El periodista, orador, escritor, profesor y Coronel mambí Manuel Sanguily Garritte, quien falleció hace 98 años, el 23 de enero de 1925 en su ciudad natal, La Habana, fue una de las personalidades descollantes de las gestas independentistas.
Junto con otros patriotas alertó y se opuso desde el inicio a la penetración yanqui en la economía y la política nacionales, con lo que contribuyó a edificar las bases del antiimperialismo que serían retomadas y desarrolladas por las nuevas generaciones de revolucionarios liderados por Julio A. Mella y Rubén Martínez Villena en la década de 1920.
Sanguily nació en La Habana el 26 de marzo de 1848, en el seno de una familia que le permitió el acceso a la mejor educación de su tiempo en el colegio El Salvador, fundado por el ilustre pedagogo cubano José de la Luz y Caballero, donde resultó un alumno brillante.
Completó su formación como Licenciado en Derecho e impartió clases de literatura, gramática y ejerció el periodismo con gran éxito en varios medios de la época.
Sus ideas independentistas lo llevaron a incorporarse en 1869 a las filas mambisas de la primera guerra, en compañía de su hermano Julio, y formó parte de la legendaria caballería camagüeyana del Mayor General Ignacio Agramonte .
También peleó en las tropas dirigidas por el Generalísimo Máximo Gómez y del Lugarteniente General Antonio Maceo en los combates de La Sacra, Palo Seco y la Batalla de las Guásimas, y terminó la contienda con los grados de Coronel.
Lo eligieron representante a la Cámara de la República desde mediados de 1874 hasta inicios de 1875, y renunció para incorporarse a la activa campaña que desarrollaba en Las Villas Máximo Gómez, de quien llegó a ser un subordinado directo en múltiples acciones.
A principios de 1877 fue designado, junto a su hermano Julio, para reforzar la organización de expediciones armadas desde Estados Unidos y en esa tarea lo sorprendió el fin de la guerra con el Pacto del Zanjón.
Durante la tregua fecunda se negó a aceptar las leyes coloniales, por lo que no ejerció su profesión como abogado y divulgó sus ideales como patriota por medio de su obra periodística, conferencias y el magisterio en varios centros.
Al finalizar la Guerra Necesaria en 1898 lo eligieron para la Asamblea de Representantes de Santa Cruz del Sur, más tarde denominada Asamblea del Cerro por el lugar en que se estableció ese organismo, representativo de la República en Armas en el difícil periodo de la intervención estadounidense.
En esa etapa comenzó la disolución de las instituciones independentistas como el Ejército Libertador, el Partido Revolucionario Cubano y la propia Asamblea del Cerro, lo que crearía las condiciones para la república neocolonial que se fundaría en 1902.
Manuel Sanguily fue delegado de la Asamblea Constituyente y se opuso resueltamente, junto a otros patriotas, a aceptar la inclusión en la Carta Magna de la Enmienda Platt, elaborada por el senador estadounidense Orville H. Platt y aprobada por el Congreso de Estados Unidos, en la que se estableció entre otras condiciones lesivas a la propia independencia, el derecho a intervenir militarmente en Cuba cuando se considerara necesario por Washington y establecer estaciones navales o carboneras en la Isla.
Defendió en los debates que la Educación en la futura república debía estar subordinada al Estado, en completa separación de la Iglesia, y al respecto aseveró: “No creo justo que con el dinero de todos se pague la creencia de quienes no constituyen la totalidad del país…”.
También alzó su voz contra la opinión del gobernador militar Leonardo Wood, quien era partidario del voto restringido. Sanguily planteó que no concebía que existiera un solo delegado partidario de limitar el voto de sus compatriotas por motivos de raza, escolaridad o posición económica, y logró la inclusión del sufragio universal en las leyes cubanas.
Otro instrumento diseñado por el imperialismo para garantizar el control económico de Cuba fue el Tratado de Reciprocidad Comercial, el cual subordinaba su comercio exterior con Estados Unidos pues solo le concedía un 20 % de rebaja de derechos, mientras la administración norteamericana exigía reducciones para sus productos que oscilaban entre el 20 y el 40 por ciento.
El análisis que realizó Sanguily en 1903, cuando se debatió dicho proyecto, predijo con gran exactitud el destino de neocolonia que durante más de medio siglo le deparó a la Patria la aceptación de dicho tratado. Sobre ese particular expresó:
“Las concesiones que se nos hacen tienen infinitamente menos valor que las que hacia ellos se nos imponen, de donde ha resultado que los Estados Unidos (…) se han subrogado a nuestra antigua metrópoli española; han reducido nuestra condición general, bajo el aspecto de la hacienda y del comercio, a aquellas mismas relaciones sustanciales en que se encontraba Cuba respecto de España (…) han convertido, por tanto, nuestra nación en una colonia mercantil y a los Estados Unidos en su metrópoli”.
Igualmente previó el negativo rol que desempeñaría en el futuro de Cuba el latifundio de las compañías estadounidenses que para entonces adquirían a bajo precio grandes extensiones y presentó un proyecto de ley, que no llegó a concretarse, prohibiendo la venta de terrenos a los extranjeros, como alerta sobre el predominio que tendría en las esferas de la política “los dueños y señores de la tierra”.
Manuel Sanguily abandonó su ciudad natal en el lejano 1869, con solo 21 años, dejando atrás la seguridad de su hogar y un futuro promisorio como intelectual en la colonia para ir a cumplir con su deber en la heroica manigua.