CAMAGÜEY.- A lo largo de los años la ciudad de Camagüey se las ha arreglado para practicar con mediano o pleno éxito algo que pudiéramos llamar autobloqueo urbano. A pesar de las buenas intenciones por tantas y por cuantas regulaciones dictadas por el Gobierno local en una u otra oportunidad, en lo actual hay atisbos de esa costumbre de poner las cosas difíciles a cualquier hora y en cualquier época del año en temas del deambular callejero.
La intención de ordenar existe, mas a veces tenemos la impresión de que las normas urbanas y constructivas se firman solo para luego tener el gusto de olvidarlas. Por esa cuerda andan las de las obstrucciones en la vía pública. Cualquiera instala un taller frente a la puerta de su casa, o utiliza las aceras como parqueo, área para fregar autos y motorinas, depósito de escombros, mercado al aire libre, una mesa y cuatro bancos para jugar dominó, en fin.
Si a las estadísticas nos atenemos, se conoce que las personas de la tercera edad son casi la quinta parte de la población en Cuba. Higiene ambiental está como arando en el mar desde hace mucho para eliminar no solo ese demonio suelto que es el ruido, sino también las barreras arquitectónicas (quicios, rampas para entrada y salida de vehículos, rejas que abren hacia afuera) que colocamos a diestra y siniestra sin que nadie parezca molestarse o al menos echarle un ojo a tema tan peligroso.
Foto: Otilio Rivero Delgado/Adelante
Cuando se habla de este autobloqueo urbano, algunos mencionan las obstrucciones y huecos en aceras y calles, que debemos resolver, pero el tema va mucho más allá. Esa arista es solo lo que se ve en superficie. Por debajo y en tumulto navegan en agua procelosa las indisciplinas sociales, matizadas y coloreadas a bordo de la tolerancia, la laxitud en exigir que se cumplan normas de conducta ciudadana, el irrespeto, la “churricultura”, a la cual hay que desterrar de una vez, y tantas nuevas lacras que dañan realidad y presencia del país que queremos hacer.
Todo ello campea por su respeto en cualquier punto de la ciudad, lamentablemente; pero resulta mucho más preocupante en el Centro Histórico de una urbe que pretende consolidarse como destino turístico, y más en el segmento declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, condición no vitalicia, sino que todos tenemos la responsabilidad de preservar.
Sobre el tema nos escribió a la sección Catauro de la versión impresa de este diario, Olga Cabrera, quien relató un percance sufrido en la calle República a causa de patinadores veloces en circulación, cuestionando la atención que se presta al orden en tan populosa vía. Y tiene razón. Ahora de manera más reciente hasta motorinas y bicicletas están circulando por esa senda peatonal construida y embellecida por varios organismos liderados por la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, pero cuya custodia se carga a la cuenta de un servicio contratado.
Foto: Otilio Rivero Delgado/Adelante
Sin embargo, mire qué cosa, hemos conocido que la autoridad a la que se paga para mantener el orden en estas y otras áreas, el Servicio de Protección del Consejo de la Administración Municipal (Seprotcam), es casi elemento decorativo. Por un lado, no siempre cuenta con todos los agentes necesarios y, por otro, no les protege facultad alguna para imponer multas a los muchos violadores con los que a diario deben enfrentar en buena lid, apelando más a la conciencia del individuo que a la ley.
Seamos sinceros, existen los encargados de pasar revista y ordenar toda esta incultura. Están allí, a pie de obra, solo que a veces parecen adormecidos sus pies para calzar las botas de siete leguas que necesitamos. Fidel nos mostró el camino que nos conduce a cambiar todo lo que deba ser cambiado. ¿Para cuándo?