Este tipo de individuo igual hace ofertas de cambio o compra de monedas, expende productos con precio distinto al del establecimiento, o tratan de convencer con artimañas, como si todos tuvieran que acceder a sus requerimientos.
Y hasta se molestan si el increpado apresura el paso y le da una negativa, o se mantiene en la cola esperando su turno, aunque tenga que estar un buen rato, porque ellos, los acosadores o “luchadores”, se creen el presunto rol de beneficiadores al hacer sus propuestas.
Por supuesto, que en todo esto media el interés de la ganancia a favor de ellos, no por generosidad ofrecen el número uno, el dos o el tres en la fila para reservar un pasaje en ómnibus o en avión, o en la gestión que deberá realizarse en una dependencia estatal donde el que llega primero, termina su trámite antes, sin gran espera.
Pero igual, se da el caso cuando hay eventos culturales y alguien interesado en presenciar el espectáculo acude a la taquilla del teatro para tratar de conseguir una entrada, descubre que resulta difícil, no así para los revendedores, que apostados estratégicamente en los alrededores tienen ganancias fáciles al vender los tickes.
Es un modus vivendi asumido por ellos, sienten que ese es su “trabajo”, tumbarle al prójimo cinco o diez fulas, como ellos mismos denominan, o hasta timarlos en un cambio de moneda libremente convertible, que en muchos casos ha resultado falsa.
En cuanto a los productos en oferta, siempre con precios a su favor, cabe desde una lámpara fluorescente, difícil de adquirir en la shopping porque se agota enseguida su expendio -debido al acaparamiento, entre otras causas-, hasta la socorrida tarjeta de dos pesos cubanos convertibles (CUC) para conectarse en zonas wifi, la cual proponen a cinco CUC.
Se dan casos, por supuesto, que las personas que deben velar porque esto no suceda están implicadas en ese trapicheo y son quienes avisan a sus “contactos” para que acudan en el momento exacto para acaparar la mercancía, dígase de todo un poco.
Cuando esos elementos que forman la cadena, bien sean empleadas y hasta algún que otro funcionario, se entera de alguna verificación o investigación para detectar esos casos, les avisan a los otros eslabones (revendedores) para que ese día no aparezcan por el lugar.
Y así sigue la rutina, el día a día, en que los luchadores no cogen lucha, ni tienen ningún interés en afianzarse en un puesto de trabajo, porque allí no hay "búsqueda", tal como dicen en su lenguaje para denominar las cosas.
Pero quienes viven con lo adquirido gracias al sudor de su frente, se preguntan: ¿cuándo se pondrá fin a tantos desmanes? ¿Cómo cerrar la fuente de ganancias de esos individuos? ?Cuál será la solución?. Es algo así, como el cuento de la buena pipa.
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