Durante 15 años, la mano amiga y desinteresada de la pequeña Isla del Caribe, a más de 10 000 kilómetros, extendió su generoso brazo para contribuir decisivamente, junto al pueblo angoleño, a la proclamación de la independencia de su patria, la liberación de Namibia, y cavar la tumba del apartheid de Sudáfrica.
Ahora se cumple el aniversario 40 de aquella epopéyica gesta que se inició el 5 de noviembre de 1975, respondiendo a la petición de ayuda de Agostinho Neto, jefe del Movimiento para la Liberación de Angola (MPLA), ante el avance de las tropas sudafricanas y los movimientos fantoches al servicio del gobierno reaccionario de Zaire y de la UNITA, respaldados por los Estados Unidos, que pretendían frustrar la declaración de independencia de la nación africana del yugo portugués.
A las puertas de Luanda, en lo que se conoce como la batalla de Quifangondo, fueron detenidos y obligados a retirarse las tropas racistas y sus grupos aliados, por un batallón de las Tropas Especiales cubanas y los soldados del Frente para la Liberación de Angola (FAPLA), permitiendo ello que el día 11 de noviembre, Neto proclamara al mundo la constitución soberana de su patria.
No obstante, en los años sucesivos los sudafricanos y los grupos fantoches se reagruparon en sus fronteras, y comenzaron nuevas acciones para derrocar el Gobierno del MPLA y Cuba se vio en la necesidad de enviar nuevas fuerzas y armamentos, con el apoyo logístico de la antigua Unión Soviética, para impedir que la naciente República fuera aplastada por sus enemigos al servicio del imperialismo, ávido de las riquezas petroleras y mineras de la nación.
Durante alrededor de 15 años, con extraordinarios esfuerzos materiales y humanos, los cubanos echaron rodilla en tierra junto al pueblo angoleño y sus jefes y soldados de las FAPLA, para detener y derrotar las embestidas de los tropas racistas y los grupos del FNLA y la UNITA, liderado este último por Jonas Savimbi, al servicio de las potencias coloniales.
Batallas heroicas y memorables como las de Cangamba, Sumbe, Cuito Cuanavale y otras no menos heroicas y trascendentes, marcaron la ruta de la victoria angoleño-cubana y la derrota definitiva del apartheid en África.
En Cuito Cuanavale se sepultó el poderío militar sudafricano. Los Mig 21 y 23 de la aviación de guerra cubanos, conducidos por aguerridos y diestros pilotos, se apoderaron del aire y desbancaron a los Mirage, de fabricación francesa, y destrozaron los medios blindados de las fuerzas terrestres, obligándolos a enterrarse y retirarse a la desbandada.
Baste decir que más de 300 mil militares y unos 50 mil colaboradores civiles de la Isla caribeña dieron su apoyo a Angola, y contribuyeron a la liberación de Namibia y a la desaparición del régimen racista de Sudáfrica.
El 24 de diciembre de 1988 los sudafricanos se vieron obligados a firmar los acuerdos de paz y en 1989 salieron definitivamente de Namibia.
El último contingente militar cubano en partir de Angola lo hizo el 21 de mayo de 1991, para regresar victoriosos a la Patria, que los recibió orgullosa de saberlos hacedores de una de las páginas más gloriosas del internacionalismo y de la solidaridad entre los pueblos.
De Angola, como dijera el entonces ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Raúl Castro, solo nos llevamos a nuestros muertos, demostrativo ello del desinterés con que brindamos nuestro apoyo a esa nación africana y al resto de los pueblos de ese continente.
A Angola, como expresó nuestro líder histórico, Comandante en Jefe Fidel Castro, fuimos en cumplimiento de nuestro deber internacionalista y lo cumplimos con todo honor y honra.
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