CAMAGÜEY.- El pueblo de Camagüey demostró una vez más la fidelidad a uno de sus emblemático hijos, Ignacio Agramonte Loynaz, al rendirle culto en el parque que lleva su nombre, por el extraordinario esfuerzo que en vida dedicara a la Patria y que aún, después de 149 años de su muerte, el 11 de mayo de 1873, percibimos como una huella indeleble.
Durante el acto, al que asistieron niños y jóvenes de diferentes enseñanzas, así como trabajadores de diversas instituciones y representantes del Partido y el Gobierno, fue ponderada la figura de El Mayor, en los primeros momentos de la Guerra Grande. Su actitud intransigente para salvar la incipiente insurrección, en el Paradero de las Minas, los primeros éxitos combativos, como Cocal del Olimpo, y el amor que profesó a su alma gemela, Amalia Simoni Argilagos.
La valentía de aquel hombre quedó coronada, frente a la estatua ecuestre del parque, con una ofrenda floral depositada por pioneros, símbolo del tributo y la presencia de El Bayardo de Cuba, en el corazón de las nuevas generaciones. La Banda Provincial de Conciertos, con la interpretación de El Mambí, de Luis Casas Romero, el trovador Antonio Batista, con el tema de El Mayor, de Silvio Rodríguez, y El dúo de ballet contemporáneo, La luz de tu retrato, bajo el compás de Una mujer con sombrero, del cantautor antes mencionado, hicieron del arte un punto común para pensar en Agramonte.
Previo al homenaje, en ese enclave, se recordó también la figura de Ignacio desde Potreros de Jimaguayú, donde cayó el Diamante con Alma de Beso, como le llamara nuestro Héroe Nacional José Martí. En aquel sagrado lugar, el pensamiento volvió sobre las tradiciones de lucha que manaron de los talleres de guerra, de una orden militar o de la creación de una estrategia militar, antes de cruzar armas con el ejército español. Su existencia toda, resultó una alabanza por la libertad de la bandera de la estrella solitaria.