CAMAGÜEY.- ¿Qué iba a pensar Luciano que sus tomates treparían tan “alto”? Empeño sí le puso para que la siembra empalada (crecimiento vertical de la plantación) fuera un éxito.

Pero no había forma de imaginar que “escalarían” tanto hasta ser degustados (junto a sus pimientos y coles) por turistas norteamericanos, canadienses o rusos (¿y quién sabe de cuántos países más?) sentados en el Hotel Colón o en el Gran Hotel, instalaciones ubicadas en el Centro Histórico de Camagüey y administradas por la cadena Meliá.

Ninguna experiencia tenía en el empleo de dicha técnica de siembra, mas eso no lo frenó. Ya con las condiciones creadas en la finca Las Guásimas —ubicada en las inmediaciones de la loma La Ciguapa en el camino de Maraguán— sembró 3 200 posturas de la variedad Celeste, el 24 de noviembre pasado.

“Con 64 días empezamos a recoger los primeros rayones (pintones). Tienen buena presencia y masa. La producción está empezando ahora y ya los he recogido de una libra. Este tomate de ensalada puede cosecharse entre 45 días y dos meses. Si logro que vuelva a retoñar y no se enferme puedo extender el tiempo de cosecha hasta tres meses.

“El sistema empalado resulta mejor que el tradicional, eso se lo aseguro. Se obtienen mejores rendimientos; al estar levantado del suelo se puede mantener el riego mientras esté en producción, desarrolla más y se pudre menos. Otras ventajas es que requiere menos superficie cultivable y humaniza la recogida de la hortaliza”.

El notable incremento de los resultados productivos no es solo apreciación de este campesino. Según especialistas de la delegación del Ministerio de la Agricultura en la provincia, con la práctica tradicional del tomate sembrado de forma horizontal se obtienen 14 toneladas por hectárea, y con el crecimiento vertical logran cosecharse entre 30 y 40.

Tanto esfuerzo convertido en frutos fue comercializado por primera vez este 18 de febrero a través de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Cándido González Morales, del municipio de Camagüey, (a la cual está asociado Luciano) con instalaciones turísticas de la cadena hotelera Meliá.

“Esta posibilidad de vender al turismo da mucho embullo a los campesinos. Cuando el que no produce ve que el de al lado está vendiendo a buen precio, se suma. Yo estoy contentísimo ya que significa (aunque en pequeñas cantidades todavía) un mercado seguro y de buena remuneración. El tomate por ejemplo me lo pagan a 8.00 pesos la libra, mientras que Acopio lo hace a 1.50. De 800 pesos un quintal a 150 hay una diferencia notable. Yo le seguiré entregando a Acopio, pero también al turismo porque además constituye una forma de sustituir importaciones”.

Luciano Márquez Martínez impregna con su ímpetu de 47 años las 2½ caballerías que por el Decreto-Ley 259 le entregaron colindantes con su casa de toda la vida. A la finca le ajusta bien el adjetivo de diversificada porque además de las plantaciones de mango —producción fundamental que alcanza entre los 200 y 400 quintales en cada cosecha— prospera una hectárea de plátano burro, otra de aguacate de injerto y dentro, de forma intercalada, siembra cultivos de ciclo corto como ají y tomate, además de piña y limón. También tiene 53 cabezas de ganado mayor y 67 de ganado menor.

“Yo pudiera sembrar más, pero me falta agua. Tengo todas las condiciones para hacer un tranque en el arroyo y hasta la turbina para bombearla, pero necesito un bulldozer. La empresa agropecuaria me puede ayudar con el combustible y la cooperativa con el aceite, solo necesitamos alguna empresa que nos lo alquile”.

Producir más quiere el hombre de los tomates “trepadores” y en tiempos de tanta escasez bien que lo necesitan el municipio, la provincia, el país.