CAMAGÜEY.- El SARS-CoV-2 puso a prueba el sistema de salud pública cubano. Lograr un aprobado, con tan altas notas en tan riguroso examen exige un nivel de eficiencia extraordinario a todas las estructuras del país. Sin embargo, otra epidemia, provocada por un virus no biológico, nos ha acechado durante los últimos tres meses y puede complicarse más en la etapa de pospandemia.

La enfermedad no es nueva, pero nunca se había manifestado tan masivamente como para llegar a ser catalogado como una epidemia. Para su fortalecimiento y expansión aprovechó las carencias de productos de primera necesidad en las diferentes redes de tiendas, acentuadas desde finales del año pasado por las medidas que cada semana aplica la administración Trump contra Cuba y porque la gestión de los gobiernos locales no ha resultado del todo efectiva en cuanto a manejar los pocos recursos con que se cuentan.

El colerovirus actúa en cualquier unidad de Comercio donde se venda algo, a la vista de todos, sin vergüenza, sin sentido común y hasta sin humanidad, provocando que se expanda más.

Las primeras manifestaciones clínicas de este agente patógeno no son la tos seca, o la fiebre. Los síntomas empiezan cuando el sujeto afectado comienza a sentir una necesidad incontrolada de acumular recursos —con más frecuencia pollo o detergente— para sí o para una reventa futura. No es cuento de camino, se trata de un estudio de caso múltiple en el que se aplicó la técnica de observación participante.

Cuando el virus está en sus inicios, el contagiado se conforma con dormir en la tienda, marcar muchas veces y acumular la mayor cantidad de números y aliados, para pasar una y otra vez. Si se evoluciona a un estado clínico más grave, los enfermos marcan sin saber qué se venderá, se vuelven más agresivos e, incluso, llegan a romper cualquier cola, sobre todo cuando se unen varios pacientes positivos.

En grupos, cada miembro asume funciones. Los más inteligentes estudian la cola e identifican el eslabón más débil: un adulto mayor, una señora educada, o alguien que marca y se va. Los más fuertes físicamente exclaman: “yo voy aquí y conmigo vienen diez”, y los más comunicativos tratan de convencer a las víctimas, para que acepte porque “se va a formar y nadie va a comprar”.

Cuando la inmunidad innata de los sujetos sanos es fuerte, pueden resistirse con decencia al avasallamiento, apoyados por los agentes de la autoridad que cuidan las largas filas para actuar con determinación contra este otro virus y evitar que se propague.

Los infectados resultan identificables, muy pocos pasan asintomáticos y al desarrollo de los síntomas llega el momento para aislarlos. De lo contrario seguiremos atacando la especulación y el acaparamiento, pero no el sujeto que en mayor medida lo provoca, más cuando se sabe que la prevención en medicina vale más que cualquier cura.

Como todo virus que se respeta, el colerovirus muta. Así surgió la cola virtual, manifiestada fundamentalmente en las unidades donde se venden artículos en moneda libremente convertible. Allí no se observan acumulaciones de personas, porque se guardan en celulares, se anotan en libretas y se rectifican por varias semanas. El infectado, propietario de la libreta, oferta los números hasta a 50 CUC, según la mercancía. Personas afamadas por revender artículos específicos, como piezas de autos, tienen varios números en la libreta. Basta con observar por una hora las páginas de Facebook de comercialización en Camagüey para encontrar, a precios triplicados, los productos que el Estado pone a disposición de su gente.

Los cubanos tenemos una amplísima experiencia repartiendo equitativamente lo poco o lo mucho, de modo que hasta que aparezca la vacuna contra este viejo virus, es recomendable apresurar y generalizar las medidas que llevan las ventas a centros de trabajo y comunidades, apoyados en las organizaciones de masa y los delegados, un método efectivo y mucho más equitativo.

De igual modo se impone mayor efectividad en mecanismos alternativos para las largas colas, como las facilidades de compras online… pero si suceden cosas como demoras innecesarias, incumplimientos de plazos, mercancías incompletas —cuestiones que, más que por falta de infraestructura, suceden por falta de organización— los clientes le pierden confianza. Ello obliga a las personas sanas a descartar la efectividad del aislamiento para contrarrestar el coleovirus, aun sabiendo su garantía preventiva ante la COVID-19.

Por eso, es hoy un imperativo, atendiendo a la situación del país y de la economía mundial, trabajar para que el patógeno de las colas no se convierta en una endemia que nos afecte más que el propio SARS-CoV-2.