CAMAGÜEY.- De acuerdo con fuentes consultadas el Día de la Salud Universal, llamado igual como Día de la Cobertura Universal de Salud (UHC), por sus siglas en inglés, se celebra cada año el 12 de diciembre como un punto de convergencia con vista al creciente movimiento por la salud universal, para asegurar que todas las personas puedan acceder a estos servicios, con calidad, sin que sus finanzas no sean un obstáculo.

En el actual 2020 el tema central es: "Salud para todos y todas: protejamos a todas las personas". Propósitos de esta naturaleza surgen a tenor de las experiencias del día a día de los estados miembros de la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS), de conjunto con instituciones académicas, la sociedad civil, entre otros, siempre por la importancia de las funciones esenciales de la salud pública.

El empeño en sí mismo resulta válido y decoroso ante el mundo; sin embargo, parece hasta una quimera que cada habitante del planeta acceda a servicios integrales de salud, sin discriminación de tipo alguno, que estos sean oportunos, de calidad y que su situación financiera no constituya una preocupación, sobre todo aquellos agrupados entre los más vulnerables, algo que incluye la adquisición de los medicamentos.

 

Es común que la manera de mirar y ver al mundo esté llena de desigualdades, inequidad, no solo para recibir una atención necesaria al enfrentar enfermedades, sino igual al requerirse de cuidados paliativos debido a un padecimiento en fase terminal.

Hoy, en pleno siglo XXI, encontramos países en los cuales no se cuentan los servicios de atención primaria de salud y menos de promoción y educación para evitar dolencias que en otros, con situaciones económicas fuertes, han sido erradicadas; también con tasas de mortalidad infantil que sobrepasan los 150 fallecidos por cada mil nacidos vivos, y con esperanzas de vida al nacer de alrededor de los 50 o 55 años, incluso, sin registros confiables. Esa es una realidad preocupante.

Al incrementarse los servicios de salud con calidad mueren menos bebés al nacer y las personas viven más, y esto último, sin verse como un problema, trae consigo una resposabilidad mayor de los países a la hora de enfrentar el envejecimiento demográfico, cuestiones más habituales en los desarrollados. Sin embargo, cuando los estados que no clasifican entre los desarrollados ponen delante el interés por proteger la vida de los seres humanos y garantizan lo mínimo indispensable para lograrlo, estos indicadores pueden equipararse al grupo de los que sí lo son. Cuba deviene en ello un buen ejemplo.

En nuestra nación desde que el niño nace es favorecido con 13 vacunas en el esquema de inmunización, la mortalidad infantil, la materna y las expectativas de vida al nacer son comparables con los de las naciones más desarrolladas. La atención primaria constituye un eslabón fundamental en el sistema de salud cubano, con el objetivo de prevenir las enfermedades, y cuando estas se presentan abrir el camino hacia la atención secundaria o terciaria, según el caso, todo de manera gratuita.

En Cuba no se le pregunta a sus habitantes cuáles son sus ingresos, sus creencias religiosas o su afiliación política para atenderlos en un centro asistencial de cualquier nivel. Sería iluso asegurar que todo es perfecto, siempre hay brechas, eso sí, prima el humanismo, la consagración y la solidaridad de ese ejército de batas blancas que han traspasado fronteras para servir a otros en diversos confines del mundo.

Por todo lo anterior y más, los valores del sistema de salud cubano se alinean a los que promueve la OPS y apuntan a la solidaridad, la equidad y el derecho a la salud, sin lugar a dudas por la voluntad política del país.

No es justo negar que hay problemas con los medicamentos o algunos recursos en las instituciones hospitalarias, pero igual lo sería no reconocer que no se cuenta con algunas materias primas, material gastable y equipos porque a Cuba se le está negado adquirirlos en el mercado internacional por el férreo bloqueo a que está sometido este archipiélago por los Estados Unidos de Norteamérica, recrudecido en los últimos cuatro años durante el gobierno que está de salida.

Todo esto ocurre en nuestro pequeño país, mientras en las Américas, según los registros de las OPS/OMS, el 30 % de la población no puede acceder a este servicio vital por dificultades económicas y el 21 % ni siquiera intenta buscarlo por las barreras geográficas, datos junto a otros que convierten a la región en una de las menos equitativas en el mundo.

No puede abordarse el tema de la salud y obviar que el año actual enfrentó retos insospechados a nivel internacional con la aparición del coronavirus SARS-CoV-2 que provoca la COVID-19. Este fenómeno demostró que ante un suceso de tal magnitud las diferencias abismales entre países ricos y pobres se redujeron, tanto por la situación sanitaria que no cree en estatus sociales, como en la credibilidad de garantías abiertamente desvanecidas.

Falta mucho para lograr el ideal de salud universal, lo que no es sinónimo de dejar de intentarlo. Está probado que la voluntad política decide. En Cuba, con casos de COVID-19 todavía, todos atendidos y con medicamentos puestos a prueba por sus científicos, que, además, lograron la aprobación de cuatro candidatos vacunales en vías de erradicar la contagiosa enfermedad, no hay quien dude que será protegido con una vacuna en el momento adecuado, cuando en varias publicaciones ha trascendido que países ricos han comprado vacunas que pueden aplicar cinco veces a cada uno de sus habitantes, mientras en alrededor de 70 solo uno de cada 10 serán favorecidos.

El lema "Salud para todos y todas: protejamos a todas las personas", puede parecer inaudito para los cubanos, pero millones en el mundo ni siquiera se han enterado de que muchos son los empeñados en alcanzarlo.