CAMAGÜEY.- Bueno, vamos, (hasta ahora) al balotaje en las elecciones presidenciales en Bolivia, aunque Evo Morales ganara la primera vuelta, pero con un “tilín” por debajo de los requerimientos constitucionales para que resultara electo como mandatario.
La Carta Magna de la nación plurinacional establece que para resultar electo como presidente el candidato debe obtener el 50 % más uno de los votos o superar el 40 % de los sufragios con una ventaja de 10 puntos por encima del aspirante más cercano.
Con el 45,71 % de los sufragios emitidos por más de 5 millones de bolivianos, de los siete que debieron concurrir a las urnas, Evo ganó la primera ronda en las elecciones generales celebradas este 20 de octubre, donde su postulante más cercano, Carlos Mesa, se quedó con el 38,2 %, mientras los restantes quedaron muy distanciados.
Estas cifras dadas a conocer por las autoridades electorales después de ser escrutado el 84 % de los votos, podría sufrir variación con el de las zonas rurales dispersas, escrutinios que históricamente le concede a Evo el 86 %, y que de tener igual comportamiento daría unos 12 puntos porcentuales al candidato indígena, por lo cual sería electo en esta primera ronda.
En las elecciones generales de este domingo se hizo notar que el Movimiento al Socialismo (MAS) obtuvo mayoría absoluta en la Cámara de Representantes y el Senado boliviano, lo que le garantizaría a Evo de resultar electo ahora o en la segunda vuelta, el dominio de los órganos legislativos del país.
Carlos Mesa, el segundo candidato más votado, es un político de triste recordación para los bolivianos, pues ya fue Mandatario sustituto en el 2003 cuando fue depuesto Gonzalo Sánchez de Losada tras los actos represivos contra la población que terminaron en una verdadera masacre, y según su programa de gobierno que tituló “soluciones”, que se fundamenta en el desarrollo de la ética para fomentar la democracia, no ha sido parco en declarar que fortalecerá las relaciones con los Estados Unidos si asume la presidencia de la nación.
A nadie escapa la esperanza de la derecha interna y regional puestas en los resultados de los comicios bolivianos a los que fueron acreditados una verdadera avalancha de observadores de decenas de instituciones y organizaciones, tanto europeas como de la Organización de Estados Americanos (OEA), que tuvo la desfachatez de proponerse como juez sin principios éticos o morales para ello, y cuyas últimas declaraciones ponen en duda la legitimidad de los mismos.
Este 27 de octubre puede ser decisivo para la correlación de fuerzas en América Latina y el Caribe entre el neoliberalismo y la izquierda progresista, puesto que además de la posible segunda vuelta boliviana se celebrarán elecciones presidenciales en Argentina y en Uruguay, cuyos resultados pueden inclinar la balanza a uno u otro lado.
Confiamos en la buena memoria de los pueblos para no repetir los errores del pasado y que la sensatez de su voto marque los nuevos derroteros de bienestar, libertad y democracia de la que han carecido en los últimos gobiernos.