CAMAGÜEY.- El Sistema Nacional de Salud cubana brinda una atención integral y multidisciplinar a los pacientes oncológicos en la edad infanto-juvenil organizada en centros especializados para brindar el servicio de forma regional en Santiago de Cuba, Holguín, Camagüey, Villa Clara, Pinar del Río y cuatro centros en La Habana incluyendo los Institutos de Hematología y Oncología, con tratamientos que responden a protocolos internacionales estandarizados.
“Hola”, dice levantando la cabeza del regazo materno y alzando la mano. Yoendy a los 2 añitos tiene unos ojazos que desbordan ternura. Nos atrapó, lo sabe.
--¿Ya almorzaste? Pregunto, en medio de un diálogo para el que no te prepara ninguna escuela de Periodismo.
--Sí.
--¿Todo? ¿Seguro?
--Sí. Repite al tiempo que mira a la madre.
--¿Y qué comiste?
--Frijoles… para ponerme grande y fuerte.
“Grande y fuerte”, eso suena a esperanza, pienso y sonrío. Le digo adiós y Leo guarda en una fotografía el beso de despedida.
En la puerta del cubículo el Dr. Juan Carlos Arranz Pozo, jefe de hospitalización del servicio del Centro de referencia territorial de Oncohematología pediátrica para el territorio de Camagüey, Ciego Ávila y Las Tunas radicado en el hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña, nos asegura que el avileño Yoendy Baez Girabel es el príncipe de la sala. “Su carisma y su energía son maravillosos. Tiene un linfoma no Hodgkin, un linfoma cutáneo, el tratamiento es prolongado y los obliga a estar varios meses”.
Desde dentro, sus acompañantes —mamá y abuelo--, reafirman con la cabeza. “Permanecemos dos o tres meses seguidos”, dice ella, “cuando nos toca nos recoge la ambulancia en la puerta de la casa en Ciego de Ávila y directo para acá. Es fuerte pero aquí se desvelan por nosotros, eso nos reconforta”.
DE PROMESAS Y SUEÑOS CUMPLIDOS
En 1998 el Dr. Manuel Oliva Palomino junto a la Dra. María Josefa Pla del Toro y al Dr. Arranz comenzaron a atender los casos de estas patologías en una sala del Pediátrico y soñaban con el día en que fuera servicio, un hecho hace 12 años. La obra del fallecido profe Oliva se agradece en la foto suya que corona el salón de espera, indicativo claro de que “sí, queremos que lleve su nombre, ya estamos en los trámites de aprobación”, asegura el Dr. Juan Carlos.
“Nuestros pacientes --señala la Dra. Pla del Toro, jefa del servicio--, se valoran integralmente, pueden tener una enfermedad del abdomen pero no lo revisamos solo allí. En la atención intervienen todos los servicios del hospital, desde Rx hasta el laboratorio.
“Hay casos en los que se les realizan estudios de primer mundo en La Habana; los de inmunofenotipo, muy costosos, en el Instituto de Hematología y en el de Oncología los moleculares citogenéticos para llegar más preciso a los diagnósticos de las enfermedades, lo cual encamina correctamente al paciente en cuanto al tratamiento y la evolución. El hospital William Soler, también en la capital, se especializa en atender los tumores hepáticos y realiza los trasplantes de corazón e hígado”.
“Aquí los casos más frecuentes que atendemos, declara el Dr. Arranz, son los linfomas del sistema nervioso central, tumores óseos de partes blandas, de hígado, carcinomas y las leucemias.
“La atención regionalizada permite que no falle ninguno de los cuatro tratamientos terapéuticos más frecuentes: la quimioterapia, la radioterapia, la inmunoterapia y la cirugía. Aunque se irradian linfomas y otros tumores que lo necesiten, los tumores cerebrales, por ejemplo, necesitan una radiación con mejor visión y esa se aplica con un acelerador lineal en La Habana y Santiago. En estos momentos se hace un gran esfuerzo por extenderlo a otros centros, pero necesita una tecnología muy costosa.
“Todo en este servicio es caro, los equipos y las drogas utilizadas para aumentar la supervivencia y la curación de los pacientes. El bloqueo afecta muchísimo la compra de las prótesis o los medios para hacerlas y la obtención de materias primas para medicamentos. No obstante, tenemos una fábrica de psicofármacos muy fuerte que ha producido vacunas terapéuticas para tumores cerebrales, para cáncer de pulmón y anticuerpos monoclonales, incluso con ensayos en naciones desarrolladas.
“Nuestro país, por ejemplo, ha participado junto con la Sociedad Europea en los estudios para establecer el protocolo de tratamiento para el hepatoblastoma. El primer paciente fue un lactante en Camagüey y ese trabajo internacional permitió establecer la droga a usar. También formamos parte del que determinó el factor que permite recuperar los glóbulos blancos para que el organismo se defienda. De todos se mantiene un control de vigilancia del resultado y se integran al programa nacional de cáncer”.
El equipo que los atiende excede al del servicio (tres hematólogos, un oncólogo un oncopediatra y el personal de enfermería). De ser necesario reciben asistencia en el “María Curie” y en determinadas cirugías se insertan en el pediátrico especialistas de otros centros. “En caso de tumores del mediastino ha estado con nosotros el Dr. Miguel García Rodríguez, en los de cabeza y cuello el Dr. Jorge Santana Álvarez, y en asuntos ginecológicos el cirujano oncólogo Dr. Pedro Coba Varona”.
--¿La rehabilitación de los pacientes constituye un tema fundamental para ustedes?
--Esta enfermedad cada vez se valora menos como mortal sino como un asunto de largo plazo. Los equipos médicos son multidisciplinarios, incluyen desde el oncólogo hasta el sicólogo y termina la atención en la rehabilitación. Además los siguen en la comunidad las instituciones de Salud y gubernamentales si necesitan un equipo para su mejor tránsito por la patología, y se les da una dieta para reforzar su alimentación con carne y viandas”. El objetivo, que sobreviva con la menor secuela posible y se incorpore a una vida normal.
“La primera medicina consiste en mantener a los niños activos, tenerlos aquí el tiempo necesario pero que sigan en la escuela, que se desarrollen de forma normal. Tenemos, por ejemplo, casos que hoy son médicos y están en remisión de tumores cerebrales… ver a los pacientes desarrollarse, lograr sus sueños deviene el mejor resultado del trabajo”.
Y sigue listando y aumentando los orgullos: “su niña” con miembro amputado primer expediente de Economía y mamá de un pequeño, “su” graduado de técnico medio…
“El diagnóstico temprano resulta imprescindible. Muchos llegan derivados de la atención primaria, otros se estudian a partir de un ingreso en el hospital. Aquí el tiempo es vida.
“En la sala mostramos un bajo índice de infecciones intrahospitalarias con pacientes con sepsis. Vigilamos las manipulaciones, qué pueden adquirir, sobre todo las hepatitis y otras enfermedades. En e el 2020 ningún paciente tuvo que ir a una terapia por una infección”.
Y DE ESPERANZAS
José Camilo tiene 9 años y es tunero. Mientras recibe en la sala ambulatoria los citostáticos juega con su colección de camiones. En agosto tuvieron que amputarle una pierna y regresa una semana cada 21 días. Solo quiso señalarnos su grúa favorita mientras miraba al Dr. Arranz como quien siente llegar a puerto seguro. ¡Tanto se aprende cuando uno se enferma! ¡Tanto saben los niños!
“Juanca (él le dice así) lo adora, y nosotros a él, interviene su tía Amelia. Vaya mija, estos médicos y enfermeras están en un pedestal para toda la familia, son una maravilla”.
Con 17 años Evelyn tiene un carcinoma de ovarios, para llegar al tratamiento quirúrgico la preparan con anterioridad con quimioterapia. “Ella a veces se deprime, confiesa su mamá, pero aquí ha mejorado mucho. Venimos de Nuevitas en ambulancia o en taxis ahora que la COVID-19 limita el tránsito. Desde que llegamos nada se ha trabado, el tratamiento continuo no ha fallado”.
“Los adolescentes son los casos más difíciles, dice Yordanka de Armas González, jefa de enfermería, un reto, suelen deprimirse más. A veces es muy doloroso porque perdemos a los niños, pero siempre, en todos los casos, quedan amistades casi familia. Los días de consulta cuando vemos a los pequeños en seguimiento son de fiesta. En otras salas se preguntan por qué las enfermeras aquí no fluctúan; simple: nos enamoramos del trabajo. Ahora mismo acabo de dejar a punto de dormir a Arletis, de 11 meses, la hice caminar el pasillo completo para que se cansara”.
Pero la pequeña avileña tenía un plan diferente. Por el cristal del cubículo podía verse muy erguida sobre las piernas de su mamá regalando sonrisas a los extraños que asomamos a su puerta. En vías de remisión llegó con un mes de nacida desde su Gaspar natal, diagnosticada con un neuroblactoma en la glándula suprarrenal izquierda con metástasis en el hígado.
Arislay, la mamá, mira el cuarto de hospital y asegura que es el único hogar que conoce la pequeña. Sonríe cuando dice que el año se lo celebran allí, con “los médicos y enfermeras que la han salvado”.
Cada año atienden 30 pacientes con diagnóstico de tumores sólidos y leucemias. “Aquí estamos por la importancia que le da el Estado cubano a estos padecimientos, con la construcción de protocolos internacionales y de investigaciones continuas para lograr la mayor tasa de remisión posible sorteando lo imposible, incluso el bloqueo… trabajamos para que no bloquee a nuestros niños”, termina Arranz y sonríe por debajo del nasobuco.
Cierro la agenda, nos despedimos. En la puerta está Leo, la cámara le cuelga de un hombro y él la mira como cosa ajena. Lo entiendo, hay fotos que no se quieren hacer y textos que duelen, este uno de ellos. Cada vez que entramos al servicio de Oncohematología del Pediátrico el dolor es el mismo. Las últimas palabras del Dr. Juan Carlos se repiten en mi mente y suenan a promesa, a “grande y fuerte”, y puedo sonreír también.