CAMAGÜEY.- Juana de Silva y Luis de Lorrens implantaron un récord en el siglo XVII. Vivían en Irlanda, isla al oeste del territorio británico, y se asentaron en la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, a miles de kilómetros de distancia.
Ese itinerario, hoy en aviones supersónicos, es demorado, pero en aquella etapa, en barcos de vela, consumía varios meses.
No se sabe si viajaron en escalas incluidas en la ruta hacia territorio cubano, o lo hicieron tras residir al menos en otro país tras partir de Irlanda.
El asunto no radica solo en la lejanía, porque ellos se convirtieron –según la documentación disponible– en las personas provenientes de la nación más lejana en asentarse en la región principeña en la referida centuria.
Juana y Luis arribaron en 1699 y 1700, respectivamente, y formaron parte de la amplia población multinacional presente en la localidad en el siglo XVII.
De acuerdo con datos originales de archivos aún conservados, la emigración en el período hacia la localidad insertaba además a procedentes de España, Irlanda, territorios italianos, franceses y alemanes, Portugal, Inglaterra, Jamaica, Puerto Rico, Santo Domingo, México, Guatemala, Perú, Colombia y Venezuela.
A ese panorama se sumaba la población aborigen y los esclavos de diferentes etnias traídos de África.
Hacia fines del siglo XVII la población en la Villa era de poco más de dos mil habitantes, con una notable población multinacional, sobre todo para la época.
Se ha repetido que Santa María del Puerto del Príncipe estaba aislada en una extensa sabana.
Sí, pero del poder central de la Isla, pues el origen de sus habitantes desmiente esa afirmación considerada general.
Las relaciones interpersonales de personas de tan variada procedencia provocó contactos de una amplia diversidad cultural, una realidad ajena al presunto aislamiento global.
¡Cuánto se nutrieron unos de otros en esas relaciones de la cultura, considerada no solo como arte y literatura, sino como lo que verdaderamente es: el modo de existencia del hombre!
Esos vínculos fusionaron también valores patrimoniales en una amplia gama de esferas y rompieron el aislamiento social en el cual estuvo sumida en realidad la Villa en un período precedente.
Hay no pocas afirmaciones que no se basan en argumentos probados.
La historia tiene, con sus certezas, innumerables falacias.
Y esa del aislamiento global en Santa María del Puerto del Príncipe es una.