CAMAGÜEY.- Dicen que las piedras rodando se encuentran, y eso nos ha ocurrido en dos ocasiones a Aníval Umpierre Umpierre y a mí. Él procede del poblado de Vilató, en Sierra de Cubitas. Este Licenciado en Enfermería, con 37 años de experiencia, y Profesor Instructor, labora en la policlínica 13 de Marzo, como Enfermero Intensivista en esa localidad. Aunque de él emana una sencillez indescriptible, es de los grandes hombres que en silencio van haciendo historia.
En el 2015 nos encontramos a su regreso de Guinea Conakry, África Occidental, luego de enfrentar como parte de la brigada Henry Reeve a la fiebre hemorrágica del virus del ébola. Él fue el último camagüeyano en pisar su tierra luego de esa batalla que lograron vencer. Ha cumplido misiones internacionalistas también en la República de Angola, en Venezuela y en Haití.
Con enfermo recuperado
Ahora trabaja en el hospital de campaña de la ciudad de Crema, provincia de Cremona, en el estado de Lombardía, Italia. Una vez más de cara a la lejanía de su Patria, sus familiares y frente al SARS-CoV-2.
—¿Por qué de nuevo el paso al frente?
—Constituye orgullo y deber de cubano prestar ayuda a aquel que lo necesite en cualquier parte del mundo y en las condiciones que sean. Ese principio en nuestra carrera nos lo enseñó además el invicto Comandante en Jefe Fidel Castro y muchos que dieron sus vidas por la nación, algunos, incluso, sin ser cubanos. Significa una manera de saldar la deuda con la humanidad y con nuestros propios valores y principios.
—¿Qué de similar encuentra entre la batalla contra la COVID-19 y la del ébola?
—En el enfrentamiento contra esta pandemia hay algunos aspectos muy parecidos como son el riesgo de enfermar y perder la vida, algo que todos tenemos claro. Asimismo, de la gravedad en que se comporta dicha enfermedad. Considero que es aún más violenta en relación con el grado de contagio y la posibilidad de que personas cursen la dolencia de modo asintomático, lo que provoca un mayor número de infestados y resulta muy difícil de controlar si no se adoptan las medidas pertinentes, como el aislamiento social, eslabón fundamental en este caso. Lo distinto radica en que atacamos a una enfermedad diseminada por el mundo, lo cual no llegó a ocurrir con el ébola.
Con enfermo recuperado
—De lo vivido en Crema, ¿qué sabe ya inolvidable?
—Hay innumerables momentos que ya han marcado nuestras vidas. Lo esencial es el dolor de personas enfermas que temen por la pérdida de su vida y las de sus familiares, así como el llanto agradecido por sobrevivir gracias al desempeño de la Brigada y de los profesionales de aquí, entregados para salvar a su pueblo de terribles enfermedades. Hemos vivido esos sentimientos y han brotado lágrimas al saber que el sacrificio no ha sido en vano.
Aníval en uno de sus pocos tiempos de descanso.
—La vez anterior estuvo en África, ahora se encuentra en un país del primer mundo, ¿cómo valora esto?
—Ha sido una experiencia impactante que no olvidaré. Colaborar en un país del primer mundo, compartir el trabajo con su personal y demostrar una vez más que los de la Salud Pública cubana estamos bien preparados, que somos capaces de brindar nuestros servicios en cualquier parte sin importar su desarrollo, resulta algo verdaderamente perdurable. Un aprendizaje es que estamos listos para trabajar con tecnología y sin esta.
“La participación ha sido de absoluto respeto y cooperación, no vinimos a imponer nada, solo a ayudar, y por lo tanto nos regimos por sus protocolos cumpliendo de manera estricta las orientaciones y a la vez intercambiando criterios, los cuales han aceptado. Al compartir con ellos hemos adquirido experiencias para nuestra labor”.
—¿Qué familiares lo esperan en su terruño?
—Mi esposa y mis hijos, el mayor con 32 años, mi niña de 19 y el más pequeño con ocho. Tengo la satisfacción de contar con una hermosa familia, que me ha apoyado en todo momento, al igual que mi mamá y mis hermanos. Me piden que me cuide, que me quieren de vuelta en casa con el deber cumplido y en perfecto estado de salud. Les respondo que todo saldrá bien.
—En el Día Internacional de la Enfermería, ¿cómo catalogaría esta labor?
—Es un trabajo imprescindible. Tenemos un protocolo de atención para cada caso. Permanecemos en contacto con el paciente en todo momento y con un buen actuar hacemos que se sienta mejor psicológicamente, no sufra tanto su soledad y mantenga la esperanza.
“Yo amo mi profesión y a través de ella he podido entregarle a mi pueblo y a muchos del mundo mis conocimientos, solo a cambio del agradecimiento y la sonrisa de muchas personas por haber aportado un grano de arena en su recuperación. Eso es lo más grande que un ser humano puede sentir.
“Por el 12 de mayo, dedico una gran felicitación a mis colegas en el mundo entero. Somos el puntal más fuerte en la Salud Pública. No debemos sentir miedo cuando se trata de salvar la vida del prójimo. Para esa labor estamos preparados. Para cada colega, un gran abrazo, y un iViva Cuba! bien fuerte”.
La pasión de Aníval refrenda lo que escribió Monica Dickens: “La enfermería es como una manía, una fiebre en la sangre, una enfermedad incurable que una vez contraída no se puede curar. Si no fuera así, no habría enfermeros”.
El Día Internacional de la Enfermería, el 12 de mayo, rinde homenaje al nacimiento ese día en 1811 de Florence Nightingale creadora de esta rama de la medicina de manera profesional. Qué mejor tributo que el de los enfermeros cubanos, en la Italia donde nació en la ciudad de Florencia, y esos que como Aníval andan y desandan el orbe para curar, aliviar y hasta acompañar a morir a otros a riesgo de sus propias vidas.