terminó de darme el impulso que necesitaba”.

Consciente de las ventajas que suponen los avances tecnológicos, Elianis emplea aplicaciones y softwares informáticos como métodos para transmitir los conocimientos de una asignatura históricamente compleja como la suya. “Han resultado ser muy efectivos, los chicos comprenden mejor los contenidos y la dinámica es superior en los turnos de clase”.

A la joven “profe” le ha tocado también desde lo profesional enfrentar un desafío importante con el escenario político y social de los últimos tiempos en Cuba.

“Nuestro trabajo hoy se ha vuelto más duro, especialmente con la crisis energética. Muchas familias influyen en el pensar de los estudiantes, y algunos no querían venir a la escuela porque no podían planchar el uniforme o dormir bien. Han sido jornadas de mucha más conversación con los estudiantes y los padres, de llegar a consensos para que no dejen de recibir la docencia”.

“En los turnos de Reflexión y Debate que tenemos en el horario escolar dialogamos sobe lo que está sucediendo en el país para hacerles entender la realidad que vivimos, y que no se guíen solamente por lo que se publica en redes sociales, que muchas veces los lleva a tener una actitud negativa. Para eso estamos aquí, de orientarlos se trata una de nuestras tareas”.

La diversidad que abunda en una escuela cubana es otro de los retos diarios: “Hay estudiantes de todo tipo, por eso tenemos que estar preparados para abordar cualquier tema y ser un ejemplo o paradigma para ellos. Llevarlos por el buen camino y formarlos”.

Algo que tiene bien claro Elianis es el aporte que le brindan cada día sus pupilos, motivo por el que no se cansa de su trabajo. “Nosotros también aprendemos mucho de ellos, de sus experiencias de vida, e incluso en lo académico, porque hay estudiantes brillantes que traen nuevas formas de realizar los ejercicios o de analizar determinado contenido que a veces no conocíamos. Uno nunca termina de estudiar y de aprender”.