CAMAGÜEY.- La vida profesional de la Dra. María del Carmen Romero Sánchez, especialista de de 1ro. y 2do. Grado en Medicina General Integral (MGI), Máster en Longevidad Satisfactoria y Educación Médica, y Profesora Auxiliar y Consultante, ha estado repleta de retos desde sus inicios. Cuando se graduó de médico en 1984 fue una de los siete seleccionados para el comienzo en Camagüey del Programa del Médico de Familia.

¿Cómo acogió esta elección?

—La realidad es que era algo incierto, desconocido, por supuesto por lo novedoso en sí mismo, además, toda mi formación había sido de otri modo y con la referencia de la atención secundaria de salud, o sea, a nievl de hospitales.

“A los siete nos ubicaron en el área de Salud Ignacio Agramonte en consultorios que aún no tenían sus viviendas. En mi caso fui ubicada en el Consultorio Número Uno de la calle Coronel Labrada, cerca de la antigua fábrica de refrescos Pijuán y estuve allí por ocho años. Es increíble que aún muchas de las personas que atendí me recuerden y me saluden con mucho cariño, incluso, hace poco estaba en tribunales de exámenes y evalúabamos a una alumna que era nieta de una paciente que tuve en esa época y atendí el embarazo de su mamá. Eso es gratificante.

“Fue una época muy linda, ese vínculo directo con la población resultó especial, en ese entonces trabajamos con las 120 familias, con alrededor de unos 540 habitantes. El Programa fue concebido para atender a las familias de manera integral. Trabajaba en la mañana en consulta y todas las tardes hacía terreno, o sea, visitaba los hogares, y en lo que se llamaba horario deslizante una vez al mes una semana laboraba en horario nocturno y fin de semana y así no quedan desprotegidos quienes trabajaban.

“Comenzamos a completar el esquema de vacunación de esas personas, la citología orgánica de las mujeres, impartíamos educacion sanitaria en una población virgen en ese sentido y diversa a la vez por los grupos de edades y manteníamos un vínculo directo con la farmacia cercana”

¿Qué otras novedades recuerda?

—Por ejemplo, la creación de los círculos de abuelos, los de embarazadas y puedo decir que tuvimos una bonita acogida por parte de la población, que a la vez nos atendía, nos brindaba amor y mucho apoyo. Son recuerdos muy gratos, era vital la atención a las gestantes y a los niños, uno era capaz de identificar riesgos de salud en esas personas, los atendíamos y también intervenimos en familias disfuncionales.

“Dentro de esa etapa, en 1986, nació mi hija —la primera de mis dos retoños—, ya había hecho el primer año de familiarización y los tres de especialización en Medicina General Integral (MGI) desde el mismo consultorio porque los miércoles en la tarde recibíamos la docencia en la policlínica y allí nos brindaban el apoyo con las interconsultas que necesitábamos.

“El mensajero nos traía los resultados de los análisis complementarios para que no tuviéramos que movernos, el material estéril, el pedido de medicamentos y así no nos movíamos del consultorio. Allí comencé junto con la enfermera Olga Cuevas, quien hizo la licenciatura desde su puesto de trabajo”.

¿Y pasados esos ochos años?

—En 1992 y por un año integré el Grupo Básico de Trabajo (GBT) porque se decidió colocar a un MGI de coordinador, pues antes era solo el pediatra, el obstetra, el clínico y el psicólogo. Nació mi segundo hijo y al reincorporarme me propusieron la subdirección docente de la policlínica Ignacio Agramonte donde estaba como directora la Dra. Josefina Collot desde el inicio del Programa.

“Ya en ese entonces había cobertura con 41 consultorios del Médico de Familia y después cuando se dividió la ciudad en distritos parte de esos consultorios pasaron al área de Salud José Martí (Centro) y otra a la Finlay.

“En esos consultorios se formaban residentes y contábamos con los estudiantes de Medicina. Surgió la necesidad de tener a alguien que se encargara de la docencia desde la policlínica y asumo su dirección en 1997 donde permanecí por diez años y siempre vinculada con la Atención Primaria de Salud, la guardia médica, la consulta de regulación menstrual y donde me necesitaran, como en las zonas rurales una vez a la semana”.

Recuerdo que usted y la Dra. Alina León de la Torre fueron las primeras en alcanzar el 2do Grado en MGI en la provincia, ¿qué se derivó de esa determinación?

—En efecto, eso ocurrió en 1999 y el examen se realizaba entonces en La Habana y en el 2000 nos hicimos Profesoras Auxiliares las dos y empezamos como tribunal para los MGI de esa categoría, del que he sido la presidenta durante todos estos años. En sus inicios fue con carácter territorial, atendíamos a Camagüey, Ciego de Ávila y Las Tunas”.

¿Ha cumplido misión internacionalista?

—La primera en el año 2006 fui a atender la docencia en la República Bolivariana de Venezuela como itinerante por tres meses y se convirtieron en nueve, allí tenía que ver con las asignaturas Sociomédicas del Programa de Medicina Integral Comunitaria que empezaba y fue en los estados de Zulia, Falcón y Lara, por solo mencionar algunos. Luego me refieriré a la segunda misión.

¿Y a su regreso?

—Se me dio la tarea de comenzar como Rectora de la Universidad de Ciencias Médicas Carlos J. Finlay y estuve en ese cargo desde el 2008 hasta el 2018. Ese fue un reto enorme porque mi vínculo con la docencia era desde la asistencia. Fue un trabajo arduo y gratificante. Debía lograr que ese claustro de Profesores de tantos años de esa Casa de Altos Estudios me identificaran, algo que con un buen equipo logré, confieso que me dediqué con amor y entrega a esos años y siempre seguí siendo una fiel defensora de la Atención Primaria de Salud, porque también fui tribunal de examen de la rotación y de graduación de MGI y con proyectos comunitarios muy sensibles.

¿Qué debe caracterizar a quienes se encargan de la formación de profesionales de la Salud?

—Sin dudas a la formación de médicos y de profesionales de la Salud en general hay que entregarle el corazón, de ahí la importancia de esos diez años de mi vida, y los disfruté. Cuando haces buena empatía con los estudiantes te identifican y te acogen con mucho cariño y eso satisface”.

Se impone conocer, ¿qué vino luego de esos diez años?

—Al terminar esa tarea de diez años el Ministro de Salud Pública me propuso ser la directora nacional de la docencia de la Misión Médica Cubana en Venezuela, y estuve en Caracas durante 38 meses, radicábamos allí; sin embargo, viajé prácticamente a los 24 estados de esa nación y en cada uno encontraba a algunos de esos médicos que fueron alumnos y al identificarme me decían: ‘Profe’, y es muy bonito eso, y que te digan que su título está firmado por uno, es halagador, en extremo.

“Aparte de coordinar la docencia cubana lo hacía con el vínculo con la Universidad de Ciencias de la Salud que se fundó en el 2016 y es donde son titulados los médicos comunitarios integrales de ese país, los que ya suman más de 28 000 graduados. De todas maneras la misión cubana es la que planifica el curso, los documentos metodológicos, los exámenes, la calificación y el control de las notas de secretaría para todo el país. Un trabajo fuerte y siempre bajo el precepto de defender la formación con calidad”.

¿La aparición del coronavirus SARS-CoV-2 causante de la COVID-19 la sorprendió en Venezuela?

—Así fue y a pesar del cuidado personal y la exigencia permanente sobre nosotros me contagié con esa enfermedad, fue inevitable. Fui positiva en agosto de 2020, estuve ingresada más de una semana en el Centro de Diagnóstico Integral (CDI) Montalván donde atendían a los colaboradores y recibí el tratamiento registrado en el protocolo de Cuba. Fue muy difícil pasar por la enfermedad y sobre todo la recuperación.

“Desde el inicio de la pandemia trabajamos en un sistema de capacitación dirigido a los colaboradores de todos los perfiles y cada uno desde el suyo ocupacional y en la ventilación de los pacientes porque el equipamiento técnico estaba, pero fueron entrenados por los especialistas en terapia intensiva e internos y se diseñó un curso teórico-práctico para los profesionales de los 573 CDI del país, sin dudas, una labor ardua y sistemática mediante vídeoconferencias también con la Unidad Central de Colaboración Médica del Ministerio de Salud Pública de Cuba y recibimos los medicamentos desde nuestro país para ser utilizados en nuestros colaboradores.

“Igual mantuvimos las encuentas que el Centro de Inmunología Molecular (CIM) requería para acreditar los medicamentos necesarios. En julio de 2020 me tocó apoyar la dirección del estado Miranda por más de 15 días porque algunos colaboradores estaban enfermos”.

Ya en su Camagüey, esta mujer sencilla y talentosa, con una hablar pausado y perfecto y motivada a estudiar Medicina por su hermano, nueve años mayor, continúa enfrentando retos y aportando sus saberes en su Universidad Médica...

"Laboro en el Departamento de Salud Pública en la Facultad de Medicina de la Universidad Médica y como nunca se termina me preparo para el examen de especialista de Segundo Grado en Administración de Salud y es otro reto que me he impuesto”.

Hace apenas unas horas conocimos que por su excelente trayectoria profesional, la Profesora María del Carmen Romero Sánchez fue condecorada con la medalla Jesús Menéndez, otro motivo más de felicitación en el Día de la Medicina Latinoamericana.