CAMAGÜEY.- Ana trataba de guardar el celular cuando conversaba con otras personas. Pero si percibía un ruido o una vibración no podía evitar mirarlo. Como la mayoría de los usuarios de estos dispositivos, se despertaba y se dormía observando su pantalla. Todo comenzó cuando cumplió 15 años y como regalo obtuvo su primer teléfono móvil; sin darse cuenta, poco a poco adquirió una severa adicción.

Unas décadas atrás, los jóvenes interactuaban en grupos, frecuentaban lugares y se reunían para “pasar el día”. En la actualidad, la mayoría de las actividades al aire libre se han sustituido por espacios ociosos, ya sea frente a una computadora o un televisor. Y que conste, no ha sido solo como consecuencia de la pandemia de COVID-19, por la cual nos vimos obligados a recluirnos y a desarrollar muchas actividades mediante la “virtualidad”. No, el fenómeno comenzó mucho antes.

Al pasar de los años también las familias han cambiado su sistema de vida. Las reuniones familiares ya no son las mismas que cuando se sentaban a conversar, bailar o practicar juegos de mesa; ahora prefieren estar pegados a las pantallas, incluso, declinan dichos encuentros poniendo por encima de cualquier relación filial el uso de dispositivos digitales.

Las tecnologías modernas traen consigo muchos beneficios, pero a la vez pueden crear nuevos retos y dificultades. La falta de regulación en el hogar genera uso excesivo y adicción. En consecuencia surge la incomunicación y la acción de ignorar a las personas que nos rodean. Dicho comportamiento se hace cada vez más reiterado no solo en adultos, sino entre los más pequeños.

Desde edades tempranas debemos mantenerlos al margen, o al menos controlarles el acceso. Forma parte de las tareas de los padres evitar cualquier tipo de pantalla en niños menores de dos años, no utilizar aparatos digitales como medio para calmar al menor y, sobre todo, fomentar las relaciones sociales con otros niños, por ejemplo, mediante la participación en cumpleaños o visitas a parques.

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La enfermiza adicción a Internet y a las nuevas tecnologías ha sido diagnosticada como tecnofilia. Es detectada por comportamientos relacionados con la red que interfieren en la vida normal de una persona, causando estrés severo a su familia, amigos y en el trabajo.

Según el individuo varían las consecuencias, pero en general predominan el nerviosismo, el aislamiento del entorno, la incomodidad o inadecuada reacción emocional, los trastornos del sueño y el bajo rendimiento en las actividades laborales y educativas al ser alejados de la tecnología. Con frecuencia dejan de salir con amigos para dedicarse a su adicción.

Para superar la tecnofilia lo primero que se necesita es la fuerza de voluntad, aunque en algunos casos se precisa tratamiento especializado, con atención psicológica y psiquiátrica.

La tecnología nos acerca a seres queridos que se encuentran físicamente lejos, e indudablemente nos facilita de otros modos la vida. Pero no podemos negar, ni ignorar, su influencia negativa en las maneras de relacionarnos con nuestras familias y quienes nos rodean.

Urge que aprendamos a establecer límites y horarios, delimitar los sitios o las actividades en las que empleamos teléfonos o tablets —no hacerlo mientras estudiamos, vemos una película o comemos— informarnos acerca de sus consecuencias y, sobre todo, cultivar otra vez la satisfacción de sentarnos juntos, mirarnos a los ojos y hablar más allá de las pantallas.

Ernesto - 06 March 21 9:47PM Denunciar
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