CAMAGÜEY.- El auto se detuvo. Sus paquetes estaban en la acera. Con prontitud los colocó en el maletero del vehículo.
—¿Todo OK?
La respuesta fue a la cubana: asintió con la cabeza, y elevó el pulgar hacia arriba, a la usanza romana. No indagué más.
Los últimos meses trajeron consigo malas noticias: crecieron los contagios por SARS-CoV-2, pruebas de PCR aupados por indisciplinas. El relajamiento social pasa factura, tal vez porque se pensó que lo peor ya era historia antigua. Pero no, allí estaba agazapado.
Fue necesario reactivar los centros de aislamiento, medida preventiva y altamente costosa. La batalla por la salud no cesa.
En Camagüey, entre las más de una veintena de plazas habilitadas en operaciones, aparece el Hotel América, en la céntrica calle Avellaneda, de la Empresa Provincial de Turismo de Ciudad Santa María, cuyo encargo es recepcionar a viajeros internacionales con residencia permanente en el país, quienes, sin costo alguno, guardan el debido aislamiento en tanto esperan por los resultados de los análisis que se les realizan al llegar al país y al quinto día de estancia.
Hay quienes muestran incomprensiones, tal vez porque obvian que esos supuestos extremos no son más que una prueba de cuánto vale una vida en este país. Una pifia, por mínima que sea, puede tener un efecto dominó.
Amarilys Pilliner Blanco es la coordinadora en funciones del grupo asistencial, perteneciente al área de salud del policlínico Rodolfo Ramírez Esquivel compuesto, además, por médico, enfermero, auxiliar integral y un facilitador.
La joven Médico General IntegraI no ha perdido la sonrisa ni la disposición, quizá porque ambas pueden actuar como válvula de escape a las múltiples tensiones cotidianas, las lógicas, las humanas, las que implican cuidar y cuidarse. El sacrificio actual entraña irse de casa. En el mejor de los casos, el retorno se fijaría a los 21 días. Es el protocolo.
“En estos momentos hay 11 pacientes, aunque podemos llegar a 17. El segundo piso se preparó para el aislamiento, deben permanecer todo el tiempo en sus habitaciones”.
—¿Cuáles son las facilidades creadas?
—Se dispone de habitaciones climatizadas, para hasta tres personas. Cuentan con varios canales de televisión, y duchas con agua caliente y fría. Los alimentos se les entregan en envases desechables y embolsados.
“Tenemos personas residentes en Florida, Guáimaro, Nuevitas y Camagüey, llegados de Estados Unidos, España y Angola. Cuando los cuartos quedan disponibles, se realizan las desinfecciones correspondientes, ajustadas a si hubo o no casos positivos”.
—Los resultados de los PCR, ¿llegan rápido?
—Dentro del término establecido. Con la ventaja de disponer de un laboratorio en la provincia, solo se demora si existe alguna duda, pues se envía a otro para confirmar.
Yasnier Padrón Sabido, el administrador, corrobora los vínculos de trabajo establecidos a partir de la experiencia del año pasado.
“Tenemos trabajadores que dieron su aprobación para realizar distintas labores. Y los que no pudieron o no eran necesarios, se reubicaron dentro de la empresa. La actitud en general ha sido positiva”.
La exigencia es visible. Los cordones sanitarios marcan hasta el acceso al local. Nada queda a la deriva. Saben con qué lidian, y cualquier infracción significa peligro.
FUTUROS PROFESORES SE SUMAN
Bulto al hombro, un joven avanza raudo hacia un ómnibus Yutong que aguarda en plena Carretera Central. Deposita la carga en el maletero y es fácil percibir una especie de quietud en el rostro.
Recién había recibido el “aprobado” en el PCR, y ello implicaba ver a su familia, que lo espera en Vertientes, donde reside. Y claro, alejar los peligrosos fantasmas de la COVID-19. Había llegado a Cuba por Cayo Coco, procedente de Rusia.
“Han sido 16 días de larga espera, tú sabes cómo estoy, loco por llegar a la casa, estar con mi gente, ¡ah, y sano!”.
—¿Cómo fue la atención?
—Buena, siempre había plato fuerte, la gente se preocupaba, son muy humanos. Hay algunos detalles que mejorar, pero en sentido general, funcionó.
Fue la primera visión al llegar a la Escuela de Profesores de Educación Física (EPEF) Inés Luaces. Leonel Alfonso Figueroa, el director, respondió preciso desde el principio: “Vamos a ver lo que hacemos, después pregunta lo que quieras”.
El rápido recorrido inició por las condiciones habilitadas, similares a las existentes en la Zona Roja. Baños nuevos, limpios, con mamparas que permiten privacidad. Duchas con sus cortinas. Locales pintados. Higiene.
En la cocina, donde se emplea gas licuado para la cocción, el personal es celoso con la limpieza. Se aprecia a simple vista. Las opiniones sobre el menú, positivas, así como su presentación.
“Es que detrás de todo esto hay mucha gente, dice el directivo, y estamos para que funcione, y bien. Nos toca lograr que se sientan bien los días en cuarentena”.
Una joven residente de tercer año de Medicina General Integral, del policlínico Sur de Florida, Dailín Morales Masjuán, atiende la Zona Roja.
“Ahora asisto a pacientes arribantes de Estados Unidos y Jamaica, y las previsiones es que la cifra varíe. Podemos acoger hasta 48 viajeros con residencia en Cuba”.
Para la coordinadora Alina Bernal, de profesión estomatóloga, el día a día de sus dos semanas de permanencia entrañan una preocupación constante para todo el equipo bajo su conducción.
“Nuestro grupo lo componen un médico, una enfermera, una epidemióloga, una asistente dental, pruebas de PCR junto a cuatro trabajadores de la Dirección de Deportes (Inder), dos de ellos de la escuela, quienes respaldan el hacer en la Zona Roja”.
Los procedimientos responden a protocolos bien definidos. El acceso de los familiares es solo hasta la puerta para dejar algún artículo muy esencial, el cual es chequeado, asentado en documento oficial y sometido a desinfección. Las camas se ubican a la distancia requerida, las superficies lisas se limpian con hipoclorito, además de la exigencia de usar las mascarillas y el lavado constante de las manos con agua y jabón.
Resulta permanente la presencia de algún miembro del Consejo de Dirección, dijo Ernesto Gutiérrez, el subdirector administrativo, quien resaltó el hacer de todo el colectivo.
El sistema de salud está en tensión, y también la sociedad en pleno. El país desembolsa millones de pesos en garantizar a sus ciudadanos la atención exenta de pago, incluidas las pruebas de PCR, con un alto costo en moneda libremente convertible, aun en medio de fuertes privaciones económicas. Mas, la batalla por la vida en Cuba tiene otros cientos de ejemplos.