CAMAGÜEY.- A 30 años del supuesto fin de la dictadura de Augusto Pinochet, en nada se diferencian los métodos represivos y policiales implantados en el país por el actual presidente chileno, Sebastián Piñera, para tratar de controlar las masivas protestas que desde hace más de siete días estremecen las principales ciudades de la nación austral.

Aunque el detonador de las protestas fue el alza de los precios en el metro, fundamentalmente por el sector estudiantil, a las manifestaciones se han sumado movimientos sociales y obreros que ahora han declarado una huelga general de 48 horas reclamando cambios de fondo en el sistema de gobierno neoliberal que atenaza hoy a los chilenos.

El émulo “pinochetista” con la declaración de estado de excepción y toque de queda, convertido ya en un verdadero estado de sitio, bajo cuyas condiciones se le han ocasionado ya a los protestantes alrededor de 23 fallecidos, decenas de heridos o golpeados y unos 5 000 detenidos, no ha podido sino lograr que los manifestantes no cedan en sus demandas, a pesar de las medidas reformistas que a propuesto Piñera como paliativo a la situación existente. 

Muy por el contrario, transcurridos los días las espontáneas protestas se han convertido en todo un entramado que ya cuenta con una mesa social integrada por la Central Única de Trabajadores, organizaciones estudiantiles y movimientos sociales, que está demandando el cese del estado de excepción y el toque de queda, la renuncia del presidente Sebastián Piñera y la realización de reformas gubernamentales que tengan en cuenta los intereses de la población. 

Ya la propia derecha  alarmada se está pronunciando por un gabinete de unidad nacional, mientras en el Parlamento se levantan voces para que este órgano legislativo se pronuncie acerca de los actuales acontecimientos que tienen conmocionado a todo el país.

Sebastián Piñera, el presidente prototipo de las bondades del neoliberalismo por lograr supuestos resultados económicos, que por cierto si así fue, lo disfrutarían una minoría de familias aquí, mientras la inmensa mayoría de los chilenos enfrentan altos niveles de pobreza, bajos salarios, recortes de pensiones, alto costo de la vida y educación  y salud privada, tuvo un aparente arranque de arrepentimiento y pidió “perdón” a sus conciudadanos, se supone sea por la violencia desmedida de los 20 000 policías y soldados, incluido el helicóptero Puma de la era pinochetista, que lanzó contra los manifestantes para que los masacraran en vano intento de acallar sus legítimas demandas.  

Se hace notar que en la convocatoria al diálogo del Mandatario se excluyen los partidos comunista y socialista por lo que se espera que tal gestión no rinda los frutos de contención de las protestas, que dichas conversaciones pudieran aportar.

Los acontecimientos en Chile y sobre todo la desmedida violencia contra los manifestantes con el trágico saldo de muertos, heridos y detenidos ha despertado una ola de condena en la región latinoamericana y caribeña que también ha repercutido en otras regiones del mundo que piden el cese de tanta violencia.

De lo que acontecerá en los próximos días aquí los pronósticos son reservados, porque a pesar de que se estableció una mesa social que busca una salida a la situación actual, la plaza Italia, centro de las mayores manifestaciones en Santiago, al igual que en la ciudad portuaria de Valparaíso se mantienen con masiva presencia de los ciudadanos que reclaman reformas profundas en el neoliberalismo que hoy gobierna el país.