De pronto irrumpe un trío de honorables caballeros en la iglesia, y con paso firme se aproximan al ataúd donde ante el asombro de muchos introducen la bandera cubana y un pliego de papel que luego se supo era la declaración de independencia redactada meses antes al constituirse la Junta Revolucionaria del Camagüey. Aquellos valientes eran Salvador Cisneros Betancourt, Eduardo Agramonte Piña y Rafael Rodríguez Agüero, este último, uno de los hombres más destacados en nuestra gesta independentista, por lo que llegó a merecer los grados de general de división del Ejército Libertador, al que le dedicaremos a continuación merecido espacio en nuestro periódico.
Gracias a la ardua labor de Gustavo Sed Nieves, Historiador de la Ciudad de Camagüey, ya fallecido, podemos compartir con nuestros lectores los siguientes apuntes biográficos de Rafael Rodríguez Agüero.
Descendiente de una de las familias más antiguas de la inicialmente denominada Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, Rafaelito, como era llamado cariñosamente, nació el 22 de octubre de 1846 y creció en medio de los quehaceres inherentes a los hacendados ganaderos, por lo que desde muy joven prefirió estos menesteres a continuar estudios superiores. Pasó casi toda su adolescencia en las fincas Santa Rita de Pacheco y San Tadeo de Najasa.
A los veinte años decidió invertir en su patrimonio particular, por lo que adquirió la finca La Moncla, de unas once caballerías, en las inmediaciones de la ciudad. Para entonces ya era miembro activo de la Junta Revolucionaria del Camagüey, desde cuyas filas se conspiraba activamente contra la metrópoli española.
Es su ideal independentista el que lo lleva a asumir el acto provocador anteriormente narrado, con lo que también se mostró a las autoridades españoles la decisión de los principeños de luchar por la independencia de Cuba.
No estuvo en la nómina de los que se alzaron en Las Clavellinas el 4 de noviembre de 1868, pero en breve Rodríguez Agüero se incorporó a la lucha, dejando comodidades y fortuna para entregarse a la causa bajo las órdenes del mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz.
En breve llegó a figurar como oficial de las fuerzas de El Mayor, al lado del que permaneció aún en las situaciones más difíciles, como el período comprendido entre abril de 1870 y enero de 1871, sin que por estar Agramonte sin mando dejaran de combatir en acciones como las de El Cercado, Jimirú, Socorro e Ingenio Grande. Cuando el jefe de los camagüeyanos reasume el mando militar, Rodríguez integró su Estado Mayor, y se destacó en numerosos combates hasta alcanzar el grado de teniente coronel.
A la caída en combate de Ignacio Agramonte, el 11 de mayo de 1873, Rafael Rodríguez asumió la jefatura al ser el militar de mayor graduación existente en ese momento, por lo que también tuvo la penosa misión de firmar el parte oficial en el que se informaba la muerte de El Mayor.
Meses después, a la llegada de Máximo Gómez para tomar posición de la jefatura militar del Departamento del Centro, Rodríguez es nombrado jefe del Estado Mayor del Generalísimo. La Sacra y Palo Seco conocieron de la bravura de este guerrero, sobre todo en el último de los citados, sobre lo que Ramón Roa apuntó: “(...) se portó de una manera brillantísima, rechazando al enemigo en circunstancias que le valieron la admiración de toda nuestra tropa, con lo que contribuyó al buen éxito de aquella jornada memorable (...)” también brilló en Cascorro y en otras acciones que le valieron el ascenso al grado de coronel.
En abril de 1975 Rodríguez Agüero pasó a Las Villas con fuerzas de nuestra provincia para reforzar el contingente invasor; se incorporó en Los Hoyos al grupo de Gómez, quien decidió prescindir de su valioso apoyo en el Estado Mayor para encomendarle el mando de aquel territorio, sobre todo por la pericia requerida para desarrollar determinadas operaciones en la zona de Cienfuegos. Se hizo famoso por sus cargas de caballería, en las que resultó herido más de una vez. El 28 de febrero de 1876, en el combate de Loma del Jíbaro una bala penetra en su mano izquierda dejándolo inválido para el resto de sus días.
A mediados de 1876 Rodríguez regresó a su localidad natal y participó en las acciones de San Severino y La Crimea. El 4 de abril de 1877 fue ascendido a general de brigada, en lo adelante intervino en todos los combates librados el resto de ese año al mando de los regimientos de caballería Agramonte y Camagüey.
El 8 de febrero de 1878, vísperas de la firma del Pacto del Zanjón, obedeciendo órdenes del entonces presidente de la República de Cuba en Armas, general Vicente García, reunió a las fuerzas de este territorio y a la población de la zona de San Agustín del Brazo, donde acampaban, pues el máximo representante de los cubanos quería consultar si se decidía continuar la guerra o negociar la paz. De los presentes sólo Rodríguez Agüero y Goyo Benítez optaron por proseguir la lucha.
A partir de ese momento quedó disuelta la Cámara de Representantes y surgió el llamado Comité del Centro para tratar la propuesta de paz de los españoles; Rodríguez, a pesar de su indisposición, fue nombrado secretario por lo que el Generalísimo anotaba en su diario de campaña: (...) A la verdad, ha costado suplicarle mucho para que acepte (...)
Negociada la paz sin independencia, Rafael marcha a Jamaica y luego a Honduras donde el propio presidente lo designa como oficial del Ejército de esa nación, y en mayo de 1882 asume la comandancia militar de Amapala.
Dos años después es contactado para el reinicio de la guerra en Cuba, por lo que de inmediato se pone a las órdenes del Generalísimo. Poco después viajó a Nueva York y de allí a Cayo Hueso al encargársele la organización del movimiento revolucionario entre la emigración cubana, desde donde debe viajar a las Islas Turcas en 1886 para comunicarle a Gómez de la imposibilidad momentánea de ayuda en el Cayo, donde las llamas habían acabado prácticamente con todo, por lo que el momento no era propicio para enfrentar la misión.
Es así que Rodríguez regresó a Honduras, donde es designado comandante general del Departamento de Roatán; desde allí se mantuvo en contacto con sus viejos compañeros de lucha y con el propio José Martí, quien lo consideraba uno de los más valiosos jefes militares del 68.
Al estallar la Guerra del 95 no puede incorporarse de inmediato por estar enfermo de paludismo y de una grave afección en el hígado, lo que no le impidió partir a México, y en la ciudad de Veracruz fue asistido por el médico cubano Narciso Casas, quien en todo momento recomendó guardar reposo pues su estado de salud no le permitía soportar los rigores de la vida de campaña.
A principios de 1898 Rodríguez Agüero viajó a Nueva Orleans, y de allí a Tampa, desde donde embarcó al frente de la expedición de los buques Florida y Fanita que arribaron a Palo Alto, lugar próximo a Júcaro en la costa sur de Camagüey, el 4 de julio de 1898.
De inmediato se pone a disposición de Máximo Gómez; nuevamente ocupó la jefatura del Estado Mayor y es ascendido a general de división, graduación con la que concluyó la contienda.
Luego de la destitución de Gómez de su cargo de mayor general del Ejército Libertador por la Asamblea del Cerro, Rodríguez se mantuvo al lado del Generalísimo, quien lo designó portador de la comunicación que enviara a la máxima representación del Gobierno cubano el 6 de enero de 1899, aduciendo (...) el presente pliego va a manos del General Rafael Rodríguez, jefe de Estado Mayor, compañero de toda mi confianza y quien compenetrado de mis ideas y sentimientos, podrá aclarar todos los puntos que se desprenden de esta comunicación (...)
Una vez instaurada la República neocolonial, el 26 de enero de 1904 Rodríguez fue designado teniente coronel jefe del Cuerpo de Artillería, y falleció en este puesto, el 3 de mayo de 1905, en la fortaleza de La Cabaña.
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